sábado, 18 de mayo de 2013

LA CRISIS Y LA LEY DE EDUCACIÓN WERT. NEOCATOLICISMO FRANQUISTA

LA CRISIS Y LA NUEVA LEY DE EDUCACIÓN La crisis nos ha traído, ente otras muchas desgracias, el que una mayoría muy amplia de españoles, decepcionados por el último gobierno socialista de Zapatero, yo entre ellos, hayan votado en masa un gobierno del Partido Popular, yo no. Pues bien, estamos recogiendo los inmensos lodos que aquellos polvos catolicistas de los “neocons” españoles llevan sembrando desde el advenimiento de nuestra, aún bisoña democracia. De nuevo la Mafia Santa se instala en el sistema de una educación, así más deformada que reformada, incluyendo la doctrina católica entre las asignaturas de principal tratamiento. El triunfo de la Conferencia Episcopal es estruendoso. El terrorismo de crucifijo con toda su ascendencia macabra y fundamentalista vuelve a llenar nuestras aulas de cristos crucificados para terror de los estudiantes de todo nivel y género. El nacional Catolicismo con sus siniestras y fantasmales procesiones invade el territorio patrio en una involución de corte medieval y neofranquista. Los gobiernos socialistas, trufados de catolicismo profundo, no han tenido el coraje de suspender el Concordato con la Santa Seda y eliminarlo. Esa falta de valor nos ha traído hasta aquí. Continuamos siendo un país vasallo del estado Vaticano, a quien pagamos religiosamente y cada año, el tributo propio de una España sometida a vasallaje, besando la mano o el anillo del capo, da igual, tal como hemos visto a ministros de los gobiernos socialistas. Resulta de vergüenza todo ello, y además el hazmerreir de los países de nuestro entorno. Uno, que es muy viajado, tiene que sufrir a menudo por esos mundos de Dios, las burlas y sarcasmos, a causa de tales disparates institucionales. Una vergüenza. Y créanme, se pasa mal. Ninguna democracia existente y verdadera contempla la posibilidad de la asignatura de religión como parte de un sistema educativo público. Imposiciones de ese tipo son criminales y de lesa humanidad. Cuando además está demostrada la falacia, la irracionalidad, y fanatismo que suponen todas las religiones. Por ello han de ser, propias de lo privado, y dentro de los templos, y cuando la persona adulta, nunca un niño, decida su interés por tal o cual credo. El bautismo a un recién nacido es un crimen de usurpación de personalidad e intenciones. Los padres no son los amos de las futuras voluntades de sus hijos. Eduardo Fernández Rivas Lugar de Fiunchedo; 18-05-2013

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