domingo, 15 de junio de 2008

DEBATES NA TABERNA DO CROIO 11

DEBATES NA TABERNA DO CROIO 11

POLICÍAS CORRUPTOS, DELINCUENTES Y VERDUGOS
MISTERIOSAMENTE AMPARADOS

Y ahora, amigos míos, como es nuestra costumbre, trataremos el tema, que después de una acalorada, aunque respetuosa controversia, fue decidido por la mayoría de miembros de ambos géneros que configuran nuestra sencilla, pero activa y democrática agrupación que delibera, como ya saben, en nuestra entrañable “Taberna do Croio”. El tema, poco más o menos, podríamos titularlo: “Policías o ladrones” y “Políticos o lambones”.
Resulta inaudito, que tanto policías, como algunos guardias civiles, al servicio de la seguridad de la sociedad, parezcan más bien comisarios de una cruel inquisición. Y aún pagados además sus sueldos, con los impuestos ciudadanos, cometan, si no habitualmente, casi, actos nada acordes con la función de su destino, sino más bien conculcándolo, y abiertamente humillando, y a veces ultrajando a personas, que o bien, ningún delito han cometido, o a veces esos agentes, basándose en la frontera interpretativa de algunas leyes, y el torpe discernimiento de algunos, apliquen, por el solo hecho de molestar y escarnecer a sus sorprendidas víctimas, ciertos castigos y multas, que ellos mismos saben que no son ni éticos ni adecuados, y mucho menos racionales, y aunque legales, nunca legítimos. ¡Verdaderos atropellos! Las circunstancias, muchas veces especiales, e incluso de salud, en las que se desarrollan ciertas situaciones, en algunos test de alcoholemia, por ejemplo, también deben ser, en tales casos, analizadas. Sobre todo, cuando uno de esos policías, alias “El Galo”, o algo similar, lo que realiza, es sencillamente un perpetuo acoso, determinado, entre él, un extorsionador, la vergüenza y la deshonra de sus compañeros y superiores, a quienes mancilla con su conducta, y su detestable familia, de parecido, y aún peor comportamiento, hacia una de las personas más brillantes y destacadas, tanto intelectual como artísticamente, y más irreprochables y limpias, del municipio de Sada. Y aún molestando y agraviando a otras muchas, como todos en Sada sabemos, de muy diversas y delictivas maneras. Con su comportamiento, que se entere bien, se está labrando su ruina. Quisiéramos saber, yo y muchos más, el criterio que se ha seguido, y quien haya decidido, para admitir en ese cuerpo policial a individuos tan canallas.
Debido a las molestias, y a veces gastos y pérdidas de tiempo, que ocasionan los recursos (ellos lo saben), personas de esta manera perjudicadas, pechan injustamente con esa carga sin más. Este tipo de situaciones, si las leyes fuesen realmente redactadas para la protección de la sociedad, y no con afán recaudatorio, que es para lo que son, sería muy difícil que se diesen. Jamás podrían existir tales decretos leyes, en un país verdaderamente democrático. Los gobiernos, del nivel que sean, parece que únicamente crean leyes y decretos, con la finalidad de someter por el miedo inquisitorial y el atropello camuflado, más que de gobernar en libertad, racionalidad y justicia. Pasan unos alcaldes y vienen otros, que prometen, pero que como el año bisiesto, no cumplen, y por ello, esos sinvergüenzas de gorra, porra y pistola, para escándalo de las buenas gentes, todavía continúan en sus puestos. Claro que todo gobierno, sobre todo de corte autoritario, necesita de matones y desvergonzados entre sus agentes, para tener al pueblo atemorizado, y de esa manera, debilitado. Más fácil entonces, de controlar, que no gobernar. Muchas veces, y por naderías, te verás procesado en una especie de Auto de Fe, propio de tiempos pasados y de muy triste y sangriento recuerdo, donde la defensa del infeliz inocente inculpado, es únicamente mero trámite. Hipocresías legales, propias de un sistema jurídico interesado, ambiguo y engañoso, cómplice, o preso, de ciertos gobiernos y sistemas políticos autoritarios, plagados de simuladores demócratas, corruptos, abstrusos y demagogos.
Pero lo que de verdad resulta más escandaloso, es que algún policía, ya aludido, y que aquí en Sada, todos conocemos, después de haber cometido delitos de estupro, extorsión, y otros abusos de diferente índole y condición, sobre mujeres inmigrantes, asustadas e indefensas, sin papeles legales, o quizás dudosos, basándose en la fuerza que para un cobarde, da un uniforme con pistola al cinto, continúe en la posesión de su oficio y cargo, ¡algo asombroso! Otro inútil, en la calle Villa de Negreira de A Coruña, en plan chulo de morralla, poniendo injustas multas, como durante el aparcamiento momentáneo y propio de tres minutos, y sin molestar el discurrir normal del tráfico, de cargar material delante de la tienda de tu proveedor, te castigue con una multa, que además de injusta, resulta desproporcionada en la cantidad económica. Esa multa, pagando una especie de “mordida”, a través de ciertas oscuras vías, ya admitidas, se te quita, y santas pascuas. ¡Qué vergüenza!
Y lo que resulta más increíble y escandaloso, son ciertos patrimonios millonarios, como el del extorsionador antes aludido, impropios de un sueldo de policía municipal, ¿Dónde está hacienda? ¿Dónde la justicia y la ley? Agravios comparativos e imperdonables, hacia personas de bien. Resulta bien difícil en este país el creer en la justicia, en las leyes y en su aplicación, cuando aquella, generalmente, castiga a la víctima y beneficia abiertamente, al delincuente que tenga, aunque sea ocasionalmente, algo de poder y dinero.
Estas situaciones y comportamientos, me recuerdan al teniente civil del prebostazgo de París, al servicio del cardenal Richelieu (1585-1642), primer ministro del rey Luis XIII (1601-1643), Isaac de Laffemas, conocido como el verdugo del cardenal, o también, como el ahorcador de París. Sus comienzos como teniente de la guardia civil parisina, son bien conocidos. Violaba salvajemente a jóvenes, a quienes invitaba a salir de los burdeles, sus locales de trabajo, o aquellas que encontraba por la calle durante la noche. Su oficio, y sobre todo su protector, el todopoderoso cardenal Richelieu, favorecían la impunidad del miserable. De todas maneras, parece ser que Monsignore le Cardinal, le había advertido con tomar represalias si continuaba con esas execrables prácticas de sadismo incontrolado. El señor de Laffemas hacía oídos sordos a las reconvenciones del purpurado. Sabía que él era necesario para aterrorizar y asesinar a los enemigos declarados, y aún a los más ocultos y secretos, del implacable primer ministro del rey, ya que además, estaba el cardenal, directamente involucrado en las muertes y asesinatos de personas importantes, nobles y aristócratas, rebeldes hacia un rey católico y centralizador, quien les despojaba de sus privilegios, y educado por su catolicísima madre, la regente María de Médicis, cometidos por Isaac de Laffemas, ya que esos crímenes eran ordenados por el demonio rojo, el siniestro cardenal. La pescadilla que se muerde la cola. El amo en manos del esbirro y viceversa.
Después de la anterior reflexión, ¿no debiéramos hacer la observación siguiente?, que posiblemente esos policías actuales, corruptos y criminales, así como otros muchos funcionarios y cargos diversos, jueces, abogados, y todo tipo de magistrados, después de que hayan saltado sus detestables hechos a la arena pública, y continúen en sus puestos, será debido a la protección que se desprende de sus superiores, y de quienes hayan recibido en el pasado, órdenes comprometidas, de dudosa o ninguna legalidad. Muchas veces, apaños en los que se generan negocios ocultos que producen beneficios inconfesables y enormes, que de manera equitativa se han de repartir. De ahí, esos patrimonios, escandalosos por impropios, de ciertos agentes de policía, cuyas naturalezas están más inclinadas a cometer delitos que a perseguirlos, que en realidad es por lo que cobran. Conocedores de su poder, después de un tiempo de práctica en el cargo, lo ponen al servicio de sus intereses particulares, en complicidad comunicada, con los superiores cargos políticos o administrativos, y que de alguna manera, puede que interesadamente, les hayan introducido allí.
Estos policías, indudablemente están, sin saberlo, lo mismo que sus mentores, ofrendando al cruel asesino ahorcador de París: Isaac de Laffemas, el verdugo al servicio de Monsignore le Cardinal.
Tampoco he comprendido jamás, como algunos oportunistas metidos a políticos, convertido alguno en casi perenne alcalde, y que además, aunque provoque risa, se lo ha creído, y lleve en su ya destartalado y menguado hatillo, y además públicamente, la carga indecente de presunta falsificación de moneda, sin que las autoridades competentes, hayan determinado, al menos hasta ahora, con claridad, y públicamente, ese posible delito de gravedad máxima, dentro del concierto de los más importantes asuntos de estado de cualquier país, y mayormente en aquellos llamados demócratas.
De todas maneras, si las autoridades de esa competencia no actúan, estoy seguro que Juno Moneta, con el Derecho Romano en su frente, y desde su alta magistratura, tomará con el tiempo, nadie lo dude, cartas en el asunto. Ese politiquillo pendenciero y paleto, de ensoñaciones caribeñas y puro de Vuelta Abajo, y como chascarrillo, con amante en Pinar del Río, ofrenda a Guillaume Poirier y a Louis Allais, dos aventureros, también de la época de Laffemas, arrestados por acuñación de moneda falsa. Los tiempos cambian, es bien cierto, pero el ser humano permanece con sus hábitos, su naturaleza y sus costumbres. Aunque también es verdad, que en alguno de los casos a los que me he referido, pueda que exista una herencia delictiva, (genética o educacional, o ambas combinadas) incuestionable, en aquello de meter la mano en la caja, y demostrada al menos, durante tres generaciones consecutivas.
Y después, queridos lectores, de haber tratado tan espinoso tema, iremos ya preparando el del mes siguiente, reuniéndonos en a “Taberna do Croio” la semana próxima. Un abrazo y hasta pronto, el portavoz de la agrupación. ¡Vivan Sadas y Cosladas! Villas lindas y de ocio, y otras más, beneficiadas. ¡Que por un mismo negocio, todas ellas vinculadas!

Y además opino, que el poderío armamentístico de EE.UU, debe ser destruido.

Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 30-10-2007