domingo, 19 de julio de 2009

CONTROLES DE ALCOHOLEMIA

APLICACIÓN DE LA LEY DE ALCOHOLEMIA

Consideramos a tal gobierno, por ese comportamiento, enemigo público. Esa ley del control de alcoholemia, tal como se aplica, es un crimen contra el pueblo, el pisoteo de los derechos ciudadanos básicos, y una traición y desprecio a nuestra, así, infeliz nación. El atropello, mediante ese hostigamiento social, por parte de la clase política; quien emite leyes y decretos contra el sentir ciudadano, al vivir en su torre de marfil, y por ello, de espaldas a la realidad común, creyéndose sus miembros, en un acto de soberbia y desprecio, perfectos y únicos, al emitir tales decretos, sin una previa consulta pública, y en los que se conculcan largas y muy sanas tradiciones. Únicamente les mueve el afán recaudatorio más despreciable, al depositar ese tipo de aplicación de la ley, en manos de un ejército de corsarios provocadores, que obran con solapada mala fe, considerando por ello, enemiga a la mayoría de la sociedad que les sostiene, en un delito de alta traición a quienes son sus benefactores. Nadie está en contra de la ley, aunque con matices a estudiar, y en profundidad. Pero, insistimos, lo que realmente nos enoja, es su aplicación, arbitraria y saboteadora de las más precarias economías de este país, por ser las más numerosas. Leyes, tanto esta como alguna otra, aceptadas tal como se aplican, únicamente entre sociedades mayoritariamente atemorizadas, prendidas desgraciadamente, aún, de flecos nacionalcatolicistas, y por ello, profundamente hipócritas, cobardes, e insolidarias, que ni se plantean la posibilidad de criticar a sus, más que gobernantes, verdugos de guante de seda y amplia sonrisa de alcahuete. Convierten, mediante la aplicación traicionera de esa ley, y en virtud de la misma, a la proba mayoría ciudadana, en un acto de cinismo profundo, en delincuentes recalcitrantes, bajo la farsa pertinaz, a través de los medios, de una protección paternalista inserta en una fachada de honorabilidad. Inoculando en el sector ciudadano con menos criterio, semejante ficción, en base a una repetición insistente. El mismo sistema, con que la iglesia consiguió hacer creíble su dogmático embuste, como si se tratase de una verdad inconcusa. Semeja, tal comportamiento, un camuflado terrorismo de estado. La obra de un loco al servicio de gobiernos nacionalsocialistas y arteros, a sabiendas de la imposibilidad del nivel cero en la ingesta de bebidas alcohólicas. Nadie con un par de copas de vino a la comida o cena, y poco más, estará borracho, ni será un peligro para nadie, pero ante un test eso ya da el nivel suficiente para el castigo. Estos gobiernos que así se comportan, sí son un peligro, en este ámbito al menos, sobre todo para las personas que vivan alejadas de los pueblos y ciudades, con necesidad de traslado para su ocio, y a quienes convierten en delincuentes, y ventajas para aquellos que vivan en las ciudades y todo tipo de agrupaciones urbanas. Un agravio comparativo indecente. Como el dios cristiano, con ramalazos de loco vengativo y autoritario, premia a los buenos con regalos de puntos, y castiga a los “malos” con todo tipo de multas y suplicios. ¡Qué infantilismo! propio de colegio de curas y adolescentes mimados, hijos de funcionarios chupatintas del antiguo régimen! Tan inmenso atropello no tiene precedente, y merece, por parte de la humillada sociedad, la respuesta más contundente. Para empezar, negarnos todos a soplar, hayamos bebido o no. Existe una sentencia de febrero pasado de un juez de Pamplona; noticia de Yahoo del martes 3 de febrero de 2009: “Negarse al test de alcoholemia no es delito si no hay síntomas de embriaguez”, pese a lo que establece la reforma del Código Penal aprobada en diciembre de 2007. Están practicando un terror, basado en parte, en la desinformación sobre nuestros derechos más básicos, y en la incomunicación. Y que no justifiquen tal proceder diciendo que es una ley aprobada por el parlamento. También era ley, entre otras, y durante siglos, aquella de la inquisición que conducía a los llamados herejes, debido a dudas teológicas, a la hoguera, creando en el pueblo, tanto el poder civil como el religioso, la malvada conciencia de que aquellos pobres desgraciados eran culpables de herejía impenitente, y por ello condenados a la hoguera, siendo insultados y agredidos a pedradas por el engañado e ignorante pueblo. ¡Esas también eran leyes para protegernos de nosotros mismos y de las penas del infierno! ¡Qué sarcasmos! Y otras más recientes, ya derogadas por antisociales e injustas. Quieren recaudar de esta manera tan frenética, injusta y disparatada, con el fin de adquirir dinero para parchear la crisis. Les exigimos más imaginación y profesionalidad para atacar lo que en parte entre todos ellos, los poderosos, han creado, ese monstruo financiero que de mil y arteras maneras nos devora. Los gobiernos que acuden a castigos y multas desproporcionadas están exponiendo publicamente su incapacidad para el gobierno en auténtica democracia.





Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 18-07-2009