lunes, 27 de abril de 2015

RODRIGO RATO Y LOS DEMÁS CODICIOSOS...

La codicia instalada en la casta política Y desde aquí, desde la “Taberna do Croio”, retomados sus sanos debates, nos preguntamos escandalizados una vez más ¿qué clase de personas pueden poseer esa codicia tan desmedida que les lleva a cometer fraudes y estafas inconmensurables sobre aquellos que mal gobiernan, y que además pagan ya sus sueldos? Enfermos y enfermas de dañado corazón, y alma nebulosa o inexistente. Nadie que contase con esas dos cosas en perfecto estado de salud podría cometer semejantes delitos. Burlarse de aquellos, a quienes de sus esforzados trabajos y miserables sueldos, aún se les extrae una cantidad que ha de ser utilizada para pagar las retribuciones de quienes, a mayores aún les roban, y generalmente de manera impune. ¿Quienes son y de donde proceden semejantes facinerosos y facinerosas? Estamos, lo mismo que la gran mayoría de esta sociedad española, espantados de tamaña desvergüenza. No entendemos el que a un roba gallinas, delincuente circunstancial, y por hambre de sus hijos, se lleve a la cárcel de inmediato. Y aún le destrozan la vida cargándole de ignominia, reflejada en papeles legales, probablemente para siempre. ¿Qué justicia tenemos en España que consiente y aún promueve tales esperpentos? Quisiera yo saber en donde han aprendido sus carreras esos magistrados cómplices en ese retraso, que lleva a la confusión y muchas veces al olvido, de los grandes delitos de corrupción multiforme de esos saqueadores de ambos géneros, de guante blanco y media calada. ¿Cómo se puede consentir que Rodrigo Rato y otros se paseen por la calle como si tal cosa? Sus adulones y esbirros llenan los espacios de los medios intoxicando con aquello de la presunción de inocencia, cuando los hechos están más que probados y publicitados. ¡Este no es un país serio!, ni en su malhadada justicia, ni en esa casta política, propia de maleantes que descaradamente nos estafa. La sensación de tristeza y cabreo son de tal profundidad que nos tienen estupefactos y paralizados. Incapacitados para actuar en la línea de violencia necesaria y acorde con los hechos. “Con la vara que midas serás medido” dice el texto bíblico. Apliquémosles pues el dicho. Detengámosles nosotros en la calle, y hagamos lo adecuado, ya que la justicia se muestra ineficaz y ladina. Eduardo Fernández Rivas Lugar de Fiunchedo-Sada 27-04-2015

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