jueves, 9 de abril de 2015

CRISTINA DE BORBÓN O LA DESLEALTAD

La Infanta Cristina y su comportamiento Y de nuevo, por imperativos judiciales, tenemos aquí a la infanta Cristina y adláteres. Una familia que no se si es real o ficticia, sueño o más bien pesadilla. Una justicia lenta que se eterniza estratégicamente para baldón propio y ejemplo, en ese retardo, de la justicia más injusta, y al servicio de los poderosos, en abierto agravio comparativo con toda una sociedad que paga los infinitos sueldos y privilegios de tales sabandijas. Esas familias de anacrónico rango, que nos llaman a todos villanos, en la diferencia de sangre que ellos y los suyos entienden, no les importa comportarse ellos mismos, llegado el momento, como verdaderos villanos de traición y baja estofa. ¿Habrá mayor villanía que aquella de abandonar al cónyuge a su suerte, después de vender un enamoramiento tan romántico y caliente? Aquella pasión desbordada, y nada edificante de Cristina de Borbón, por su novio y luego marido, la vemos desaparecer en cuanto la cosa se le pone del revés. ¿No se da cuenta esa relajada esposa que se casó para compartir las grandezas y las miserias hasta que la muerte los separase? ¡Que poca madre! Deja a su marido en la estacada, aduciendo que nada sabía de finanzas y responsabilidades, de una empresa que ella disfrutaba y poseía al 50%. ¡Inaudito! ¡Que cara más dura! Desleal y traidora, como siempre lo fueron los borbones desde aquel Fernando VII. Uno de los criminales más grandes que haya dado la historia del trono de España. Y toda esa familia, a poco que se investigue padece de los mismos multiformes males y vicios que aquel fósil torcido. Una mala casta que debiéramos arrojar del trono español, como ya hicieron sus ancestros franceses. Este país, cobija todos sus males y corrupciones, bajo la amplia capa de esta familia, ensuciada hasta la médula por méritos propios, y que por ello, carece de catadura moral como para destapar tanta peste. Lo de Cristina no tiene nombre. La traición abierta hacia su marido la deja como suele decirse con el culo al aire. ¡No sienten respeto ni por ellos mismos! ¿Cómo entonces, van a sentirlo por los demás? Sería un acto, aquel de acompañar a su marido en la desgracia, que la dignificaría y aún rescataría, ante el pueblo, de toda la malhadada herencia familiar. ¡No hay cuajo para ello! ¡Son lo que son! Abajo con ellos y declaremos la III república. Eduardo Fernández Rivas Lugar de Fiunchedo-Sada, 09-04-2015

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