sábado, 31 de julio de 2010

EL GATO; UN TIGRE DOMÉSTICO

EL GATO; UN PEQUEÑO TIGRE EN LA CASA

Ha llegado a mis oídos recientemente, la presión cruel e inhumana, y además injusta, que algunos vecinos de Sada ejercen sobre ciertas almas caritativas, a imagen de San Francisco, quien se consideraba hermano de todos los animales. Tratan, esas personas, en alianza con la sociedad “Gatocan”, de ayudar a los infelices gatos vagabundos de un barrio de la villa, concretamente el barrio de “As Brañas”, ofreciéndoles comida y otros cuidados. Teniendo estas personas que socorrer al felino, casi a escondidas, como si fuesen delincuentes. Es una vergüenza que ocurran estas cosas. Sabemos además, que este animal tiene la propiedad, casi única, cuando es acariciado por personas enfermas de nostalgia y abatimiento, de absorber el problema y transformarlo en algo positivo. Es por lo tanto, el animal adecuado para la compañía de personas mayores, y de todas aquellas que vivan en la soledad y la tristeza. Este animal, debido a su independencia y autonomía no es, por otra parte, carga molesta, ya que no necesita de una dedicación exclusiva.
El gato, el animal más misterioso y sagrado de la antigüedad. El gato que llamamos común, el más abundante por nuestras latitudes europeas, es el gato egipcio, traído desde Egipto, cuando este país era el granero de Roma, debido a sus tres abundantes cosechas de trigo al año. Las naves romanas, cuando arribaban al puerto de Ostia, en la desembocadura del Tíber, con su carga de cereales, solía esta, estar en unas condiciones lamentables, ya que los ratones que invadían esas grandes barcazas de carga, se dedicaban durante la prolongada travesía a comer la preciosa materia entre la que además, anidaban, con el daño que ello causaba. La solución a tales pérdidas y desastres, fue la introducción del gato egipcio en las naves. De esta manera, los roedores ya ni pensaban en subirse a los navíos, sabiendo el peligro gatuno que les esperaba, además durante una travesía que duraba semanas, y todos encerrados en esos barcos.
El gato egipcio, adorado y mimado por aquellas antiguas gentes, era, además de sagrado, lo era más bien la gata, llamada Bastet, la gran diosa del norte, con casa y gran templo en Bubastis, en el Delta del Nilo. Era una diosa del hogar, amiga de la mujer y favorecedora de la limpieza de los hogares, de todo tipo de bichería que tratase de entrar en las estancias. El gato era además monopolio regio, teniendo el faraón, el privilegio único, de ofrecerlo como regalo de valor incalculable, a alguno de los altos dignatarios que en visitas institucionales y embajadas, hacían al poderoso monarca del país del Nilo. Estaba terminantemente prohibido el sacarlo de Egipto, bajo penas muy duras para quien, o quienes, permitiesen que el amado animal, saliese del país.
Las representaciones de este hermoso y cariñoso felino, una especie de tigre a pequeña escala, adorno incomparable de la casa, son muy abundantes entre la iconografía del Antiguo Egipto. Todavía hoy, y como algo ancestral, en ese país no se consiente a nadie maltratar a estos animales. Si algún turista se sintiese molesto, debido a la visita de algún gato, que ronroneando pidiese comida, por entre las patas de la mesa del restaurante, que ni se le ocurra al extranjero, insultarle o hacerle gestos violentos, pues se buscará un grave problema. El amor a los animales, hay que decirlo, es también cuestión de, además de sensibilidad; de cultura. Solo la ignorancia y el patanismo más aldeano, son cómplices detestables del maltrato a estos y a otros animales. Y no olvidemos, que quien maltrata a los animales, maltratará también, y en la misma medida, a sus semejantes.

Eduardo Fernández Rivas
Lugar de Fiunchedo; 30-07-2010

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