lunes, 30 de marzo de 2015

LA ÚLTIMA CENA, UNA ESMORGA CON MAL FINAL

La Última Cena, una cosa chusca y amañada Iª parte -¿Pero Rivas cómo es que siendo tan creyente en tu infancia hayas salido tan torero y ateo? Hace algunos años, un amigo de la infancia, emigrado con sus padres de niño a EE.UU. me preguntaba estas cosas, justamente en uno de mis viajes a New York. -Todo se trata, le respondí, de madurar y dejar de ser niño, abandonando el infantilismo aquel de creer en fábulas. Aprender, desaprender, y reaprender, el principio triple, del que hace pocos días hablaba en su magistral conferencia: “Desafíos de la Universidad ante la Incertidumbre” el profesor Doctor Miguel Ángel Escotet en el CUR. Aprendí, o más bien me adoctrinaron en aquel nacionalcatolicismo rancio y anacrónico, desaprendí en pocos años, tras una férrea lucha interior, y reaprendí por medio de lecturas, viajes, con el procesamiento propio del rigor de tales cosas, dando como resultado mis propias reflexiones, que me llevaron a reaprender de manera racional y objetiva, y de la que proviene mi ateísmo asumido y activo. Dejé de ser niño. Hay quienes lo son durante toda su vida, inmersos en esa peligrosa fábula católica y otras, y no se dan cuenta. Todo un fraude inconmensurable a la búsqueda del gran y perpetuo negocio. La llamada Última Cena, de lo cual se deduce que hubo otras muchas, no fue más que el producto fabulado, en su inicio al menos, por Pablo de Tarso, de un grupo de sicarios, reunidos, como todos los viernes, en un figón de Jerusalen. Hartos de vino, cordero, y peces de rio. Al rematar la pitanza, salían durante la noche con las prohibidas sicas o puñales curvos, camufladas bajo los fajines. La intención de tales grupos era la de asesinar a las parejas de policía romana que recorrían las calles de las ciudades, y caminos de los pueblos y aldeas, del territorio de aquella Judea ocupada por una Roma expansiva e imperialista. El llamado Jesús el Galileo, era el jefe de una de aquellas pandillas de nacionalistas exacerbados, y que tenían su punto de razón en el justo deseo de liberar a su nación de la opresión romana. A ese grupo terrorista, quizás el más operativo de todos los existentes, le pillaron aquella noche, y dispersos de manera estratégica, se negaron, según individualmente les pillaban, a la demanda de la policía romana, acerca de tales intempestivas horas en la calle, los unos a los otros, y sobre todo a ese maestro llamado Jesús, y que tantos alborotos causaba desde hacía tiempo. Simón Pedro el primero. No era deslealtad, era estrategia para conseguir el desconcierto de la policía romana que vigilaba durante las noches la seguridad ciudadana de los invasores romanos, y a la búsqueda de aquellos grupos de sicarios que la alteraban de manera tan violenta y sangrienta de manera habitual y sistemática. Continuará… Eduardo Fernández Rivas Lugar de Fiunchedo-Sada, 30-03-2015 La foto es "La Última Cena" del Tintoretto

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