jueves, 19 de marzo de 2015

LA CRISIS, UNA MIRADA AL FUTURO

LA CRISIS Y LA FÁBULA DE LO JUGOS DRÁSTICOS Año de 2170 cuando en las universidades y todo tipo de centros de enseñanza se estudia, entre otras, la materia de una crisis que entonces ya se llamaba “La Estafa”. Era algo muy antiguo pero que había dejado honda huella en el recuerdo nefasto de una situación que se había prolongado durante décadas, y detectada a comienzos del siglo XXI. Una vez instalada, en poco tiempo la hambruna asolaba las sociedades de todo tipo y país. Se estudiaba también qué hacía ya muchos años Europa estuviera unida. Hoy, de nuevo, diversificada en países enfrentados, dentro de una especie de neomedioevo. Por aquel entonces, durante “La Estafa”, fue cuando los jugos gástricos que producían úlceras y demás trastornos digestivos, pasaron a ser cosa común entre las familias ya mayoritarias que sufrían hambre infinita. Su nombre pasó a ser de jugos gástricos a jugos drásticos, por el efecto devastador de su indigesta acción, al no tener nada que digerir. Se convirtió la cosa, lo mismo que la crisis-estafa, en una enfermedad endémica, y para los mismos. Los ladrones gordos y orondos. Esa señal y otras de opulencia mal adquirida, los hacía visibles y objeto de un odio traducido en asesinato. Las calles se llenaban de gentes esqueléticas por imposición, a la búsqueda y persecución de gordos y gordas. Eran símbolo inequívoco de ser hijos e hijas de las sabandijas políticas de ambos géneros y compinches, quienes habían creado la situación. La pobreza más profunda se había hecho galopante e instalada. Se recordaba una especie de electrodomésticos llamados neveras, que al no haber producto, según se decía, para llenarlas, quedaron sin efecto práctico en aquella época. Hoy, en 2170, se muestran esos frigoríficos en los museos etnográficos como algo que en realidad no se sabe exactamente para que sirvieron. Como decíamos, las gentes gordas se atrincheraban en sus mal adquiridas y rimbombantes casas, ocultándose a la vista de aquella sociedad anoréxica por imposición y esclavizada, que les buscaba para lincharles. Habían sido la causa de todos los males, acumulando fortunas procedentes de cohechos y demás tipo de detestables corrupciones. La ley brillaba por su ausencia, y los bancos también. La justicia se tomaba por la mano de cada uno, a la voz de: “quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón”. El dinero se guardaba en las casas en los lugares más ocultos, escamoteados a los ladrones delgados. Nadie podía detener a las hordas numerosas que pululaban por las calles de las ciudades y los caminos del campo, a la búsqueda de las familias gordas, llenándose de cadáveres. Eran estas además, quienes asistían a las pocas universidades que quedaban. La emigración había quedado sin efecto alguno. Hoy, en 2170, las cosas ya se han arreglado, aunque la unión europea sigue rota y desaparecida. Yo, Bertrand Piojo del Clarinete, aunque pertenecía a las gentes gordas, de una familia de corruptos políticos, debido a esa especial necesidad de las circunstancias, practiqué como muchos más, una anorexia controlada y estratégica que me permitió un vivir disimulado, con cierta tranquilidad, y alcanzar la edad provecta que ahora tengo… Y seguiremos con las “crónicas de los jugos drásticos” causantes de tanta desfeita… Eduardo Fernández Rivas Lugar de Fiunchedo-Sada, 19-03-2015

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