domingo, 3 de octubre de 2010

LA PARADÓJICA PRESA DE ASSWAN

LA PRESA DE ASSWAN; SADD AL-ALI: ENTRE LA ESPADA DE DAMOCLES Y UN BIENESTAR RELATIVO

Hace unos días, un amigo, compartiendo cena, henchido de arrogancia, hablando acerca de Egipto, debido a un viaje turístico que a ese país realizó; lo único que se le ocurrió mencionar, entre tantas maravillas que ese país atesora, y entre ellas, todavía la primera maravilla del mundo antiguo, según la clasificación helenística, como es la gran pirámide de Guiza, fue la gran presa de Asswan, que si bien la obra resulta colosal, no deja de ser la búsqueda de la inmortalidad propia de un megalómano del siglo XX: el señor Gamal Abdel-Nasser, quien sintiéndose un faraón egipcio, inmediatamente, tras su revolución de 1952, inicia la obra. Primero ayudado por los norteamericanos. Fracasadas las conversaciones, fueron los rusos los que continuaron la obra hasta su finalización en 1970.

Si es bien cierto que la primera presa construida por los ingleses en 1902, durante su protectorado, con sus pros y sus contras trajo a Egipto algunos beneficios, esta última los produjo mayores, tanto eléctricos como otros, pero también es cierto que estos fueron, casi en su totalidad, a parar a manos de los señores y poderosos de todo ámbito del país. Si las tierras que durante milenios eran naturalmente abonadas, una vez retirada la crecida, al quedar totalmente empapadas de un limo nutricio que beneficiaba a todos los propietarios de tierras, pobres o ricos, sin distingo, ahora los pobres, además de ver sus tierras erosionadas e incultas, ya que los canales agrícolas y su irrigación tienen un coste, también se necesitan abonos químicos que hay que comprar a los poderosos industriales, quienes han visto así engrosar sus bolsas y sus negocios, en detrimento siempre de los menos afortunados. El delta del Nilo, por obra y desgracia de la enorme presa ha visto salinizadas sus aguas, al perder el natural caudal fluvial milenario en el que se basaban todos los riquísimos cultivos de Egipto desde épocas inmemoriales, y aún las pesquerías. Las tierras más feraces del mundo por cuestión natural y de ecuánimes beneficios, hoy resultan desérticas si no fuese por los canales que como ya dijimos hay que pagar. Aquello que siempre había sido regalo del Nilo: agricultura, aves que ya no vienen, peces, todo tipo de animales, templos, emplazamientos arqueológicos etc., debido a la presa, ese ecosistema y riqueza de extraordinarios restos de aquella civilización sin par, cuyos faraones habían construido y distribuido el país en función del Nilo y de la crecida anual, ha sido totalmente destruido a causa de la presa.
Pero por otro lado, y mucho más peligroso, está la amenaza de una catástrofe dantesca y sin precedentes en la historia. Los sedimentos, antes distribuidos por la crecida por todas las tierras del delta y Valle del Nilo, ahora y desde hace décadas, son depositados en las profundidades de la presa que al subir cada año de nivel, con la crecida, aún a pesar de los aliviaderos, potencian un desastroso desbordamiento. ¡Solo es cuestión de esperar!
Cualquier movimiento telúrico con la fuerza suficiente puede desbaratar la inmensa construcción, y entonces esas aguas de manera devastadora arrasar todo Egipto con sus gentes, aldeas, pueblos y ciudades. El canal de Toshka con sus recientes lagos, debidos al diferente nivel entre Toshka y el Lago Nasser, alivia un poco el miedo, ilusionada la gente en la posibilidad de los necesarios trabajos en la zona, esperados en la creación de nuevas e industriosas ciudades. Aunque ello sea solamente, al menos en mi opinión, una esperanzadora ficción. El Mar Mediterráneo, en todas sus ciudades costeras, al recibir tan inmenso caudal de agua y de súbito, también sufriría el impacto que inundaría y destruiría esas ciudades y sus gentes. El único aliviadero de este mar, que supone el estrecho de Gibraltar, y ya no mencionamos el canal de Suez que de inmediato se ahogaría de agua y arenas, bloqueándose sin remisión, no supondría, debido a su angosta garganta, el desaguadero suficiente para tanta agua embalsada en el lago Nasser.
Si la posibilidad de esa catástrofe natural está presente siempre, no es menos cierto que durante un conflicto bélico, esos inmensos muros sujetadores de tanta agua vuelen por los aires, debido a tratados entre los paises en cuestión.
Recuerdo muy bien que durante la primera guerra del Golfo, allá por el año de 1990 del pasado siglo, Sudán alineándose con Irak y los paises árabes en contra de EE.UU. y sus aliados, anunció al mundo que disponía de misiles que apuntaban a la presa de Asswan, a la espera de las órdenes que determinarían la voladura de tal obra. Las destructoras consecuencias aterrorizaron a Egipto y al mundo. Al año siguiente ¡yo estaba allí! Y escuché a mis amigos y conocidos nativos desesperados y angustiados por tal amenaza. Si ya nunca los pobres de Egipto, pero que cultivaban y comían, quisieron esa desproporcionada obra, tras la amenaza que ahí está, suspendida del espacio como la espada de Damocles, la odiaron todavía con más fuerza.
Y eso, amigo Carlos Blanco, es la cruda realidad de la presa de Asswan, no el plácido y engañoso paseo para desocupados y fachendosos, a quienes nada se les ha perdido por allí, por sus tranquilas aguas, que si ya como dejamos dicho, tiene esa presa sus beneficios, aún pueden ser más desastrosos los inconvenientes resultantes tras un conflicto bélico o desastre natural. Los antiguos egipcios supieron con talento, convertir lo que a priori suponía un catastrófico desastre anual, la crecida del gran río, en beneficio extraordinario, ayudándose de manera inteligente de aquella. Hoy, la naturaleza ha sido soberbiamente atacada, y un día recuperará, por medio de la desgracia más extrema, lo que es suyo por natural derecho. El envanecimiento de algunos humanos no conoce límites. Lo malo es que suelen pagar justos por pecadores

Eduardo Fernández Rivas
Lugar de Fiunchedo; 29-09-2010

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