domingo, 26 de septiembre de 2010

CONSTITUCIÓN DE 1812, "LA PEPA"

CONMEMORACIÓN DE “LA PEPA”
LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA, PROMULGADA POR LAS CORTES GENERALES DE ESPAÑA EN CÁDIZ EL 19 DE MARZO DE 1812


Asisto Admirado y escandalizado, estos días en que se celebra la conmemoración de nuestra primera constitución, aquella de 1812 en la que se recogían los derechos del pueblo, y por lo tanto se mermaban muchos de aquellos privilegios que los despóticos monarcas y su clase, gozaban desde tiempos inmemoriales.

Lo de admirado me refiero a la estupidez de una gran mayoría de las gentes que poblamos este país, en todos sus niveles, al admitir tales cosas sin una reacción mediática y callejera, y escandalizado al ver como los monarcas presiden esos actos como si fuesen realmente proclives a ese tipo de sucesos que tanto les perjudica en su ansiado absolutismo, al que secretamente veneran, conspirando ocultamente, a la espera de mejores tiempos en los que retornen las monarquías absolutas, que en definitiva, serán siempre sus más escondidos deseos, y en ello, al menos internamente, han sido instruidos.

Los reyes juran la constitución, únicamente obligados por las circunstancias que se imponen social y políticamente. Cosa de los tiempos. Pero no olvidemos, que en la historia las regresiones son muy abundantes.

Volviendo a los actos de “La Pepa”, diré que mi mayor momento en el que me sentí escandalizado, no fue cuando vi al actual monarca español leyendo, sin emoción ni convencimiento alguno, un texto de gloria hacia aquella anciana Carta Magna, si no que fue cuando presidiéndolo todo, estaba una copia del retrato que el afrancesado Goya pintara, del padre de su tatarabuela Isabel II, el nefasto y criminal Fernando VII.

Este funesto rey, llamado “El Deseado”, ya que se encontraba en Francia, a la restauración en España de la dinastía borbónica en 1814, en nombre de tan execrable monarca, quien eliminó aquella constitución condenándola con todos sus próceres, encarcelando, torturando y ejecutando de manera sumarísima y cruel a todas aquellas gentes que contribuyeran a su redacción y que ante ella prestaran juramento. Las rentas de los territorios españoles de ultramar, así como los propios, mediante la aplicación de la constitución, pasaban a la hacienda estatal no a la privada del monarca. Fernando VII no podía tolerar tales cosas y otras. Goya tuvo que exiliarse, la cabeza le iba en ello. Con él muchos más de los grandes hombres y mujeres que había en el reino. Marianita Pineda, la granadina bordadora de la nueva bandera de las libertades fue también vilmente asesinada por orden real. El terror con ese rey detestado recorrió toda la geografía del reino de España y sus ya escasos territorios de ultramar.

Me pregunto: ¿en que país vivimos que consiente tales aberraciones? Y ¿qué clase de políticos tenemos que las imponen? ¿Ignorantes, o caras duras que se burlan de nosotros? ¡Vamos!, que la cosa resulta cuando menos, un esperpento macanudo. La burla de las democracias adultas, y la mofa y befa de reyes, y de los aristócratas más rancios es el resultado de toda esta farsa. Los aristócratas, esos inútiles y parásitos que siempre sorbieron la sangre de los pueblos, y a la espera están que esos tiempos, para ellos felices vuelvan, y de nuevo a vivir sin dar palo al agua como señorones por derecho divino. Pero para ello, necesitarían recuperar la monarquía absoluta, en donde se fundamentan esas detestables cosas. Ahora bien, los reyes juran las constituciones obligados por el ascenso de los poderes populares, pero jamás por devoción, ya que de esta manera se les permite reinar, aunque sea un poquito, a la espera, como ya dijimos, de mejores tiempos para sus jamás olvidadas ambiciones, y tradición absolutista.

¡Es cosa de risa si no fuese por lo grave del asunto! ¡Válgame Dios, y soy ateo, porque tengo sentido común!, ver al rey, descendiente de tanto sapo hacer público encomio de su enemiga “La venerable Pepa” ¡Qué cosas suceden hoy en día! Más le valiera al monarca, al menos por dignidad, no presentarse, aduciendo dolor de almorranas que prestarse, como adalid de las libertades, cosa de escarnio, a tal acto y con tal fin. ¡Una farsa válida únicamente para este infeliz país! Por otro lado, si los poderes públicos actuales pensaron de esa manera arrodillarlo, en la ficción de congratularse de las políticas democráticas y constitucionales, ¡buena la ha hecho, en mi opinión, han metido la pata!

Eduardo Fernández Rivas
Lugar de Fiunchedo; 26-09-2010

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