El próximo sábado, 9 de agosto de 2008, a partir de las 7 de la tarde, estaré firmando ejemplares de mi libro titulado “DIOSES Y FARAONES”, en la Feria del Libro de A Coruña (Jardines de Méndez Núñez). Caseta de Secretaría.
Agradeciendo de antemano su visita al acto… Eduardo Fernández Rivas
www.eduardorivas.es
http://rivaspintor.blogspot.com
http://diosesyfaraones.blogspot.com/
miércoles, 6 de agosto de 2008
martes, 8 de julio de 2008
SENTENCIA DE MUERTE A UN INOCENTE
EL TRIUNFO DEL ESPANTO ANTE LA CIUDADANÍA MÁS ATROPELLADA E INDIGNADA. COSAS PROPIAS DE GOBIERNOS MUNICIPALES ABSTRUSOS.
El día ocho de Julio de 2008, hablando con la concejala de urbanismo de Sada, a través de la línea telefónica, acerca del edificio que se está iniciando en el camino de Fiunchedo, entre la Casa de Manuel Losada Fernández y la de Gervasio Carballo Brasa, que de manera indudable, agrede al sentido común y a la razón, y sobre todo, presumo, que se está realizando, entre otros, un delito de impacto visual de proporciones infinitas, debido al apantallamiento más abominable. La señora concejala, María Xosé Carnota, ante mis requerimientos, sobre el caso, solo supo responder con evasivas, legalidades rancias de muy dudosa credibilidad, y ejemplos sobre guardia civiles y otras cosas inanes, propias de una bisoñez, que además, y por su comportamiento tozudo y obcecado, nada dispuesta al diálogo abierto y racional. Conducta que en mi opinión, la incapacitan para tal cargo. Todo en ella respondía al miedo, la confusión, y a la incompetencia más notorias, enrocándose en su postura, de una manera, incluso brusca e impertinente. Algo propio del sectarismo autoritario más contumaz.
Se mantenía de manera obstinada, en que la licencia estaba otorgada, y de ahí no salía. Al preguntarle si verdaderamente ella había visto in situ el asunto, me respondió que sí, y que aún sintiendo mucho la molestia causada a los vecinos, eso era lo que había, y ¡nada más que hablar! Nunca me respondió a mi pregunta de si veía aquello bien o no. Y que no se olvide la señora concejala que muchas veces lo legal, puede que no sea legítimo, y esto último, está muy por encima de aquello. Y además, las leyes, que se demuestran contra natura y contra razón, como presumo que pudiera ser el caso, se derogan o se cambian. Y que además, ¡sépalo!, no existe ley en el mundo, ni en la historia, que pueda superar la indignación de un pueblo libre, a no ser que se dé, dentro de opresoras y tiránicas dictaduras.
Y por otro lado, yo pregunto; ¿acaso cuando una sentencia irrevocable, pongamos de muerte, sobre un inocente, y posteriormente a esa emisión de sentencia, descubierto el error, prevaricación o cohecho, y encontrado el auténtico culpable, deberá darse marcha atrás, o ajusticiar al inocente? Señora concejala, ¡el caso es el mismo! Deberá darse marcha atrás. Busque Vd las vías legales adecuadas, si es que sabe y quiere, y arregle este despropósito, que como otros, labrarán la ruina, de aquellos gobiernos y personas que los permitan. Al parecer, en lo que al gobierno municipal de Sada toca, salimos de un soto y nos metimos en otro. O quizás sea mejor decir, “después de aquel, nos metimos en otro soto”. Qué aunque sea con nombre de hermano bueno, la verdad, yo ya no se si quedarme con la sinceridad descarnada y turbia de Caín, o dejarme engatusar por la falsa bondad victimista e interesada de un Abel, quien lo que buscaba era, únicamente, el seducir y sobornar a Dios, regalándole las mejores patatas de Carballo, y las mejores ovejas merinas. Y cada uno que lo entienda como quiera, o como su talento le dé a entender.
Y además opino, que el potencial armamentístico de EE.UU debe ser destruido.
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo: 08-07-2008
EL TRIUNFO DEL ESPANTO ANTE LA CIUDADANÍA MÁS ATROPELLADA E INDIGNADA. COSAS PROPIAS DE GOBIERNOS MUNICIPALES ABSTRUSOS.
El día ocho de Julio de 2008, hablando con la concejala de urbanismo de Sada, a través de la línea telefónica, acerca del edificio que se está iniciando en el camino de Fiunchedo, entre la Casa de Manuel Losada Fernández y la de Gervasio Carballo Brasa, que de manera indudable, agrede al sentido común y a la razón, y sobre todo, presumo, que se está realizando, entre otros, un delito de impacto visual de proporciones infinitas, debido al apantallamiento más abominable. La señora concejala, María Xosé Carnota, ante mis requerimientos, sobre el caso, solo supo responder con evasivas, legalidades rancias de muy dudosa credibilidad, y ejemplos sobre guardia civiles y otras cosas inanes, propias de una bisoñez, que además, y por su comportamiento tozudo y obcecado, nada dispuesta al diálogo abierto y racional. Conducta que en mi opinión, la incapacitan para tal cargo. Todo en ella respondía al miedo, la confusión, y a la incompetencia más notorias, enrocándose en su postura, de una manera, incluso brusca e impertinente. Algo propio del sectarismo autoritario más contumaz.
Se mantenía de manera obstinada, en que la licencia estaba otorgada, y de ahí no salía. Al preguntarle si verdaderamente ella había visto in situ el asunto, me respondió que sí, y que aún sintiendo mucho la molestia causada a los vecinos, eso era lo que había, y ¡nada más que hablar! Nunca me respondió a mi pregunta de si veía aquello bien o no. Y que no se olvide la señora concejala que muchas veces lo legal, puede que no sea legítimo, y esto último, está muy por encima de aquello. Y además, las leyes, que se demuestran contra natura y contra razón, como presumo que pudiera ser el caso, se derogan o se cambian. Y que además, ¡sépalo!, no existe ley en el mundo, ni en la historia, que pueda superar la indignación de un pueblo libre, a no ser que se dé, dentro de opresoras y tiránicas dictaduras.
Y por otro lado, yo pregunto; ¿acaso cuando una sentencia irrevocable, pongamos de muerte, sobre un inocente, y posteriormente a esa emisión de sentencia, descubierto el error, prevaricación o cohecho, y encontrado el auténtico culpable, deberá darse marcha atrás, o ajusticiar al inocente? Señora concejala, ¡el caso es el mismo! Deberá darse marcha atrás. Busque Vd las vías legales adecuadas, si es que sabe y quiere, y arregle este despropósito, que como otros, labrarán la ruina, de aquellos gobiernos y personas que los permitan. Al parecer, en lo que al gobierno municipal de Sada toca, salimos de un soto y nos metimos en otro. O quizás sea mejor decir, “después de aquel, nos metimos en otro soto”. Qué aunque sea con nombre de hermano bueno, la verdad, yo ya no se si quedarme con la sinceridad descarnada y turbia de Caín, o dejarme engatusar por la falsa bondad victimista e interesada de un Abel, quien lo que buscaba era, únicamente, el seducir y sobornar a Dios, regalándole las mejores patatas de Carballo, y las mejores ovejas merinas. Y cada uno que lo entienda como quiera, o como su talento le dé a entender.
Y además opino, que el potencial armamentístico de EE.UU debe ser destruido.
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo: 08-07-2008
domingo, 15 de junio de 2008
DEBATES NA TABERNA DO CROIO 11
DEBATES NA TABERNA DO CROIO 11
POLICÍAS CORRUPTOS, DELINCUENTES Y VERDUGOS
MISTERIOSAMENTE AMPARADOS
Y ahora, amigos míos, como es nuestra costumbre, trataremos el tema, que después de una acalorada, aunque respetuosa controversia, fue decidido por la mayoría de miembros de ambos géneros que configuran nuestra sencilla, pero activa y democrática agrupación que delibera, como ya saben, en nuestra entrañable “Taberna do Croio”. El tema, poco más o menos, podríamos titularlo: “Policías o ladrones” y “Políticos o lambones”.
Resulta inaudito, que tanto policías, como algunos guardias civiles, al servicio de la seguridad de la sociedad, parezcan más bien comisarios de una cruel inquisición. Y aún pagados además sus sueldos, con los impuestos ciudadanos, cometan, si no habitualmente, casi, actos nada acordes con la función de su destino, sino más bien conculcándolo, y abiertamente humillando, y a veces ultrajando a personas, que o bien, ningún delito han cometido, o a veces esos agentes, basándose en la frontera interpretativa de algunas leyes, y el torpe discernimiento de algunos, apliquen, por el solo hecho de molestar y escarnecer a sus sorprendidas víctimas, ciertos castigos y multas, que ellos mismos saben que no son ni éticos ni adecuados, y mucho menos racionales, y aunque legales, nunca legítimos. ¡Verdaderos atropellos! Las circunstancias, muchas veces especiales, e incluso de salud, en las que se desarrollan ciertas situaciones, en algunos test de alcoholemia, por ejemplo, también deben ser, en tales casos, analizadas. Sobre todo, cuando uno de esos policías, alias “El Galo”, o algo similar, lo que realiza, es sencillamente un perpetuo acoso, determinado, entre él, un extorsionador, la vergüenza y la deshonra de sus compañeros y superiores, a quienes mancilla con su conducta, y su detestable familia, de parecido, y aún peor comportamiento, hacia una de las personas más brillantes y destacadas, tanto intelectual como artísticamente, y más irreprochables y limpias, del municipio de Sada. Y aún molestando y agraviando a otras muchas, como todos en Sada sabemos, de muy diversas y delictivas maneras. Con su comportamiento, que se entere bien, se está labrando su ruina. Quisiéramos saber, yo y muchos más, el criterio que se ha seguido, y quien haya decidido, para admitir en ese cuerpo policial a individuos tan canallas.
Debido a las molestias, y a veces gastos y pérdidas de tiempo, que ocasionan los recursos (ellos lo saben), personas de esta manera perjudicadas, pechan injustamente con esa carga sin más. Este tipo de situaciones, si las leyes fuesen realmente redactadas para la protección de la sociedad, y no con afán recaudatorio, que es para lo que son, sería muy difícil que se diesen. Jamás podrían existir tales decretos leyes, en un país verdaderamente democrático. Los gobiernos, del nivel que sean, parece que únicamente crean leyes y decretos, con la finalidad de someter por el miedo inquisitorial y el atropello camuflado, más que de gobernar en libertad, racionalidad y justicia. Pasan unos alcaldes y vienen otros, que prometen, pero que como el año bisiesto, no cumplen, y por ello, esos sinvergüenzas de gorra, porra y pistola, para escándalo de las buenas gentes, todavía continúan en sus puestos. Claro que todo gobierno, sobre todo de corte autoritario, necesita de matones y desvergonzados entre sus agentes, para tener al pueblo atemorizado, y de esa manera, debilitado. Más fácil entonces, de controlar, que no gobernar. Muchas veces, y por naderías, te verás procesado en una especie de Auto de Fe, propio de tiempos pasados y de muy triste y sangriento recuerdo, donde la defensa del infeliz inocente inculpado, es únicamente mero trámite. Hipocresías legales, propias de un sistema jurídico interesado, ambiguo y engañoso, cómplice, o preso, de ciertos gobiernos y sistemas políticos autoritarios, plagados de simuladores demócratas, corruptos, abstrusos y demagogos.
Pero lo que de verdad resulta más escandaloso, es que algún policía, ya aludido, y que aquí en Sada, todos conocemos, después de haber cometido delitos de estupro, extorsión, y otros abusos de diferente índole y condición, sobre mujeres inmigrantes, asustadas e indefensas, sin papeles legales, o quizás dudosos, basándose en la fuerza que para un cobarde, da un uniforme con pistola al cinto, continúe en la posesión de su oficio y cargo, ¡algo asombroso! Otro inútil, en la calle Villa de Negreira de A Coruña, en plan chulo de morralla, poniendo injustas multas, como durante el aparcamiento momentáneo y propio de tres minutos, y sin molestar el discurrir normal del tráfico, de cargar material delante de la tienda de tu proveedor, te castigue con una multa, que además de injusta, resulta desproporcionada en la cantidad económica. Esa multa, pagando una especie de “mordida”, a través de ciertas oscuras vías, ya admitidas, se te quita, y santas pascuas. ¡Qué vergüenza!
Y lo que resulta más increíble y escandaloso, son ciertos patrimonios millonarios, como el del extorsionador antes aludido, impropios de un sueldo de policía municipal, ¿Dónde está hacienda? ¿Dónde la justicia y la ley? Agravios comparativos e imperdonables, hacia personas de bien. Resulta bien difícil en este país el creer en la justicia, en las leyes y en su aplicación, cuando aquella, generalmente, castiga a la víctima y beneficia abiertamente, al delincuente que tenga, aunque sea ocasionalmente, algo de poder y dinero.
Estas situaciones y comportamientos, me recuerdan al teniente civil del prebostazgo de París, al servicio del cardenal Richelieu (1585-1642), primer ministro del rey Luis XIII (1601-1643), Isaac de Laffemas, conocido como el verdugo del cardenal, o también, como el ahorcador de París. Sus comienzos como teniente de la guardia civil parisina, son bien conocidos. Violaba salvajemente a jóvenes, a quienes invitaba a salir de los burdeles, sus locales de trabajo, o aquellas que encontraba por la calle durante la noche. Su oficio, y sobre todo su protector, el todopoderoso cardenal Richelieu, favorecían la impunidad del miserable. De todas maneras, parece ser que Monsignore le Cardinal, le había advertido con tomar represalias si continuaba con esas execrables prácticas de sadismo incontrolado. El señor de Laffemas hacía oídos sordos a las reconvenciones del purpurado. Sabía que él era necesario para aterrorizar y asesinar a los enemigos declarados, y aún a los más ocultos y secretos, del implacable primer ministro del rey, ya que además, estaba el cardenal, directamente involucrado en las muertes y asesinatos de personas importantes, nobles y aristócratas, rebeldes hacia un rey católico y centralizador, quien les despojaba de sus privilegios, y educado por su catolicísima madre, la regente María de Médicis, cometidos por Isaac de Laffemas, ya que esos crímenes eran ordenados por el demonio rojo, el siniestro cardenal. La pescadilla que se muerde la cola. El amo en manos del esbirro y viceversa.
Después de la anterior reflexión, ¿no debiéramos hacer la observación siguiente?, que posiblemente esos policías actuales, corruptos y criminales, así como otros muchos funcionarios y cargos diversos, jueces, abogados, y todo tipo de magistrados, después de que hayan saltado sus detestables hechos a la arena pública, y continúen en sus puestos, será debido a la protección que se desprende de sus superiores, y de quienes hayan recibido en el pasado, órdenes comprometidas, de dudosa o ninguna legalidad. Muchas veces, apaños en los que se generan negocios ocultos que producen beneficios inconfesables y enormes, que de manera equitativa se han de repartir. De ahí, esos patrimonios, escandalosos por impropios, de ciertos agentes de policía, cuyas naturalezas están más inclinadas a cometer delitos que a perseguirlos, que en realidad es por lo que cobran. Conocedores de su poder, después de un tiempo de práctica en el cargo, lo ponen al servicio de sus intereses particulares, en complicidad comunicada, con los superiores cargos políticos o administrativos, y que de alguna manera, puede que interesadamente, les hayan introducido allí.
Estos policías, indudablemente están, sin saberlo, lo mismo que sus mentores, ofrendando al cruel asesino ahorcador de París: Isaac de Laffemas, el verdugo al servicio de Monsignore le Cardinal.
Tampoco he comprendido jamás, como algunos oportunistas metidos a políticos, convertido alguno en casi perenne alcalde, y que además, aunque provoque risa, se lo ha creído, y lleve en su ya destartalado y menguado hatillo, y además públicamente, la carga indecente de presunta falsificación de moneda, sin que las autoridades competentes, hayan determinado, al menos hasta ahora, con claridad, y públicamente, ese posible delito de gravedad máxima, dentro del concierto de los más importantes asuntos de estado de cualquier país, y mayormente en aquellos llamados demócratas.
De todas maneras, si las autoridades de esa competencia no actúan, estoy seguro que Juno Moneta, con el Derecho Romano en su frente, y desde su alta magistratura, tomará con el tiempo, nadie lo dude, cartas en el asunto. Ese politiquillo pendenciero y paleto, de ensoñaciones caribeñas y puro de Vuelta Abajo, y como chascarrillo, con amante en Pinar del Río, ofrenda a Guillaume Poirier y a Louis Allais, dos aventureros, también de la época de Laffemas, arrestados por acuñación de moneda falsa. Los tiempos cambian, es bien cierto, pero el ser humano permanece con sus hábitos, su naturaleza y sus costumbres. Aunque también es verdad, que en alguno de los casos a los que me he referido, pueda que exista una herencia delictiva, (genética o educacional, o ambas combinadas) incuestionable, en aquello de meter la mano en la caja, y demostrada al menos, durante tres generaciones consecutivas.
Y después, queridos lectores, de haber tratado tan espinoso tema, iremos ya preparando el del mes siguiente, reuniéndonos en a “Taberna do Croio” la semana próxima. Un abrazo y hasta pronto, el portavoz de la agrupación. ¡Vivan Sadas y Cosladas! Villas lindas y de ocio, y otras más, beneficiadas. ¡Que por un mismo negocio, todas ellas vinculadas!
Y además opino, que el poderío armamentístico de EE.UU, debe ser destruido.
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 30-10-2007
POLICÍAS CORRUPTOS, DELINCUENTES Y VERDUGOS
MISTERIOSAMENTE AMPARADOS
Y ahora, amigos míos, como es nuestra costumbre, trataremos el tema, que después de una acalorada, aunque respetuosa controversia, fue decidido por la mayoría de miembros de ambos géneros que configuran nuestra sencilla, pero activa y democrática agrupación que delibera, como ya saben, en nuestra entrañable “Taberna do Croio”. El tema, poco más o menos, podríamos titularlo: “Policías o ladrones” y “Políticos o lambones”.
Resulta inaudito, que tanto policías, como algunos guardias civiles, al servicio de la seguridad de la sociedad, parezcan más bien comisarios de una cruel inquisición. Y aún pagados además sus sueldos, con los impuestos ciudadanos, cometan, si no habitualmente, casi, actos nada acordes con la función de su destino, sino más bien conculcándolo, y abiertamente humillando, y a veces ultrajando a personas, que o bien, ningún delito han cometido, o a veces esos agentes, basándose en la frontera interpretativa de algunas leyes, y el torpe discernimiento de algunos, apliquen, por el solo hecho de molestar y escarnecer a sus sorprendidas víctimas, ciertos castigos y multas, que ellos mismos saben que no son ni éticos ni adecuados, y mucho menos racionales, y aunque legales, nunca legítimos. ¡Verdaderos atropellos! Las circunstancias, muchas veces especiales, e incluso de salud, en las que se desarrollan ciertas situaciones, en algunos test de alcoholemia, por ejemplo, también deben ser, en tales casos, analizadas. Sobre todo, cuando uno de esos policías, alias “El Galo”, o algo similar, lo que realiza, es sencillamente un perpetuo acoso, determinado, entre él, un extorsionador, la vergüenza y la deshonra de sus compañeros y superiores, a quienes mancilla con su conducta, y su detestable familia, de parecido, y aún peor comportamiento, hacia una de las personas más brillantes y destacadas, tanto intelectual como artísticamente, y más irreprochables y limpias, del municipio de Sada. Y aún molestando y agraviando a otras muchas, como todos en Sada sabemos, de muy diversas y delictivas maneras. Con su comportamiento, que se entere bien, se está labrando su ruina. Quisiéramos saber, yo y muchos más, el criterio que se ha seguido, y quien haya decidido, para admitir en ese cuerpo policial a individuos tan canallas.
Debido a las molestias, y a veces gastos y pérdidas de tiempo, que ocasionan los recursos (ellos lo saben), personas de esta manera perjudicadas, pechan injustamente con esa carga sin más. Este tipo de situaciones, si las leyes fuesen realmente redactadas para la protección de la sociedad, y no con afán recaudatorio, que es para lo que son, sería muy difícil que se diesen. Jamás podrían existir tales decretos leyes, en un país verdaderamente democrático. Los gobiernos, del nivel que sean, parece que únicamente crean leyes y decretos, con la finalidad de someter por el miedo inquisitorial y el atropello camuflado, más que de gobernar en libertad, racionalidad y justicia. Pasan unos alcaldes y vienen otros, que prometen, pero que como el año bisiesto, no cumplen, y por ello, esos sinvergüenzas de gorra, porra y pistola, para escándalo de las buenas gentes, todavía continúan en sus puestos. Claro que todo gobierno, sobre todo de corte autoritario, necesita de matones y desvergonzados entre sus agentes, para tener al pueblo atemorizado, y de esa manera, debilitado. Más fácil entonces, de controlar, que no gobernar. Muchas veces, y por naderías, te verás procesado en una especie de Auto de Fe, propio de tiempos pasados y de muy triste y sangriento recuerdo, donde la defensa del infeliz inocente inculpado, es únicamente mero trámite. Hipocresías legales, propias de un sistema jurídico interesado, ambiguo y engañoso, cómplice, o preso, de ciertos gobiernos y sistemas políticos autoritarios, plagados de simuladores demócratas, corruptos, abstrusos y demagogos.
Pero lo que de verdad resulta más escandaloso, es que algún policía, ya aludido, y que aquí en Sada, todos conocemos, después de haber cometido delitos de estupro, extorsión, y otros abusos de diferente índole y condición, sobre mujeres inmigrantes, asustadas e indefensas, sin papeles legales, o quizás dudosos, basándose en la fuerza que para un cobarde, da un uniforme con pistola al cinto, continúe en la posesión de su oficio y cargo, ¡algo asombroso! Otro inútil, en la calle Villa de Negreira de A Coruña, en plan chulo de morralla, poniendo injustas multas, como durante el aparcamiento momentáneo y propio de tres minutos, y sin molestar el discurrir normal del tráfico, de cargar material delante de la tienda de tu proveedor, te castigue con una multa, que además de injusta, resulta desproporcionada en la cantidad económica. Esa multa, pagando una especie de “mordida”, a través de ciertas oscuras vías, ya admitidas, se te quita, y santas pascuas. ¡Qué vergüenza!
Y lo que resulta más increíble y escandaloso, son ciertos patrimonios millonarios, como el del extorsionador antes aludido, impropios de un sueldo de policía municipal, ¿Dónde está hacienda? ¿Dónde la justicia y la ley? Agravios comparativos e imperdonables, hacia personas de bien. Resulta bien difícil en este país el creer en la justicia, en las leyes y en su aplicación, cuando aquella, generalmente, castiga a la víctima y beneficia abiertamente, al delincuente que tenga, aunque sea ocasionalmente, algo de poder y dinero.
Estas situaciones y comportamientos, me recuerdan al teniente civil del prebostazgo de París, al servicio del cardenal Richelieu (1585-1642), primer ministro del rey Luis XIII (1601-1643), Isaac de Laffemas, conocido como el verdugo del cardenal, o también, como el ahorcador de París. Sus comienzos como teniente de la guardia civil parisina, son bien conocidos. Violaba salvajemente a jóvenes, a quienes invitaba a salir de los burdeles, sus locales de trabajo, o aquellas que encontraba por la calle durante la noche. Su oficio, y sobre todo su protector, el todopoderoso cardenal Richelieu, favorecían la impunidad del miserable. De todas maneras, parece ser que Monsignore le Cardinal, le había advertido con tomar represalias si continuaba con esas execrables prácticas de sadismo incontrolado. El señor de Laffemas hacía oídos sordos a las reconvenciones del purpurado. Sabía que él era necesario para aterrorizar y asesinar a los enemigos declarados, y aún a los más ocultos y secretos, del implacable primer ministro del rey, ya que además, estaba el cardenal, directamente involucrado en las muertes y asesinatos de personas importantes, nobles y aristócratas, rebeldes hacia un rey católico y centralizador, quien les despojaba de sus privilegios, y educado por su catolicísima madre, la regente María de Médicis, cometidos por Isaac de Laffemas, ya que esos crímenes eran ordenados por el demonio rojo, el siniestro cardenal. La pescadilla que se muerde la cola. El amo en manos del esbirro y viceversa.
Después de la anterior reflexión, ¿no debiéramos hacer la observación siguiente?, que posiblemente esos policías actuales, corruptos y criminales, así como otros muchos funcionarios y cargos diversos, jueces, abogados, y todo tipo de magistrados, después de que hayan saltado sus detestables hechos a la arena pública, y continúen en sus puestos, será debido a la protección que se desprende de sus superiores, y de quienes hayan recibido en el pasado, órdenes comprometidas, de dudosa o ninguna legalidad. Muchas veces, apaños en los que se generan negocios ocultos que producen beneficios inconfesables y enormes, que de manera equitativa se han de repartir. De ahí, esos patrimonios, escandalosos por impropios, de ciertos agentes de policía, cuyas naturalezas están más inclinadas a cometer delitos que a perseguirlos, que en realidad es por lo que cobran. Conocedores de su poder, después de un tiempo de práctica en el cargo, lo ponen al servicio de sus intereses particulares, en complicidad comunicada, con los superiores cargos políticos o administrativos, y que de alguna manera, puede que interesadamente, les hayan introducido allí.
Estos policías, indudablemente están, sin saberlo, lo mismo que sus mentores, ofrendando al cruel asesino ahorcador de París: Isaac de Laffemas, el verdugo al servicio de Monsignore le Cardinal.
Tampoco he comprendido jamás, como algunos oportunistas metidos a políticos, convertido alguno en casi perenne alcalde, y que además, aunque provoque risa, se lo ha creído, y lleve en su ya destartalado y menguado hatillo, y además públicamente, la carga indecente de presunta falsificación de moneda, sin que las autoridades competentes, hayan determinado, al menos hasta ahora, con claridad, y públicamente, ese posible delito de gravedad máxima, dentro del concierto de los más importantes asuntos de estado de cualquier país, y mayormente en aquellos llamados demócratas.
De todas maneras, si las autoridades de esa competencia no actúan, estoy seguro que Juno Moneta, con el Derecho Romano en su frente, y desde su alta magistratura, tomará con el tiempo, nadie lo dude, cartas en el asunto. Ese politiquillo pendenciero y paleto, de ensoñaciones caribeñas y puro de Vuelta Abajo, y como chascarrillo, con amante en Pinar del Río, ofrenda a Guillaume Poirier y a Louis Allais, dos aventureros, también de la época de Laffemas, arrestados por acuñación de moneda falsa. Los tiempos cambian, es bien cierto, pero el ser humano permanece con sus hábitos, su naturaleza y sus costumbres. Aunque también es verdad, que en alguno de los casos a los que me he referido, pueda que exista una herencia delictiva, (genética o educacional, o ambas combinadas) incuestionable, en aquello de meter la mano en la caja, y demostrada al menos, durante tres generaciones consecutivas.
Y después, queridos lectores, de haber tratado tan espinoso tema, iremos ya preparando el del mes siguiente, reuniéndonos en a “Taberna do Croio” la semana próxima. Un abrazo y hasta pronto, el portavoz de la agrupación. ¡Vivan Sadas y Cosladas! Villas lindas y de ocio, y otras más, beneficiadas. ¡Que por un mismo negocio, todas ellas vinculadas!
Y además opino, que el poderío armamentístico de EE.UU, debe ser destruido.
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 30-10-2007
jueves, 3 de abril de 2008
PEDERASTIA Y HOMOSEXUALIDAD EN LA GRECIA CLÁSICA
UN VIAJE EN EL TIEMPO POR EL EROS HOMOSEXUAL
I
Hoy en día, en que tanto asusta y escandaliza el término pederastia, que etimológicamente, y en aquel entorno, propio de la Grecia arcaica y clásica, debemos entenderlo siempre, como algo dentro de la práctica homosexual entre adultos y jóvenes adolescentes. Los llamados efebos, bellos jóvenes que ya habían remontado la pubertad. Nunca con niños de corta edad, cosa esta que era considerada como algo execrable y duramente castigado. Además no se debe confundir el término pederastia con el de paidofilia o pedofilia. El término griego “paidos”, tiene una amplísima significación. Pudiendo referirse tanto a niños impúberes, como también a los adolescentes entre 15 y 18 años de edad, que es en donde se mueve el ámbito pederástico. Como ya hemos dicho, entre adultos, todavía esplendidos, y efebos. Estos últimos, aunque adolescentes ya consumados, en la flor de la belleza fresca, breve e irrepetible, propia de la resplandeciente juventud, y con más que suficiente capacidad para saber lo que se hace, sobre todo, dentro de una cultura, la griega fundamentalmente, que era, en la Antigüedad Clásica, no solo proclive, sino profundamente respetuosa con ese tipo de relaciones tan privadas e íntimas, alentada además, y promovida, desde algunas importantes instituciones académicas y estatales, e incluso privadas, como luego veremos.
Aquí no trataremos de paidofilia, sino de pederastia, en la que siempre son dos varones los protagonistas, nunca lesbianas, ni otro tipo de mujeres, por la sencilla razón que aquella implicaba penetración anal.
Paidofilia o pedofilia, significa, que tanto hombres como mujeres, adultos, sienten una atracción primaria y enfermiza por niños impúberes. Después de lo dicho, y aclarada la diferencia entre pedofilia y pederastia, debemos comentar que en la Grecia Antigua, y sobre todo, entre las clases más elevadas, no solo era de buen tono el que un hombre adulto y maduro, tuviese por amante a un muchacho, con la edad propia, sino que esa práctica se veía refrendada por instituciones legales de enseñanza, en las que se impartían clases de pederastia, no de pedofilia, generalmente dentro de una paidética, indudablemente refinada, exclusiva de las clases superiores. Entre las múltiples disciplinas docentes, también se les instruía, en aquellas que eran propias de la iniciación a todas las variantes de que la naturaleza dota al diverso y rico ámbito del mundo del eros, e incluso, por aproximación, del sexual.
El ambiente, por otra parte, tan masculino de la palestra, resultaba uno de los lugares más adecuados para los encuentros pederásticos, donde con facilidad, en la contemplación de la belleza anatómica de los boxeadores y luchadores, surgían los contactos pederastas, de amores entre varones adultos, quienes ya habiendo sido adolescentes habían participado como erómenos del amor pederástico, y también los hermosos efebos.
La palestra estaba decorada en suelos, muros y estatuaria exenta, con figuras en mármol de dioses y héroes; Apolo, Heracles, Hermes, pero sobre todo la representación indispensable del dios más antiguo, por el que todo existe, Eros, el amor en estado activo. Divinidad, esta última, a quien los amores pederásticos rendían un culto especial y decisivo.
Todo, créanlo, es nada más que cuestión de creencias, y sobre todo de educación. Si hoy nos escandalizamos de estas cosas, es, por un lado, la falta de preparación académica en ese ámbito, debido a la secular influencia católica en todos los niveles de enseñanza, y por otro, y de alguna manera emanada del anterior, la nefasta santurronería hipócrita de la moral cristiana, fanática de creencias y supersticiones, y ayuno interesado de conocimientos, de la que somos presos desde hace siglos, y por lo tanto, en la creencia de que todo lo que la iglesia cristiana condena o aplaude es verdadero, cuando en realidad, y generalmente, no suele ser así. Permitidas por esa perversa situación que admitió, desde hace ya muchos siglos, a la doctrina cristiana y a sus ministros trufar todos los niveles de enseñanza y de poder políticos, modificando conciencias y comportamientos, se emiten leyes totalmente erróneas y crueles, ya que sus fabricantes viven, casi sin darse cuenta, por educación y tradición, inmersos en un profundo y fanático cristianismo, sobre todo el católico, el más retorcido, fundamentalista, y antinatural, o bien, debido en esos jueces legisladores, al secular peso ejercido por la tradición cristiana más homofóbica, convirtiendo, de esa manera, las erróneas costumbres e imposiciones, en leyes desafortunadas y crueles. Asimismo, médicos absurdos, más sujetos a esa trasnochada moral cristiana, ramplona y mojigata, que a la ciencia que han estudiado, diagnostican, enfermedades inexistentes, que torturan a pacientes sanos y confundidos, camufladas dentro de un cientifismo torcido, y asistidas por tratamientos ultrajantes, nacidos al calor enfermizo de unas tradiciones espurias, insertas en una religión anacrónica, macabra y contranatura. Como nadie tiene la culpa de nacer con unas inclinaciones sexuales u otras, y que además es cosa natural, como aquella de tener ojos verdes o negros, o ser más alto o más bajo, o de raza negra o blanca, y por ello, a nadie hay que culpar. Serán entonces, los padres, desde la infancia de sus hijos, quienes pueden darse cuenta de la orientación erótica de los mismos, por esto, ellos, los padres, son los más adecuados para instruirles en la naturalidad y normalidad de esa situación, sin traumas ni reproches, y enviarles, si existieran, a perfeccionar aquellas inclinaciones naturales, por lo tanto legítimas, a las academias propias. En un país progresista y moderno, ya esos temas debieran impartirse en todos los niveles de educación y enseñanza, de manera gradual, adecuada a la edad de los educandos, dentro de la iniciación al mundo sexual, con la finalidad de procurar, con esa enseñanza abierta, y libre de rancias prohibiciones, una vida, sexual y emocionalmente feliz y plena, a toda la ciudadanía. No hará falta citar aquí a Segismundo Freud, de quien todos sabemos, la enorme importancia que concedió al mundo del sexo sin tabúes, y de su necesidad de aplicación, para poder disfrutar de una vida con cierto equilibrio emocional. Todo está en la educación y en la enseñanza.
La sociedad debe estar formada para crear el ambiente de normalidad apropiado en el ámbito homosexual, y los legisladores y políticos, desde los niveles más básicos de las instituciones de gobierno, hasta las más elevadas, deben ser abiertos y formados dentro de una enseñanza laica, libre de adoctrinamientos religiosos, y respetuosa con lo diferente, tan natural y legítimo como lo demás. Los clérigos y sus influencias en los gobiernos, serán siempre peligrosos y dañinos para todo tipo de gobiernos libres, progresistas, abiertos y demócratas. De no ser así, entonces, deben aquellos políticos que tengan esa carencia, recibir obligatoriamente cursos adecuados de agiornamento en esa línea. Necesitan indudablemente reciclarse, demostrando luego la eficacia y comprensión de esos cursos. De no ser así, y continuar con su ultramontanismo en aquel ámbito, estarán incapacitados para toda clase de gestión de gobiernos en democracia.
II
Muchos siglos antes de que Grecia o Roma existiesen, en el Antiguo Egipto, la descripción en pinturas murales y bajorrelieves, pone de manifiesto, una cultura y religión, expresa en cuanto a la adoración y veneración del falo divino, por parte de faraones de lo más grande, como militares, y altamente fecundos y generadores de cientos de vástagos. Ejemplo que podría resultar paradigmático es el del mismísimo Ramsés II (XIX dinastía, segunda parte del Imperio Nuevo), llamado el grande, con cientos de esposas y cientos de hijos. Las representaciones de uno de los aspectos del dios Amón de Tebas, como dios itifálico Min, con su pene erecto, contemplado y venerado por ese mismo faraón, de rodillas, y ofrendando al falo divino, no ofrece dudas en el ámbito que aquí tratamos. Una especie de homosexualidad dentro de lo más sagrado. El mismo Alejandro Magno está representado en el santuario del dios de Tebas, en el templo de Luxor, ofrendando también al falo erecto del dios Min.
La familia amárnica, en muchas de sus representaciones, manifiesta un evidente comportamiento homosexual. El caso más llamativo, el de Akhenaten (Amenhotep IV, dinastía XVIII, Imperio Nuevo) y su hermano Smenkhare. Y no hablemos de la llamada “Tumba del Manicuro” de finales del Imperio Antiguo, en donde las representaciones de una pareja de hombres, en unas posturas de cariño y afecto, resultan indiscutibles. En la opinión de muchos investigadores, dejan patente una homosexualidad manifiesta, sin estridencias, y por lo que de ello se desprende, socialmente aceptada como algo natural, y por ello, digno de vivir plena y abiertamente.
III
Pero volvamos a la Grecia Antigua y a la pederastia. El “erasta” (erastes) del verbo griego “erao” amar apasionadamente, (amante), hombre adulto y maduro, quien podría ser el pedagogo, o el mejor amigo del padre del muchacho, y qué generalmente elegía al “erómeno”,verbo erao, (amado), adolescente de entre 15 y 18 años, (edad en la que el ser humano, por naturaleza, y acompañada esta, de una instrucción adecuada en el mundo del eros, está ya, de manera indiscutible, capacitado para el intercambio amoroso), con la finalidad de instruirle en su actividad política o carrera militar, o ambas cosas y muchas otras como serían el campo de la belleza y del amor por excelencia que, según el arquetipo de la época, al menos entre la clase aristocrática, refinada e intelectualmente formada, era el viril. El amor entre hombres. Es bien cierto que entre el pueblo más llano, este tipo de comportamiento podría resultar, además de incomprensible, casi aberrante. Por ello digo, que todo es cuestión de educación y de creencias. El mismo Homero, es muy cuidadoso con el sexo explícito en toda su obra. Es algo que jamás toca, en ninguna de sus vertientes. Y mucho menos el homosexual. Por ello me inclino a pensar que era un autor de masas, y que por esto su obra estaría más destinada a la clase llana, que a los refinados miembros de la selecta clase política e intelectual. Otros autores de la antigüedad, sí tocan el tema abiertamente, como por ejemplo: Jenofonte, aristócrata ateniense, y alumno de Sócrates, quien habla explícita y notablemente, en su Lacedemonia, de la instrucción pederástica de los jóvenes espartanos, también Safo, Tucídides, Estrabón, Platón, Aristóteles, Plutarco y varios más. La lista sería interminable.
El mismísimo Zeus Olímpico, rey de los dioses en el panteón heleno, siente debilidad y fuertes deseos eróticos, a pesar de sus más que abundantes escarceos con diosas y con bellas mortales, de quienes tiene una nutrida prole, por bellos jovencitos, a los que incluso rapta para su propio placer. Ganímedes podría ser el paradigma de ello. Aquiles, el aguerrido y violento héroe de “La Ilíada”, en el canto XVIII, al recibir la noticia de la muerte de su amado Patroclo, (amor homosexual entre adultos, por ello no pederástico), grita y se desespera, tratando de arrancarse los cabellos, y arrojándose desnudo a las arenas de la playa de Troya, cubriéndose de ceniza, y restregándose contra ellas como un animal fuera de si. Las esclavas obtenidas en el botín, después del asedio y toma de Limeso, por Aquiles y Patroclo, estremecidas ante tanto dolor, corrieron, llorando desesperadas a las puertas de la tienda para colocarse al lado de Aquiles, y sostenerle ante tanta angustia, y golpeándose el pecho ante aquel dolor, transidas por la pena cayeron de rodillas por falta de fuerza para mantenerse erguidas. Antíloco, el mensajero de tan funesta noticia, vertiendo lágrimas, sujetaba con fuerza las manos temblorosas de Aquiles, por temor a que este con un afilado cuchillo de hierro se cortase la garganta. Exhalaba el Pelida espantosos gemidos, convocando a su madre la diosa Tetis, princesa de las Nereidas, para que le ayudase a soportar tanto dolor.
Negábase el desesperado Aquiles a la cremación del cadáver del objeto de su amor, hasta que el mismo Patroclo, como un espectro, se le aparece durante aquella noche de tanto lamento. Aquiles trastornado, al ver la idolatrada imagen, y tratando de abrazarla en su alucinación, no puede tocarle, ya que la aparición es, aunque luminosa, vaga e inmaterial. Sus manos se cuelan a través de la difuminada y astral imagen que desaparece en la noche negra y turbulenta. Le pide el difunto, antes de la desaparición fantasmal, la cremación, sin la cual nunca podría entrar en el Hades, permaneciendo, de esa manera, errante para siempre. Destrozado y deseando morir, y así reunirse con su amado, consintió Aquiles lo que aquella adorada imagen espectral demandaba. Gimiendo como un animal profundamente herido, y presa de esa desesperación, exclama a voces, enloquecido por el dolor de la pérdida, qué ni la noticia de la muerte de su padre, o la de su único hijo, Neoptólemo, le procurarían mayor dolor que la pérdida de Patroclo, su amado e insustituible compañero.
Es de destacar que nunca en la Grecia clásica se acuñó término alguno que distinguiese el amor entre gentes del mismo género. Pero es que ni siquiera el término heterosexual es conocido. El amor y sus diferentes prácticas y tendencias, lo englobaban todo en ese ámbito. De lo cual también se deduce que veían la práctica sexual, o cualquier tipo de amor entre personas del mismo género, como algo normal por natural.
En Esparta, lo mismo que en Creta (Estrabón), era llevado el efebo, el erómeno, por parte del erasta al “andreion”, como legalizando públicamente, una especie de unión de pareja de hecho, de tipo matrimonial, al margen de que el erasta estuviese o no casado y con hijos, con una mujer. Luego pasaban dos meses en el campo, como disfrutando de lo que nosotros llamaríamos, una luna de miel, y al regreso se recibía al joven con atenciones festivas, y el amante le regalaba al amado una coraza, un escudo, y una espada. Objetos realmente importantes y distinguidos en aquellas épocas. Se convertía de hecho, en escudero del caballero adulto. Flecos de estas cosas se transmitieron, debido a la nutrida y dilatada herencia de la Roma Clásica, a través de la Edad Media, por todo occidente y Oriente Medio, y aunque habitualmente, de carácter simbólico, no significa que en ocasiones la relación entre caballero y escudero, durante este período del medioevo y el Renacimiento, no pudiese pasar a otro plano más placentero. Uno de los ejemplos más claros, todavía hoy, lo tenemos en el ámbito más católico y conservador, quizás como símbolo, con su auténtico sentido confuso, perdido u olvidado, propio de aquellas tradiciones clásicas, y que es aquella relación existente entre el párroco y su ayudante el coadjutor, una especie de escudero, habitualmente más joven. Un residuo viviente que quizás provenga de aquellas maneras de comportamiento a la griega.
La mujer, con un papel insignificante en aquellas sociedades, generalmente era vista, únicamente como procreadora, si exceptuamos, claro está, a las “hetairas”. Una especie de cortesanas obligatoriamente cultas y hermosas. Estas eran las únicas que podían ser recibidas en los “simposia” o reuniones intelectuales y festivas masculinas, convocadas habitualmente por los varones de la más granada aristocracia.
Las instituciones de educación pederástica gozaban de gran prestigio y estima. Filósofos: Sócrates que atraía y tenía encandilada a la juventud ateniense por sus conocimientos en el ámbito del eros, Platón, amante de Alexis o de Dión. Su academia, en la que durante generaciones los maestros se sucedían de esta manera, de maduros erastas a los que habían sido jóvenes erómenos, ya erastas, resultando probablemente, la instrucción académica, salpicada de amor apasionado entre aquellos varones, maestros y alumnos, donde el ideal amoroso de la perfección, concluía en el “alumbramiento” que suponía la adquisición de conocimientos y sabiduría del efebo. Aristóteles fue amante de su discípulo Hermias. Eurípides fue amante del trágico Agatón. Fidias de su alumno Agorácrito, y el médico Teomedonte, lo fue del astrónomo Eudoxo de Cnido. "Son muchos [Plut. Erot. 929], los amantes que disputaron hermosos y honestos muchachos a los tiranos." Cita el ejemplo clásico de los Tiranicidas de Atenas, de la conspiración urdida en el 514 a.d.C., contra los Pisistrátidas por Aristogitón y su amado Harmodio, que era objeto del asedio de Hiparco, el de Antileón, que mató al tirano de Metaponto y (¿o?) Heraclea, a causa del bello Hiparino; el de Caritón y Melanipo, que conspiraron contra Fálaris de Agrigento y muchos otros.
Médicos, artistas, poetas, los políticos y los militares sobre todo, disfrutaban de aquellas costumbres tan naturales y tradicionales, instaladas en sociedades muy civilizadas, y todo ello fomentado por los diferentes gobiernos democráticos helenos. El espartano, tan militar y viril, fue el más activo en el fomento institucional de ese amor pederástico homosexual. (La instrucción de las juventudes Hitlerianas, de pensamiento anticristiano, de alguna manera, hay que pensar que sus ideólogos, se inspiraron, en aquella camaradería pederástica, propia de la viril milicia espartana). Decían, además los pensadores espartanos, en la línea platónica, que un ejército invencible sería aquel que estuviese formado por parejas masculinas, quienes amándose profundamente, jamás consentirían en ser vencidos. Ciertamente, primero Górgidas en su batallón selecto y después Pelópidas, general tebano, con un escuadrón al que llamó sagrado, y formado dentro de esas características, llevó a Tebas, la rival eterna de Atenas, a la hegemonía militar durante unos años. Podríamos decir, que la penetración anal, al menos en este especial concepto heleno del amor entre dos hombres, se habría de ver como el medio físico y profundo de transmitir el coraje y el ardor guerrero entre varones. Nunca como humillación de uno a otro, como maliciosamente nos han querido hacer ver. No olvidemos, que la tradición antigua resulta unánime al vincular la práctica de la pederastia al valor y al coraje.
Solo la intransigencia machista judía, luego la mojigatería de la república romana, que hipócritamente permitió estos comportamientos, y como colofón, la farsante y maniquea moral cristiana, con sus leyes y decretos contranatura, sobre todo, dentro del ámbito más íntimo y privado del ser, y como excremento de la Roma imperial más decadente, fueron quienes acabaron con estas enseñanzas y prácticas legítimas y naturales, condenándolas como aberraciones, dentro de la erradicación más ciega y abstrusa de aquel paganismo mas culto y refinado. Pero ellos, los jerarcas apostólico-romanos, desde dentro, al modo de revenidos emperadores romanos, y a escondidas de la burlada y engañada sociedad, dentro de sus muros, las realizaron con fruición, pasión y deleite. Lo peor, y ahí, al menos en mi opinión está el crimen, es que esas prácticas suelen cometerlas esos clérigos, con impúberes, niños de tierna edad, impropia para ese tipo de experiencias, y además, y ahí está el horrendo sentimiento de culpabilidad, sin preparación académica alguna, ni adecuada. Ello convierte de esa manera, al “pederasta”, más bien pedófilo, en un ser degradado y execrable, y a la tierna víctima en un humillado y un ultrajado. El crimen no tiene perdón. A la iglesia católica le cabe el despreciable baldón de haber impuesto su doble moral, tanto en estas cosas como en otras muchas, prohibiéndolo casi todo, al convertirlo en pecado, equivalente el término a delito sagrado, pero, a la luz de las noticias en estas últimas décadas, sabemos de las prácticas católicas de pedofilia ultrajante, realizada a escondidas y con coacciones atemorizadoras, a sus pupilos o alumnos, obligándoles, desde una autoridad abusadora, a humillaciones de lo más aberrante e indecente. Y como ya hemos dicho, a una edad impropia y sin preparación alguna. Recuerdan, en esas prácticas aberrantes, al emperador romano Tiberio, quien al decir del cronista romano Suetonio, en su obra “Vida de los Doce Césares”, Libro Tercero; XLIV: “Se le achacan torpezas tan infamantes que apenas se osa describirlas u oírlas exponer, y menos aún creerlas. Se dice que había habituado a niños de corta edad, a los que llamaba “sus pececillos”, a ponerse a jugar entre sus muslos mientras nadaba, para excitarle poco a poco con sus lenguas y sus mordiscos. Se dice incluso que, a modo de seno, daba a mamar sus órganos genitales a niños bastante grandes, pero que todavía no habían sido destetados”.
Prohibieron los jerarcas del catolicismo más recalcitrante, todo a las sociedades y a sus individuos, pero ellos se benefician, en la práctica deshonrosa, artera y degradante, de realizar interiormente lo que pública y socialmente condenan desde hace casi dos mil años. No hay mayor ejercicio de hipocresía, ni de desvergüenza más descarada y ofensiva. Se justifican, diciendo que en toda actividad humana, aparecen individuos perversos, bien, pero no vemos, por parte de la más alta jerarquía eclesiástica, e incluso civil, que es lo más escandaloso dentro de un agravio comparativo, que se apliquen los castigos adecuados a estos delincuentes de sotana, mitra y tiara pontificia. La historia está plagada de todas estas perversiones y anomalías farisaicas católicas.
Como ya al principio hemos dicho, todo es cuestión de educación. Pero que sea igual para todos, y con ciclos apropiados a la edad.
La mojigata Roma republicana, quien queriendo ser la heredera de los valores sociales y públicos de la Hélade más democrática, si bien optó por algunos, otros, los concernientes a la homosexualidad, los condenó entre burlas y chascarrillos, aunque hipócritamente los consintió. Y además, lo mismo que el gran Alejandro, la mayoría de sus hombres más célebres tuvieron una activa vida homosexual, conocida públicamente. Entre ellos podríamos citar al dictador Lucio Cornelio Sila, Marco Antonio, a Julio César, y muchos otros dentro del período republicano, y ya no hablemos de la época imperial, inaugurada con el pervertido Augusto, en la que la mayoría de aquellos emperadores, ancestros viciosos del papado católico, se dieron a toda clase de variantes lujuriosas. Acuñó Roma toda una abundosa terminología dirigida al descrédito y mofa de esas prácticas. Entre aquellos insultos y befas, tenemos el de llamar a los homosexuales “saltatrix tonsa” o bailarina que se afeita, “fellator” que significa mamón, “irrumator” a quien se la maman, y muchas otras, que pretendían herir a las personas que practicaban esa clase de sexo, por otro lado, y como ya hemos repetido hasta la saciedad, tan natural y legítima, como cualquier otra forma de vivir la experiencia sexual y erótica.
IV
De todos modos, si la pederastia, que no la pedofilia, como hemos visto, era fomentada entre los varones griegos, a una edad adecuada, no debemos olvidar tampoco, que la natural, o buscada relación lésbica, ya fuera por imitación del comportamiento masculino, o bien por nacimiento intelectual, entre aquellas mujeres más distinguidas y preparadas académicamente, tuvo asimismo su aparición y grandeza entre las griegas, al menos entre aquellas que sintieron la inquietud de la igualdad de géneros, dentro de las posibilidades que las limitaciones, eso siempre, que les pudiesen permitir aquellas leyes helenas, en donde la ciudad era una especie de club masculino, y en la cual a la mujer, al menos según Hesiodo en su Teogonía, se la conocía, desde aquella doncella, Pandora, la esposa de Epimeteo, hermano de Prometeo, como la causante de todas las desgracias del hombre y del mundo. Prometeo había encerrado en una caja a todos los males. Pandora no pudiendo vencer su curiosidad, abrió el cofre y llenó de maldad al mundo, solo quedó encerrada en ella la esperanza. Pandora es el ancestro de las “femeninas mujeres”, que Zeus había encargado fabricar al cojo Hephaistos, como el castigo más grande, e ineludible por necesario, para el hombre: Pandora o “el bello mal”.
Como quiera que fuese, la mujer, a la difícil búsqueda de la igualdad, de derechos y deberes, se lanzó también a crear instituciones y escuelas en la línea del amor entre féminas como un canto, entre otras cosas, a su independencia más genuina. La más famosa de todas ellas fue la poetisa Safo de Lesbos. Creó una escuela, donde la mujer, además de ser instruida en todas aquellas cosas, que al menos tradicionalmente le son propias, como el cuidado profundo de su belleza, en la que nada se dejaba al azar, lo era también en aquellas otras del amor entre mujeres. La gimnasia en todas sus formas, la música, el canto y los instrumentos, la apolínea lira era el preferido, la elección de trajes y colores, el arte de la pintura, y otras muchas cosas, formaban parte de la instrucción de aquellas mujeres. No olvidemos que estamos hablando de mujeres de clase privilegiada, nunca de campesinas o hembras de condición considerada inferior, quienes difícilmente tendrían acceso a una formación académica, y al disfrute del refinamiento que produce el ambiente más culto de las clases elevadas.
También hay que decir, que si bien la mayoría de los versos y composiciones poéticas dedicadas al amado, entre los hombres, solían encaminarse hacia lo sublime y heroico, las obras dedicadas a una amada, por parte de su amante femenina, resultan más fogosas y físicas. De alguna manera, o no alcanzaron la admirada inefabilidad que se desprendía de la relación entre varones, ya fuera por ser menor en el tiempo aquella experiencia, o bien porque realmente el sentir del hombre, al estar inmerso en la gloria de las guerras y las batallas, así como en el quehacer cívico del deber político, y en todas las actividades superiores, aquella no tuvo el tiempo suficiente para alcanzar la belleza de lo sublime en los amores homosexuales femeninos.
Ejemplos de lesbianas famosas, son muy numerosos, y entre ellos podríamos citar a la misma Safo, enamorada de adolescentes de ambos géneros, a quienes ensalzaba en sus poemas ardientes. Se suicida, ya mayor, a causa del amor no correspondido, que sentía hacia una de sus pupilas. Juana de arco, también lesbiana, Cristina de Suecia, Catalina Erauso, la monja alférez, de vida rocambolesca, cargada de trifulcas y muertes. Catalina de Médici, reina de Francia, con su cortejo de jóvenes hermosas, a la manera de una alegre Artemisa, moderna, divertida y promiscua. Isadora Duncan, Virginia Wolf, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Angelina Jolie, la protagonista femenina, entre otras películas, de la titulada Alejandro Magno, de quien hace de madre. En fin, la lista sería interminable. De todas maneras, diremos que también en la Roma Clásica, además de tener constancia de bodas entre féminas, existían así mismo, baños para mujeres, en los cuales, damas casadas y matronas reconocidas por sus virtudes, gustaban de solazarse con otras mujeres en esos baños públicos femeninos. El emperador Tiberio legisló contra esas prácticas. Aunque el muy cuco, por lo que hemos visto anteriormente, se saltaba sus propias leyes. Cosas infamantes de Papas y emperadores, que vienen a ser lo mismo. Casta viciosa y depravada.
Santo Tomás, en su difundida obra: “Suma Teológica” incluyó entre los pecados contra natura y de execrable lujuria, la cópula entre mujeres, condenando esas prácticas como uno de los más detestables pecados de la carne. Sostiene que existen cuatro categorías de vicios contra la naturaleza; la masturbación, coito con animales, coito en posición no natural y cópula homosexual de ambos géneros. Y yo me pregunto que, ¿quien es ese Tomás, elevado a la categoría de santo, y otros de su misma camada, para decretar sobre tales cosas, únicamente propias de la intimidad de cada uno? Un castrador, probablemente perturbado, debido quizás a graves carencias personales y físicas en ese ámbito, unidas a un perverso y mojigato fanatismo judeo cristiano de lo más profundo y detestable.
Conclusión
De la obra fragmentaria que poseemos, salida de la mano de la fogosa Safo, se desprenden lágrimas de despecho y de traición desconsolada, debidas, a la ausencia subrepticia de alguna educanda, quien prefirió huir y casarse con varón, abandonando el lecho, antes compartido con sus condiscípulas y maestras.
¡Tu que te sientas en trono resplandeciente,
inmortal Afrodita!
¡Hija de Zeus, sabia en las artes de amor, te suplico,
augusta diosa, no consientas que, en el dolor,
perezca mi alma!
Safo; comienzo de la “Oda a Afrodita” 600 a.d.C.
La mayoría de edad en aquellos tiempos del mundo clásico, correspondía al inicio de la pubertad. Cuando la criatura humana desarrolla naturalmente sus potencias procreadoras. Resulta indiscutible que al tiempo que el cambio hormonal se produce, el desarrollo mental, naturalmente, ha de ir paralelo. Por lo tanto el ser humano, sufrido ese cambio, deja de ser niño, convirtiéndose en hombre o mujer, joven, por supuesto, pero apto para el trabajo, para la procreación y para el voto en todo tipo de sufragios. Este era el ambiente de la mayoría de edad, en aquel período tan brillante de la Grecia Clásica. Y aquellos jóvenes, no niños, así instruidos en el eros, adecuadamente a su nueva edad púber.
Las sociedades judeo cristianas, por tradición y perversión, no solo mantienen al adolescente en un infantilismo recalcitrante y confuso, sino también, y en la medida de lo posible, a todos sus seguidores, de la edad que estos sean.
Con aquellas premisas entenderemos que la pederastia habría de ser legal por irrefutabilidad natural. En nuestras sociedades se mantiene, y de manera ficticia, y como ya hemos dicho, en el infantilismo más torpe e inseguro, generador, muchas veces de violencia y enfrentamientos generacionales, a jóvenes que al ser púberes tienen todas las condiciones naturales para decidir libremente, y expresar con todo el derecho que le otorga la naturaleza, sus propias inclinaciones y deseos naturales. Ninguna ley debe poner coto a la naturaleza cuando esta, y dentro de la intimidad más genuina, no agrede ni violenta a nada ni a nadie, únicamente a fundamentalistas religiosos y tradicionalistas inanes. Es a estos, y de una vez por todas, apeándoles de sus cargos políticos y educacionales, quien los tuviera, a quienes habría que poner en su sitio.
Después de todo lo leído en torno al amor sublime, que los griegos refinados, cifraban solo en la homosexualidad, podemos concluir con la frase siguiente, que en mi opinión, resume todo ese sentir, y toda esa filosofía de la belleza dentro del eros más luminoso: “El amor heterosexual para procrear, y el amor homosexual para disfrutar”
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 24-08-2006
UN VIAJE EN EL TIEMPO POR EL EROS HOMOSEXUAL
I
Hoy en día, en que tanto asusta y escandaliza el término pederastia, que etimológicamente, y en aquel entorno, propio de la Grecia arcaica y clásica, debemos entenderlo siempre, como algo dentro de la práctica homosexual entre adultos y jóvenes adolescentes. Los llamados efebos, bellos jóvenes que ya habían remontado la pubertad. Nunca con niños de corta edad, cosa esta que era considerada como algo execrable y duramente castigado. Además no se debe confundir el término pederastia con el de paidofilia o pedofilia. El término griego “paidos”, tiene una amplísima significación. Pudiendo referirse tanto a niños impúberes, como también a los adolescentes entre 15 y 18 años de edad, que es en donde se mueve el ámbito pederástico. Como ya hemos dicho, entre adultos, todavía esplendidos, y efebos. Estos últimos, aunque adolescentes ya consumados, en la flor de la belleza fresca, breve e irrepetible, propia de la resplandeciente juventud, y con más que suficiente capacidad para saber lo que se hace, sobre todo, dentro de una cultura, la griega fundamentalmente, que era, en la Antigüedad Clásica, no solo proclive, sino profundamente respetuosa con ese tipo de relaciones tan privadas e íntimas, alentada además, y promovida, desde algunas importantes instituciones académicas y estatales, e incluso privadas, como luego veremos.
Aquí no trataremos de paidofilia, sino de pederastia, en la que siempre son dos varones los protagonistas, nunca lesbianas, ni otro tipo de mujeres, por la sencilla razón que aquella implicaba penetración anal.
Paidofilia o pedofilia, significa, que tanto hombres como mujeres, adultos, sienten una atracción primaria y enfermiza por niños impúberes. Después de lo dicho, y aclarada la diferencia entre pedofilia y pederastia, debemos comentar que en la Grecia Antigua, y sobre todo, entre las clases más elevadas, no solo era de buen tono el que un hombre adulto y maduro, tuviese por amante a un muchacho, con la edad propia, sino que esa práctica se veía refrendada por instituciones legales de enseñanza, en las que se impartían clases de pederastia, no de pedofilia, generalmente dentro de una paidética, indudablemente refinada, exclusiva de las clases superiores. Entre las múltiples disciplinas docentes, también se les instruía, en aquellas que eran propias de la iniciación a todas las variantes de que la naturaleza dota al diverso y rico ámbito del mundo del eros, e incluso, por aproximación, del sexual.
El ambiente, por otra parte, tan masculino de la palestra, resultaba uno de los lugares más adecuados para los encuentros pederásticos, donde con facilidad, en la contemplación de la belleza anatómica de los boxeadores y luchadores, surgían los contactos pederastas, de amores entre varones adultos, quienes ya habiendo sido adolescentes habían participado como erómenos del amor pederástico, y también los hermosos efebos.
La palestra estaba decorada en suelos, muros y estatuaria exenta, con figuras en mármol de dioses y héroes; Apolo, Heracles, Hermes, pero sobre todo la representación indispensable del dios más antiguo, por el que todo existe, Eros, el amor en estado activo. Divinidad, esta última, a quien los amores pederásticos rendían un culto especial y decisivo.
Todo, créanlo, es nada más que cuestión de creencias, y sobre todo de educación. Si hoy nos escandalizamos de estas cosas, es, por un lado, la falta de preparación académica en ese ámbito, debido a la secular influencia católica en todos los niveles de enseñanza, y por otro, y de alguna manera emanada del anterior, la nefasta santurronería hipócrita de la moral cristiana, fanática de creencias y supersticiones, y ayuno interesado de conocimientos, de la que somos presos desde hace siglos, y por lo tanto, en la creencia de que todo lo que la iglesia cristiana condena o aplaude es verdadero, cuando en realidad, y generalmente, no suele ser así. Permitidas por esa perversa situación que admitió, desde hace ya muchos siglos, a la doctrina cristiana y a sus ministros trufar todos los niveles de enseñanza y de poder políticos, modificando conciencias y comportamientos, se emiten leyes totalmente erróneas y crueles, ya que sus fabricantes viven, casi sin darse cuenta, por educación y tradición, inmersos en un profundo y fanático cristianismo, sobre todo el católico, el más retorcido, fundamentalista, y antinatural, o bien, debido en esos jueces legisladores, al secular peso ejercido por la tradición cristiana más homofóbica, convirtiendo, de esa manera, las erróneas costumbres e imposiciones, en leyes desafortunadas y crueles. Asimismo, médicos absurdos, más sujetos a esa trasnochada moral cristiana, ramplona y mojigata, que a la ciencia que han estudiado, diagnostican, enfermedades inexistentes, que torturan a pacientes sanos y confundidos, camufladas dentro de un cientifismo torcido, y asistidas por tratamientos ultrajantes, nacidos al calor enfermizo de unas tradiciones espurias, insertas en una religión anacrónica, macabra y contranatura. Como nadie tiene la culpa de nacer con unas inclinaciones sexuales u otras, y que además es cosa natural, como aquella de tener ojos verdes o negros, o ser más alto o más bajo, o de raza negra o blanca, y por ello, a nadie hay que culpar. Serán entonces, los padres, desde la infancia de sus hijos, quienes pueden darse cuenta de la orientación erótica de los mismos, por esto, ellos, los padres, son los más adecuados para instruirles en la naturalidad y normalidad de esa situación, sin traumas ni reproches, y enviarles, si existieran, a perfeccionar aquellas inclinaciones naturales, por lo tanto legítimas, a las academias propias. En un país progresista y moderno, ya esos temas debieran impartirse en todos los niveles de educación y enseñanza, de manera gradual, adecuada a la edad de los educandos, dentro de la iniciación al mundo sexual, con la finalidad de procurar, con esa enseñanza abierta, y libre de rancias prohibiciones, una vida, sexual y emocionalmente feliz y plena, a toda la ciudadanía. No hará falta citar aquí a Segismundo Freud, de quien todos sabemos, la enorme importancia que concedió al mundo del sexo sin tabúes, y de su necesidad de aplicación, para poder disfrutar de una vida con cierto equilibrio emocional. Todo está en la educación y en la enseñanza.
La sociedad debe estar formada para crear el ambiente de normalidad apropiado en el ámbito homosexual, y los legisladores y políticos, desde los niveles más básicos de las instituciones de gobierno, hasta las más elevadas, deben ser abiertos y formados dentro de una enseñanza laica, libre de adoctrinamientos religiosos, y respetuosa con lo diferente, tan natural y legítimo como lo demás. Los clérigos y sus influencias en los gobiernos, serán siempre peligrosos y dañinos para todo tipo de gobiernos libres, progresistas, abiertos y demócratas. De no ser así, entonces, deben aquellos políticos que tengan esa carencia, recibir obligatoriamente cursos adecuados de agiornamento en esa línea. Necesitan indudablemente reciclarse, demostrando luego la eficacia y comprensión de esos cursos. De no ser así, y continuar con su ultramontanismo en aquel ámbito, estarán incapacitados para toda clase de gestión de gobiernos en democracia.
II
Muchos siglos antes de que Grecia o Roma existiesen, en el Antiguo Egipto, la descripción en pinturas murales y bajorrelieves, pone de manifiesto, una cultura y religión, expresa en cuanto a la adoración y veneración del falo divino, por parte de faraones de lo más grande, como militares, y altamente fecundos y generadores de cientos de vástagos. Ejemplo que podría resultar paradigmático es el del mismísimo Ramsés II (XIX dinastía, segunda parte del Imperio Nuevo), llamado el grande, con cientos de esposas y cientos de hijos. Las representaciones de uno de los aspectos del dios Amón de Tebas, como dios itifálico Min, con su pene erecto, contemplado y venerado por ese mismo faraón, de rodillas, y ofrendando al falo divino, no ofrece dudas en el ámbito que aquí tratamos. Una especie de homosexualidad dentro de lo más sagrado. El mismo Alejandro Magno está representado en el santuario del dios de Tebas, en el templo de Luxor, ofrendando también al falo erecto del dios Min.
La familia amárnica, en muchas de sus representaciones, manifiesta un evidente comportamiento homosexual. El caso más llamativo, el de Akhenaten (Amenhotep IV, dinastía XVIII, Imperio Nuevo) y su hermano Smenkhare. Y no hablemos de la llamada “Tumba del Manicuro” de finales del Imperio Antiguo, en donde las representaciones de una pareja de hombres, en unas posturas de cariño y afecto, resultan indiscutibles. En la opinión de muchos investigadores, dejan patente una homosexualidad manifiesta, sin estridencias, y por lo que de ello se desprende, socialmente aceptada como algo natural, y por ello, digno de vivir plena y abiertamente.
III
Pero volvamos a la Grecia Antigua y a la pederastia. El “erasta” (erastes) del verbo griego “erao” amar apasionadamente, (amante), hombre adulto y maduro, quien podría ser el pedagogo, o el mejor amigo del padre del muchacho, y qué generalmente elegía al “erómeno”,verbo erao, (amado), adolescente de entre 15 y 18 años, (edad en la que el ser humano, por naturaleza, y acompañada esta, de una instrucción adecuada en el mundo del eros, está ya, de manera indiscutible, capacitado para el intercambio amoroso), con la finalidad de instruirle en su actividad política o carrera militar, o ambas cosas y muchas otras como serían el campo de la belleza y del amor por excelencia que, según el arquetipo de la época, al menos entre la clase aristocrática, refinada e intelectualmente formada, era el viril. El amor entre hombres. Es bien cierto que entre el pueblo más llano, este tipo de comportamiento podría resultar, además de incomprensible, casi aberrante. Por ello digo, que todo es cuestión de educación y de creencias. El mismo Homero, es muy cuidadoso con el sexo explícito en toda su obra. Es algo que jamás toca, en ninguna de sus vertientes. Y mucho menos el homosexual. Por ello me inclino a pensar que era un autor de masas, y que por esto su obra estaría más destinada a la clase llana, que a los refinados miembros de la selecta clase política e intelectual. Otros autores de la antigüedad, sí tocan el tema abiertamente, como por ejemplo: Jenofonte, aristócrata ateniense, y alumno de Sócrates, quien habla explícita y notablemente, en su Lacedemonia, de la instrucción pederástica de los jóvenes espartanos, también Safo, Tucídides, Estrabón, Platón, Aristóteles, Plutarco y varios más. La lista sería interminable.
El mismísimo Zeus Olímpico, rey de los dioses en el panteón heleno, siente debilidad y fuertes deseos eróticos, a pesar de sus más que abundantes escarceos con diosas y con bellas mortales, de quienes tiene una nutrida prole, por bellos jovencitos, a los que incluso rapta para su propio placer. Ganímedes podría ser el paradigma de ello. Aquiles, el aguerrido y violento héroe de “La Ilíada”, en el canto XVIII, al recibir la noticia de la muerte de su amado Patroclo, (amor homosexual entre adultos, por ello no pederástico), grita y se desespera, tratando de arrancarse los cabellos, y arrojándose desnudo a las arenas de la playa de Troya, cubriéndose de ceniza, y restregándose contra ellas como un animal fuera de si. Las esclavas obtenidas en el botín, después del asedio y toma de Limeso, por Aquiles y Patroclo, estremecidas ante tanto dolor, corrieron, llorando desesperadas a las puertas de la tienda para colocarse al lado de Aquiles, y sostenerle ante tanta angustia, y golpeándose el pecho ante aquel dolor, transidas por la pena cayeron de rodillas por falta de fuerza para mantenerse erguidas. Antíloco, el mensajero de tan funesta noticia, vertiendo lágrimas, sujetaba con fuerza las manos temblorosas de Aquiles, por temor a que este con un afilado cuchillo de hierro se cortase la garganta. Exhalaba el Pelida espantosos gemidos, convocando a su madre la diosa Tetis, princesa de las Nereidas, para que le ayudase a soportar tanto dolor.
Negábase el desesperado Aquiles a la cremación del cadáver del objeto de su amor, hasta que el mismo Patroclo, como un espectro, se le aparece durante aquella noche de tanto lamento. Aquiles trastornado, al ver la idolatrada imagen, y tratando de abrazarla en su alucinación, no puede tocarle, ya que la aparición es, aunque luminosa, vaga e inmaterial. Sus manos se cuelan a través de la difuminada y astral imagen que desaparece en la noche negra y turbulenta. Le pide el difunto, antes de la desaparición fantasmal, la cremación, sin la cual nunca podría entrar en el Hades, permaneciendo, de esa manera, errante para siempre. Destrozado y deseando morir, y así reunirse con su amado, consintió Aquiles lo que aquella adorada imagen espectral demandaba. Gimiendo como un animal profundamente herido, y presa de esa desesperación, exclama a voces, enloquecido por el dolor de la pérdida, qué ni la noticia de la muerte de su padre, o la de su único hijo, Neoptólemo, le procurarían mayor dolor que la pérdida de Patroclo, su amado e insustituible compañero.
Es de destacar que nunca en la Grecia clásica se acuñó término alguno que distinguiese el amor entre gentes del mismo género. Pero es que ni siquiera el término heterosexual es conocido. El amor y sus diferentes prácticas y tendencias, lo englobaban todo en ese ámbito. De lo cual también se deduce que veían la práctica sexual, o cualquier tipo de amor entre personas del mismo género, como algo normal por natural.
En Esparta, lo mismo que en Creta (Estrabón), era llevado el efebo, el erómeno, por parte del erasta al “andreion”, como legalizando públicamente, una especie de unión de pareja de hecho, de tipo matrimonial, al margen de que el erasta estuviese o no casado y con hijos, con una mujer. Luego pasaban dos meses en el campo, como disfrutando de lo que nosotros llamaríamos, una luna de miel, y al regreso se recibía al joven con atenciones festivas, y el amante le regalaba al amado una coraza, un escudo, y una espada. Objetos realmente importantes y distinguidos en aquellas épocas. Se convertía de hecho, en escudero del caballero adulto. Flecos de estas cosas se transmitieron, debido a la nutrida y dilatada herencia de la Roma Clásica, a través de la Edad Media, por todo occidente y Oriente Medio, y aunque habitualmente, de carácter simbólico, no significa que en ocasiones la relación entre caballero y escudero, durante este período del medioevo y el Renacimiento, no pudiese pasar a otro plano más placentero. Uno de los ejemplos más claros, todavía hoy, lo tenemos en el ámbito más católico y conservador, quizás como símbolo, con su auténtico sentido confuso, perdido u olvidado, propio de aquellas tradiciones clásicas, y que es aquella relación existente entre el párroco y su ayudante el coadjutor, una especie de escudero, habitualmente más joven. Un residuo viviente que quizás provenga de aquellas maneras de comportamiento a la griega.
La mujer, con un papel insignificante en aquellas sociedades, generalmente era vista, únicamente como procreadora, si exceptuamos, claro está, a las “hetairas”. Una especie de cortesanas obligatoriamente cultas y hermosas. Estas eran las únicas que podían ser recibidas en los “simposia” o reuniones intelectuales y festivas masculinas, convocadas habitualmente por los varones de la más granada aristocracia.
Las instituciones de educación pederástica gozaban de gran prestigio y estima. Filósofos: Sócrates que atraía y tenía encandilada a la juventud ateniense por sus conocimientos en el ámbito del eros, Platón, amante de Alexis o de Dión. Su academia, en la que durante generaciones los maestros se sucedían de esta manera, de maduros erastas a los que habían sido jóvenes erómenos, ya erastas, resultando probablemente, la instrucción académica, salpicada de amor apasionado entre aquellos varones, maestros y alumnos, donde el ideal amoroso de la perfección, concluía en el “alumbramiento” que suponía la adquisición de conocimientos y sabiduría del efebo. Aristóteles fue amante de su discípulo Hermias. Eurípides fue amante del trágico Agatón. Fidias de su alumno Agorácrito, y el médico Teomedonte, lo fue del astrónomo Eudoxo de Cnido. "Son muchos [Plut. Erot. 929], los amantes que disputaron hermosos y honestos muchachos a los tiranos." Cita el ejemplo clásico de los Tiranicidas de Atenas, de la conspiración urdida en el 514 a.d.C., contra los Pisistrátidas por Aristogitón y su amado Harmodio, que era objeto del asedio de Hiparco, el de Antileón, que mató al tirano de Metaponto y (¿o?) Heraclea, a causa del bello Hiparino; el de Caritón y Melanipo, que conspiraron contra Fálaris de Agrigento y muchos otros.
Médicos, artistas, poetas, los políticos y los militares sobre todo, disfrutaban de aquellas costumbres tan naturales y tradicionales, instaladas en sociedades muy civilizadas, y todo ello fomentado por los diferentes gobiernos democráticos helenos. El espartano, tan militar y viril, fue el más activo en el fomento institucional de ese amor pederástico homosexual. (La instrucción de las juventudes Hitlerianas, de pensamiento anticristiano, de alguna manera, hay que pensar que sus ideólogos, se inspiraron, en aquella camaradería pederástica, propia de la viril milicia espartana). Decían, además los pensadores espartanos, en la línea platónica, que un ejército invencible sería aquel que estuviese formado por parejas masculinas, quienes amándose profundamente, jamás consentirían en ser vencidos. Ciertamente, primero Górgidas en su batallón selecto y después Pelópidas, general tebano, con un escuadrón al que llamó sagrado, y formado dentro de esas características, llevó a Tebas, la rival eterna de Atenas, a la hegemonía militar durante unos años. Podríamos decir, que la penetración anal, al menos en este especial concepto heleno del amor entre dos hombres, se habría de ver como el medio físico y profundo de transmitir el coraje y el ardor guerrero entre varones. Nunca como humillación de uno a otro, como maliciosamente nos han querido hacer ver. No olvidemos, que la tradición antigua resulta unánime al vincular la práctica de la pederastia al valor y al coraje.
Solo la intransigencia machista judía, luego la mojigatería de la república romana, que hipócritamente permitió estos comportamientos, y como colofón, la farsante y maniquea moral cristiana, con sus leyes y decretos contranatura, sobre todo, dentro del ámbito más íntimo y privado del ser, y como excremento de la Roma imperial más decadente, fueron quienes acabaron con estas enseñanzas y prácticas legítimas y naturales, condenándolas como aberraciones, dentro de la erradicación más ciega y abstrusa de aquel paganismo mas culto y refinado. Pero ellos, los jerarcas apostólico-romanos, desde dentro, al modo de revenidos emperadores romanos, y a escondidas de la burlada y engañada sociedad, dentro de sus muros, las realizaron con fruición, pasión y deleite. Lo peor, y ahí, al menos en mi opinión está el crimen, es que esas prácticas suelen cometerlas esos clérigos, con impúberes, niños de tierna edad, impropia para ese tipo de experiencias, y además, y ahí está el horrendo sentimiento de culpabilidad, sin preparación académica alguna, ni adecuada. Ello convierte de esa manera, al “pederasta”, más bien pedófilo, en un ser degradado y execrable, y a la tierna víctima en un humillado y un ultrajado. El crimen no tiene perdón. A la iglesia católica le cabe el despreciable baldón de haber impuesto su doble moral, tanto en estas cosas como en otras muchas, prohibiéndolo casi todo, al convertirlo en pecado, equivalente el término a delito sagrado, pero, a la luz de las noticias en estas últimas décadas, sabemos de las prácticas católicas de pedofilia ultrajante, realizada a escondidas y con coacciones atemorizadoras, a sus pupilos o alumnos, obligándoles, desde una autoridad abusadora, a humillaciones de lo más aberrante e indecente. Y como ya hemos dicho, a una edad impropia y sin preparación alguna. Recuerdan, en esas prácticas aberrantes, al emperador romano Tiberio, quien al decir del cronista romano Suetonio, en su obra “Vida de los Doce Césares”, Libro Tercero; XLIV: “Se le achacan torpezas tan infamantes que apenas se osa describirlas u oírlas exponer, y menos aún creerlas. Se dice que había habituado a niños de corta edad, a los que llamaba “sus pececillos”, a ponerse a jugar entre sus muslos mientras nadaba, para excitarle poco a poco con sus lenguas y sus mordiscos. Se dice incluso que, a modo de seno, daba a mamar sus órganos genitales a niños bastante grandes, pero que todavía no habían sido destetados”.
Prohibieron los jerarcas del catolicismo más recalcitrante, todo a las sociedades y a sus individuos, pero ellos se benefician, en la práctica deshonrosa, artera y degradante, de realizar interiormente lo que pública y socialmente condenan desde hace casi dos mil años. No hay mayor ejercicio de hipocresía, ni de desvergüenza más descarada y ofensiva. Se justifican, diciendo que en toda actividad humana, aparecen individuos perversos, bien, pero no vemos, por parte de la más alta jerarquía eclesiástica, e incluso civil, que es lo más escandaloso dentro de un agravio comparativo, que se apliquen los castigos adecuados a estos delincuentes de sotana, mitra y tiara pontificia. La historia está plagada de todas estas perversiones y anomalías farisaicas católicas.
Como ya al principio hemos dicho, todo es cuestión de educación. Pero que sea igual para todos, y con ciclos apropiados a la edad.
La mojigata Roma republicana, quien queriendo ser la heredera de los valores sociales y públicos de la Hélade más democrática, si bien optó por algunos, otros, los concernientes a la homosexualidad, los condenó entre burlas y chascarrillos, aunque hipócritamente los consintió. Y además, lo mismo que el gran Alejandro, la mayoría de sus hombres más célebres tuvieron una activa vida homosexual, conocida públicamente. Entre ellos podríamos citar al dictador Lucio Cornelio Sila, Marco Antonio, a Julio César, y muchos otros dentro del período republicano, y ya no hablemos de la época imperial, inaugurada con el pervertido Augusto, en la que la mayoría de aquellos emperadores, ancestros viciosos del papado católico, se dieron a toda clase de variantes lujuriosas. Acuñó Roma toda una abundosa terminología dirigida al descrédito y mofa de esas prácticas. Entre aquellos insultos y befas, tenemos el de llamar a los homosexuales “saltatrix tonsa” o bailarina que se afeita, “fellator” que significa mamón, “irrumator” a quien se la maman, y muchas otras, que pretendían herir a las personas que practicaban esa clase de sexo, por otro lado, y como ya hemos repetido hasta la saciedad, tan natural y legítima, como cualquier otra forma de vivir la experiencia sexual y erótica.
IV
De todos modos, si la pederastia, que no la pedofilia, como hemos visto, era fomentada entre los varones griegos, a una edad adecuada, no debemos olvidar tampoco, que la natural, o buscada relación lésbica, ya fuera por imitación del comportamiento masculino, o bien por nacimiento intelectual, entre aquellas mujeres más distinguidas y preparadas académicamente, tuvo asimismo su aparición y grandeza entre las griegas, al menos entre aquellas que sintieron la inquietud de la igualdad de géneros, dentro de las posibilidades que las limitaciones, eso siempre, que les pudiesen permitir aquellas leyes helenas, en donde la ciudad era una especie de club masculino, y en la cual a la mujer, al menos según Hesiodo en su Teogonía, se la conocía, desde aquella doncella, Pandora, la esposa de Epimeteo, hermano de Prometeo, como la causante de todas las desgracias del hombre y del mundo. Prometeo había encerrado en una caja a todos los males. Pandora no pudiendo vencer su curiosidad, abrió el cofre y llenó de maldad al mundo, solo quedó encerrada en ella la esperanza. Pandora es el ancestro de las “femeninas mujeres”, que Zeus había encargado fabricar al cojo Hephaistos, como el castigo más grande, e ineludible por necesario, para el hombre: Pandora o “el bello mal”.
Como quiera que fuese, la mujer, a la difícil búsqueda de la igualdad, de derechos y deberes, se lanzó también a crear instituciones y escuelas en la línea del amor entre féminas como un canto, entre otras cosas, a su independencia más genuina. La más famosa de todas ellas fue la poetisa Safo de Lesbos. Creó una escuela, donde la mujer, además de ser instruida en todas aquellas cosas, que al menos tradicionalmente le son propias, como el cuidado profundo de su belleza, en la que nada se dejaba al azar, lo era también en aquellas otras del amor entre mujeres. La gimnasia en todas sus formas, la música, el canto y los instrumentos, la apolínea lira era el preferido, la elección de trajes y colores, el arte de la pintura, y otras muchas cosas, formaban parte de la instrucción de aquellas mujeres. No olvidemos que estamos hablando de mujeres de clase privilegiada, nunca de campesinas o hembras de condición considerada inferior, quienes difícilmente tendrían acceso a una formación académica, y al disfrute del refinamiento que produce el ambiente más culto de las clases elevadas.
También hay que decir, que si bien la mayoría de los versos y composiciones poéticas dedicadas al amado, entre los hombres, solían encaminarse hacia lo sublime y heroico, las obras dedicadas a una amada, por parte de su amante femenina, resultan más fogosas y físicas. De alguna manera, o no alcanzaron la admirada inefabilidad que se desprendía de la relación entre varones, ya fuera por ser menor en el tiempo aquella experiencia, o bien porque realmente el sentir del hombre, al estar inmerso en la gloria de las guerras y las batallas, así como en el quehacer cívico del deber político, y en todas las actividades superiores, aquella no tuvo el tiempo suficiente para alcanzar la belleza de lo sublime en los amores homosexuales femeninos.
Ejemplos de lesbianas famosas, son muy numerosos, y entre ellos podríamos citar a la misma Safo, enamorada de adolescentes de ambos géneros, a quienes ensalzaba en sus poemas ardientes. Se suicida, ya mayor, a causa del amor no correspondido, que sentía hacia una de sus pupilas. Juana de arco, también lesbiana, Cristina de Suecia, Catalina Erauso, la monja alférez, de vida rocambolesca, cargada de trifulcas y muertes. Catalina de Médici, reina de Francia, con su cortejo de jóvenes hermosas, a la manera de una alegre Artemisa, moderna, divertida y promiscua. Isadora Duncan, Virginia Wolf, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Angelina Jolie, la protagonista femenina, entre otras películas, de la titulada Alejandro Magno, de quien hace de madre. En fin, la lista sería interminable. De todas maneras, diremos que también en la Roma Clásica, además de tener constancia de bodas entre féminas, existían así mismo, baños para mujeres, en los cuales, damas casadas y matronas reconocidas por sus virtudes, gustaban de solazarse con otras mujeres en esos baños públicos femeninos. El emperador Tiberio legisló contra esas prácticas. Aunque el muy cuco, por lo que hemos visto anteriormente, se saltaba sus propias leyes. Cosas infamantes de Papas y emperadores, que vienen a ser lo mismo. Casta viciosa y depravada.
Santo Tomás, en su difundida obra: “Suma Teológica” incluyó entre los pecados contra natura y de execrable lujuria, la cópula entre mujeres, condenando esas prácticas como uno de los más detestables pecados de la carne. Sostiene que existen cuatro categorías de vicios contra la naturaleza; la masturbación, coito con animales, coito en posición no natural y cópula homosexual de ambos géneros. Y yo me pregunto que, ¿quien es ese Tomás, elevado a la categoría de santo, y otros de su misma camada, para decretar sobre tales cosas, únicamente propias de la intimidad de cada uno? Un castrador, probablemente perturbado, debido quizás a graves carencias personales y físicas en ese ámbito, unidas a un perverso y mojigato fanatismo judeo cristiano de lo más profundo y detestable.
Conclusión
De la obra fragmentaria que poseemos, salida de la mano de la fogosa Safo, se desprenden lágrimas de despecho y de traición desconsolada, debidas, a la ausencia subrepticia de alguna educanda, quien prefirió huir y casarse con varón, abandonando el lecho, antes compartido con sus condiscípulas y maestras.
¡Tu que te sientas en trono resplandeciente,
inmortal Afrodita!
¡Hija de Zeus, sabia en las artes de amor, te suplico,
augusta diosa, no consientas que, en el dolor,
perezca mi alma!
Safo; comienzo de la “Oda a Afrodita” 600 a.d.C.
La mayoría de edad en aquellos tiempos del mundo clásico, correspondía al inicio de la pubertad. Cuando la criatura humana desarrolla naturalmente sus potencias procreadoras. Resulta indiscutible que al tiempo que el cambio hormonal se produce, el desarrollo mental, naturalmente, ha de ir paralelo. Por lo tanto el ser humano, sufrido ese cambio, deja de ser niño, convirtiéndose en hombre o mujer, joven, por supuesto, pero apto para el trabajo, para la procreación y para el voto en todo tipo de sufragios. Este era el ambiente de la mayoría de edad, en aquel período tan brillante de la Grecia Clásica. Y aquellos jóvenes, no niños, así instruidos en el eros, adecuadamente a su nueva edad púber.
Las sociedades judeo cristianas, por tradición y perversión, no solo mantienen al adolescente en un infantilismo recalcitrante y confuso, sino también, y en la medida de lo posible, a todos sus seguidores, de la edad que estos sean.
Con aquellas premisas entenderemos que la pederastia habría de ser legal por irrefutabilidad natural. En nuestras sociedades se mantiene, y de manera ficticia, y como ya hemos dicho, en el infantilismo más torpe e inseguro, generador, muchas veces de violencia y enfrentamientos generacionales, a jóvenes que al ser púberes tienen todas las condiciones naturales para decidir libremente, y expresar con todo el derecho que le otorga la naturaleza, sus propias inclinaciones y deseos naturales. Ninguna ley debe poner coto a la naturaleza cuando esta, y dentro de la intimidad más genuina, no agrede ni violenta a nada ni a nadie, únicamente a fundamentalistas religiosos y tradicionalistas inanes. Es a estos, y de una vez por todas, apeándoles de sus cargos políticos y educacionales, quien los tuviera, a quienes habría que poner en su sitio.
Después de todo lo leído en torno al amor sublime, que los griegos refinados, cifraban solo en la homosexualidad, podemos concluir con la frase siguiente, que en mi opinión, resume todo ese sentir, y toda esa filosofía de la belleza dentro del eros más luminoso: “El amor heterosexual para procrear, y el amor homosexual para disfrutar”
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 24-08-2006
viernes, 14 de marzo de 2008
POLÍTICOS DE PACOTILLA: LADRONES Y BUJARRONES
POLÍTICOS DE PACOTILLA,
CARCOMA COMO POLILLA
Y CONSTRUCCIÓN EN LA VILLA. VA EN LA LISTA CERRADA LA CORRUPCIÓN CAMUFLADA
Políticos de pacotilla,
Alcaldes de medio pelo.
¡Viradores de tortilla!
¡Burladores de tropilla!
Lo mismo que perfora
La polilla destructora,
así como esa carcoma,
funden ellos sin consuelo
el público y rico suelo
que es del inocente pueblo.
¡Un duelo!
Y sin respeto ni razón
Construyen con fruición.
Y la recalificación,
Que es fraudulenta
Y no lenta,
Les da rentabilización,
Llevándose los dineros
De la espúrea comisión.
En barrancos y precipicios
Se construyen edificios,
Sin razón y sin principios.
Con agua de las riadas
Y con lluvias prolongadas,
Se desmoronarán las sierras,
Se vendrán abajo esas tierras
Y morirán como chinches
Las gentes en sus bochinches.
Perderán vida y patrimonio
Lanzando grandes berrinches
Y allá se fue aquel matrimonio
Que a él llamaban José Antonio.
Enterraditos quedaron
Sin entierro ni velorio.
¡Ay que pena, que pena!
¡se han muerto todos, que pena!
¡ay pena, penita pena
que me destroza la vena!
Por tierra fueron cubiertos,
En un minuto, y despiertos.
Apartamentos y pisos
Se desploman sin avisos.
Las calles bien obsoletas
De anchura de bicicletas.
La densidad demográfica
De coche y estilográfica
Discurre por esas vías
Aglomerada y sin tranvías.
La concejalía de urbanismo
Padece vértigo de abismo.
Corre, corre golondrino
Y emite bien tu trino,
¡trae la bolsa con buen tino!
¡y a celebrar con el vino!
¡Ja ja ja, a reírnos que es divino!
¡vamos a subir a un pino!
¡Como engordar el cochino,
es la comisión del vecino!
LA PISCINA:
El Coiro, Gervais
y Sol María
Repartamos esta tierra,
No necesitamos sierra.
Un pedacito no más
Solo me tienes que dar,
Para mi piscina instalar,
Y mi mujer poder nadar.
Pues la tengo que sobornar
Para mis pecados tapar.
¡Plash, plash, plash!
¡que bien sabe bracear!
¡Aquí no se puede mear!
Dice ella,
La más bella.
Sol María
La Aphrodita de la ría.
Una sirena en muladar
¡Solo es para nadar!
La confundió un desgraciado,
Aquella piscina a estrenar,
Con recipiente de orinar.
Se equivocó aquel invitado.
Ahora que ya somos ricos,
De comisiones a brincos
Nos vamos a dar dos bicos
dice El Coiro con respingos.
Bajo el agua transparente
De esta piscina excelente.
Que bien hicimos el nido
Al cambiarte de partido.
Traicionamos al PSOE,
Dando por culo al decente,
a compañeros míos,
que eran grupo bien ingente.
¡Jo, qué tíos!
¡Vaya! ¡Que desconcertantes líos!
Para partirme de risa
Con mi amiga Mª Luisa.
¡Mas, que importa vida mía
si ganamos la partida!
¡Que beneficios tan grandes
sacamos de estos tunantes!
De ese alcalde y de sus gentes.
Eso es lo que me importa,
Y es lo demás, ¡una torta!
De mísero delineante
En el ayuntamiento vecino,
y por traicionar a esa gente
Me han nombrado dibujante,
En este nuevo destino,
De palacios y castillos
Y alguna jaula de grillos
Y me han elevado, ¡a padrino!
Ay amor como te quiero,
Ahora que no nos ven
Disfrutemos en vaivén.
¡Hay! Se me fue,
no había puesto el retén.
¡estás tan guapa con ese sostén!
¡trae, préstame ese babero!
¡Se ha derramado el tintero! ¡desparramado como un florero!
¡Hay que gusto, fue aquí abajo,
tú te pusiste debajo!
¿Qué tenemos hoy, mi amor,
para comer en este estrado?
¿será acaso pescado?
¡No!, ya lo hemos de noche cenado
Pero para ponerme en estado
Paella he preparado,
Para celebrar de contado.
¡Que bien lo habías pensado!
¡Voy a ponerme morado!
Dame un poco pichoncito,
¡Hay que arroz, está durito!
¡está al dente carajito!
Toma una gamba cariño
¡De tu boca yo la pillo!
¡Anda ya, pásame el vino!
¡no, no! es mejor la coca-cola
que te ha de engordar la pirola
¡Hay! ¿Quieres hacerme un niño?
¡Por eso me haces un guiño!
O, ¿acaso se te metió en el ojo
El humo del cigarrillo?
Ya no estamos en edad,
Aunque ahora, la verdad,
Ha avanzado la ciencia,
En las cosas de empreñar,
Que es una barbaridad.
Anda, anda picaruela
Y ráscame la ciruela.
¡Que rica está la paella!
¡Me río yo de mi abuela!
¡Ay mi amor, tengo pies fríos!
¡Pues caliéntalos en los míos!
Tanto nadar y nadar
Te enfriaste sin parar.
Pero ahora vida mía
Te pienso yo calentar,
Con mi cuerpo de Tarzán,
Y a la tarde, y si es preciso,
Cuando te quites el viso,
Y tu cuerpo confortar
con abrigo de astracán,
negro como el gavilán.
¡Ala, corre, corre,
abandona el muladar,
corre al catre, ¡y a gozar!
Y sin parar de folgar.
¿en que quieres gastar mi chochito
este último milloncito?
Me ha caído sin contar,
Es que ya perdí la cuenta
De a cuantos debí estafar.
Ya está hecha la cadena.
Y ahora, y si doy la vuelta,
Repiques de pandereta.
¡Que buena la hice, que treta!
¡Ja, ja, como exprimimos la teta!
LA TRAICIÓN
Ramocín y María Santa
Rentabilizan con fruición
Sin importarles un cojón,
Como cofradía de Monipodio
Y pícaros en velatorio,
Cargos inmerecidos,
Solamente obtenidos
Mediante la desvergüenza
De haberse presentado
A unos públicos comicios
muchas veces amañados,
que casi nunca son claros.
Como en la cueva de Montesinos
donde todo era visión,
y eran puros desatinos,
también aquí estos señores,
se andan jurando amores
entre extraños y vecinos,
en tamaña confusión
Mentiras y corrupción
Es todo lo que sacamos
De estas gentes perversas,
Torpes, villanas y adversas,
Que se burlan y escarnecen
De la buena y noble gente,
Y luego desaparecen
Habiendo llenado las bolsas,
entre la agitada corriente.
Políticos de pacotilla,
Alcaldes de medio pelo,
Corruptos hasta la médula
que construyendo con rasilla,
arena, cemento, guasa y masilla
engordan, ellos y sus polillas,
sus cuentas gordas en bancos,
y en cajas, sus ahorrillos.
Al pueblo ya tienen harto
Aunque el echarlos no es fácil
Ya que se han puesto de parto.
Ha parido nuestro alcalde, tras las últimas municipales, y caído temporalmente de la poltrona,
Un monstruo feo a rabiar,
Un ser repulsivo, traidor y vulgar,
más horrendo que una mona,
pero,… ¡Oh maravilla! que ha repuesto al exalcalde
En su añorada poltrona.
Cataplasma es el doctor
Que ha parido ese señor.
Dio a luz ese pampero,
Ese exalcalde bananero,
Y por vía de la extracción,
Con euros a condición
A ese feto no parido,
hijo de la corrupción,
que por su apellido mariano
y por su rostro perverso,
es un judío converso,
¡Un traidor, un marrano!
Nos resultó un majadero,
Sin muebles en el cerebro
Este ya alcalde traicionero,
Al traer a este mundo
a ese bicho tan inmundo.
Aunque dice muy ufano
El del bastón de gobierno
¡Me importa a mí un cuerno,
el haber montado este infierno!
LISTAS CERRADAS
Engendran la corrupción
Camufladas en listas cerradas
Van las corrupciones dadas.
Ya se formó la cuadrilla,
la cuadrilla de tunantes,
¡Hostias, que pandilla!
Ladrones y maleantes,
Y en esa red clientelar,
resultado de aquellas listas cerrar,
Se fundamenta el muladar.
La oposición tampoco es buena,
Pues en tantos años no acierta,
¡Hay madre, que gran pena!
Nunca supo esta cuidar
A quien le suele ayudar.
Por lo tanto, y con acierto
Han de ir por el mismo cuento.
Y ¿Quién lo sabe?
¿Irán por el mismo cemento?
¡Será cuestión de temerlo!
Se forman facciones dentro
De cada grupo y concierto.
No hay respeto ni consenso
Y así viene el descenso.
Se enfrentan por mandar,
Aún dentro de su lagar.
¿Como se puede, entonces, arribar,
A buen puerto,
Si lo que hacen es faltar e insultar?
Como en campo de Agramante
Anda la bestia triunfante.
Desde las alturas,
Buena limpieza hay que dar
a todos los grupos que se piensan presentar, aunque la mierda es tal,
que para lavar ese mal,
los hayan de arrojar al mar.
Así se encuentra Adas,
a galope la construcción,
Levanta y levanta ladrillo,
Corre, corre que te pillo.
Revoque con masa y cepillo,
Tejas a mogollón,
Y el edificio bien enlucido
Destacando, y con buen brillo.
Bolsas de euros en un rincón,
comisiones que se han de llevar
políticos de pacotilla
y alcaldes de medio pelo
para engrosar su cartilla.
Especulación a mansalva
Que les hace criar calva.
Y tratamiento preferente
Ya obtiene alguna gente,
Unos cuantos constructores
Que bien se llenan los botes.
Ellos son, y alguno con bigotes,
Y otros, el de las largas narices,
Quienes arreglan los viernes
Los negocios y los bienes.
La cosa es entre alcaldes,
De urbanismo concejales,
Y todos esos rufianes.
Las listas libres y abiertas
Moderarían, sin duda
estas corrupciones ciertas.
Así, de aquella manera,
Se vería de primera
A la ciudadanía entera
Votar sin esa quimera.
El civismo y la confianza
Se darían una chanza.
La nueva luz de la esperanza
Apuntaría en la diana
directa como una lanza.
ALCALDE Y SOCIOS
La tropa canalla
Sofocada está por las heces,
E inundada de purines,
De políticos mastuerzos
Ese pueblo maravilloso,
Y a quien el político de pacotilla
Y alcalde de medio pelo,
Nos convirtió en bacinilla.
Rodeado está de villanos,
Su equipo es bojiganga
Escogido entre farsantes,
Y aún de entre aquellos,
los más lerdos e ignorantes.
Los más codiciosos patanes
Se distinguen en sus filas
Por su trato y ademanes
Con algún venidero,
Miserable y pistolero
Muerto de hambre y trilero
Se nos ha conchabado el putero.
Con un quinqui navajero,
Una escoria y vertedero.
Con larga nariz, como Pinocho,
Larganapia, ¡el embustero!
Estafador de agujero
Y algún hijo de cocaína y porrero.
Sigue, sigue, en esa tan buena compañía y condición,
Que ella te ha de llevar,
Y no ha mucho tardar,
Al altar de la emoción.
Febriles de abundantes euros, estos seres fraudulentos
Sedientos de poder y de gloria
Se hallan en estos momentos,
A causa de sus desenfrenos
ahogados en lamentos.
Arrojados, despreciados,
Desde el olimpo de Fraga
Hasta la más sucia braga.
LA PESADILLA
El tormento
Por el ayuntamiento de Adas
Bajan ya turbias las aguas.
Y a modo de Marbella chiquita,
Y aún no siendo tan bonita,
Ni tan suculenta la tajada,
Se ven venir a las leguas
Personas encarceladas.
Un frenesí que distingue,
Aunque todo aquello pingue,
A personas tan laboriosas
Que maquinan atropellos,
Y que por eso han de ser ellos
Los que paguen, si lo hicieron,
requiebros y devaneos
Con las estafas, prevaricación
Y cohechos.
Ya se acercan los corchetes,
de Santa Hermandad cuadrilletes,
a llevarse a estos pilletes.
Políticos de pacotilla,
Alcaldes de medio pelo.
Que han puesto siempre el velo
Para esconder como un pedo
Sus acciones de estraperlo.
Fabricantes de oposiciones,
Con gran descaro amañadas
Para dar puestos a cuñadas,
Amigas y enchufadas.
¡aparecen a puñadas!
Y para jóvenes, y aún menos,
De aquellos que son, los de ellos.
Concejales de urbanismo, Asesores con cinismo,
Granujas de colodrillo
Rásquense bien el bolsillo
Que ya viene la justicia
Arando con el rastrillo.
¡Todos condenados, y al castillo!
¡Haber mi nena!,
¿Donde escondemos la tela?
Dice el concejal de urbanismo,
Con su acusado cinismo,
A su guapa Marianela.
El último milloncejo,
Lo metemos…
¡en el nido del conejo!
Allí no han de mirar,
Ya que es muy particular.
Ya se corre por el pueblo,
Entre corrillos y chismes,
Que son unos bandoleros,
Descarados saqueadores,
Impenitentes troleros,
Avarientos corazones,
A quienes echan mil pestes
Las buenas y nobles gentes.
Croac, croac, canta la rana
En la ciénaga enana,
Llenándote la ventana
Con un canto de putana,
Como tu gestión, ¡marrana!
Políticos de pacotilla,
incómodos como ladilla.
¡Es que me ha votado el pueblo!
Dice el alcalde que es lerdo.
Y bien sabe el muy ladrón,
Que aunque es torpe,
Ignorante y mandilón,
Que la respuesta es bien otra,
Y no esa equivocación.
La lista cerrada ampara
la podrida corrupción,
y en ella va camuflada,
al pueblo la traición.
Quien, sin posible remisión,
ha de votar a bribones,
sinvergüenzas y lambones.
Y a quien no dejan más vía
Que esa confusión por guía.
Alcaldes de medio pelo,
Ya en manos del escalpelo
Que maneja con maestría
La corrupción del abuelo.
El monstruo favorecido,
Esa mafia de cotrosos,
Algunos de ellos foráneos,
Pero todos legañosos,
Y que habéis antaño creado,
Ya os domina, os amenaza,
Y os dará bien con la maza.
Hombre de paja ya eres,
Y sin ya nada dudarlo,
De la mafia que has preñado.
No os engañéis más tiempo,
Urracas de negra pluma,
Ladrones con traje nuevo,
¡Cerdos de negro pelo!
Ya que no corre buen viento.
El retablo de maese Pedro
Donde nada es verdadero
Ya que todo era remedo.
Vais a bailar la chacona
Con pandereta y coplilla.
Y nunca se ha visto en la villa,
Baile de una persona
Con su corte por corona
Con un aire, que ni en Sevilla.
De Catón el moralista
Han perdido ya la pista,
Y con lo que está a la vista,
¡A la cárcel el franquista,
el alcalde más arribista,
hijo necio de un cuentista
ladrón en empresa ebanista,
y padre de drogata extremista,
con todo aquel que es fascista,
y corrupto malabarista
teniendo entre el ámbito jurista
que pasar bajo una lista
la vergonzosa revista!
Que no os pierda más la codicia,
Rompe el saco la avaricia,
Por ello, y sin remedio,
Estáis perdidos de nuevo,
Y esta vez por mucho tiempo,
Si no emprendéis el vuelo.
Eduardo Fernández Rivas
31-03-2006
EPÍLOGO
R.I.P.
Se les ha muerto un concejal
¡Contratiempo en el corral!
¡Albricias ya hay otro en el portal!
¡Regodeo, me da un mareo!
Se les remueven las mientes
Rápidas como corrientes:
y…“Pito, pito, colorito…
¿Quien tiene más grande el pito?”
para llevarse el…premito,
y…¿será el de Manolito?
¡A esperar por el mortal!
No se sabe si entrará,
En ese berenjenal.
Un hip hop van a bailar
Que nos puede marear.
Pues, el que a la puerta ya está
y aunque ya fue concejal,
no lo tiene claro el chaval.
Además ese negocio
Es molesto como el bocio.
La verdad como en El Rabal
No está el terreno para nabal.
¿Dirá Manolito que sí?,
¿dirá Manolito que no?
Nadie dice la verdad,
o… ¿será que no interesa
ese hombre en esa artesa?
Su señora ya no vive,
Pendiente de si le admiten.
El deseo la conmueve,
Pero por cuenta del nueve
la muy lista, va y dice,
(Por miedo si él no asciende,
Y escondiendo lo que siente):
No quiero yo que allí entre.
Solo me dará problemas,
¡la sangre me la envenenas!
¡no me corre por la venas!
¡Prefiero que andes con nenas!
¿A quien quieres engañar
con esa manera de hablar,
y ese tipo de zalemas?
¡Anda ya con esos temas
déjate ya de pamemas,
y no cuentes falsas penas!
¡Mujer, que para bobo,
el anís de las cadenas!
¿Será el jefe marrullero
Que lo pensó en el entierro?
Alcalde ignorante y culero
Alumno del Gil “marbellero”
Quien no piensa colocar
En la salita de estar,
Y en un despacho sin par,
De este ayuntamiento de mar
A un Manolito a cantar.
Corregidor de La Perla, la bella,
Has de seguir tras la huella,
Si hay justicia en esta tierra,
Y si la verdad resuella,
Del alcalde de Marbella.
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 01-04-2006
ELCUEROS, SISENANDO Y EL ENCANTO CRE`PUSCULAR DE SOL MARÍA
Ya la piscina no es cuento,
No es ya disfrute de a ciento,
Elcueros y su dulce Sol María
Se encuentran, debido al miedo,
Ya los dos de cagarría.
Los tiene Sisenando amenazados.
Intereses enfrentados
Los mantiene escarallados.
Andan los dos descarriados,
El uno por no soltar
Los euros que mal ganó
Con ese cómplice que derrochó
Y a manos llenas le dio
Aunque ahora diga le prestó.
Y viéndose necesitado,
Y en la ruina encallado,
Reclama con malos modos
Como si estuvieran beodos
Los dineros mal ganados,
En corrupción generados
Y que ahora tiene enfrentados
A estos dos desgraciados
Por esos dineros robados
Producto de sobornados
Y de clientes atracados.
En contratas inmorales
Viciosas por anormales.
Engaños episcopales
De codiciosos iguales.
Saliendo de la Marina,
De la comandancia fina,
Elcueros casi se orina.
El miedo lo contamina.
La cagada sobrevino
Y por la pata ha corrido
Líquida como de vino.
Y el otro que le va a dar,
Una hostia en el molar.
Se pelean desfondados
Dos viejos desvergonzados,
Dos perdularios corruptos
En una pelea de brutos.
Con la pistola en el pecho
Elcueros se ve maltrecho,
Y Sisenando en su derecho
Amenaza al berberecho
Quien sintiendo ya un mareo
Se desmaya en devaneo.
Salen las gentes de la taberna
Como las de Platón en la Caverna
Ni está ya el horno para bollos
Ni la piscina para repollos.
Sisenando el asilvestrado,
Por el diablo engendrado,
el antiguo y más preciado
socio de Elcueros acabado,
miembro muy destacado,
del municipal encofrado,
negocio espurio y rapado
de un ayuntamiento cruzado,
sospechoso, desde el capo
de ese ayuntamiento
a corrupción entregado,
hasta el más humilde trapo
de corrupción galopante
que convirtió en gigante
a ese mísero visitante.
Ya cayó el miserable
ya la ruina lo invade.
Por ello, con la pistola
Amenazado lo tiene
Elcueros que lo entretiene.
¡Y no es ello una trola!
el cura con su corola
no lo salva ni con estola.
Con alarmas de todas clases,
Y los más sofisticados planes,
Por el miedo que le acojona
Protege la finca la leona,
La Sol María de Ancona,
Su piscina y su persona.
Han de bailar la chacona
Bajo una humilde lona
Cuando pierda por felona
Tal maestra de fregona
Y de la mopa reinona,
como su amado hombre
El marqués de la cochambre
El capital más abusado
Propio de un degenerado.
Cámaras y más carteles
Anuncian alarma en papeles
Miedosas personas peleles,
Lo mismo que en los cuarteles.
Ha de repicar la campana
Antes que suene la alarma
En la casita amarilla
Adquirida por vía de lo inmoral
Cuando ya ese general
Perezca como mortal
Por aquel disparo fatal.
Y el de la larga nariz,
El pistolero aprendiz
Morirá como perdiz
Desesperado entre rejas
Tirándose de las orejas.
Y su socio el corregidor
con largas y blancas guedejas
estará en su compañía
como dos locas y putas viejas,
tirándose a la cabeza las tejas
que se caen del alero:
¡él me la tiró primero!
como si fueran almejas
Ya no saben lo que hacer
Sisenando les hace temer,
Blandiendo la pistola en alto
Les amenaza en un canto
Digno del malvado Otranto.
Tratan en desespero
La ayuda del tendero,
La del vecino sereno
Y la del honrado de Fiunchedo
Pero este ya les dijo cuando su ayuda pidió, y ellos no respondieron:
¡Como me ves te verás!
Y entonces nunca jamás
Mi ayuda obtendrás
Las consecuencias sufrirás
Por traidor y mucho más.
Es todo lo que merecéis,
Y vuestra desgracia atraeréis
Por el mal comportamiento,
¡Por cómplices de un criminal!
Ahógate ahora mugriento
Entre la brisa y el viento,
violadores sin cuento,
todos ellos y al momento
y ahogaros con tormento
en vuestro propio orinal.
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 14-02-2008
VILLA DE ADAS
¡ÚLTIMAS NOTICIAS!
¡Últimas noticias en Adas!
Elcueros depauperado,
Canalla atemorizado,
Por cucaracha atormentado,
El malvado Sisenando.
Y el ex alcalde acojonado,
¡La cabeza del tinglado!,
Quien ya no pincha ni corta,
Y a causa de comisiones,
De estraperlos y pensiones,
Andan ya estos gorrones
Saltando por los balcones,
Huyendo unos de otros,
Enfrentando en pugilatos
A cucarachas con boniatos.
Pasando luego a mayores,
A jueces y abogados
Con juicios y alborotos,
Por ilegales contratos.
Y llenos de furia y arrojo
Y como tomate rojo,
En la calle y sin medida
Como quien toma una pinta,
Van y se arrancan los ojos
Andan en función tal, las cosas
Que vuelan cual mariposas
Sobre las humildes rosas.
Derraman lágrimas rojas
Sol María y Elcueros triste.
Anda Sisenando en amenaza
Pistola al cinto, y su faca,
Escondida en la carraca.
Dentro de la amplia faja.
Por el miedo atenazado
Anda Elcueros atormentado.
Cómplices que fueron de antaño
Hoy se odian sin apaño.
Ya la piscina no da,
Ni el amor que aparentaban
Mieles de circunstancia,
Si no más bien abundancia
De odios y contumacia.
Vender quiere ya su casa
De ladrillo y argamasa,
Elcueros muy coitadiño,
Y huir, y si es preciso,
Y por la necesaria prisa,
En calzoncillos o en bragas,
Y fugarse como rata
Saltando por la ventana,
De su casa, acorazada,
De alarmas de carcajada
Bien adornada y forrada.
Y con la picha bien baja,
Y con enorme canguelo
Por miedo de un sanguijuelo
Ambos juran, los falaces,
Ante los pasmados jueces,
Que son honrados y valientes,
De causas justas, y obedientes,
De las municipales leyes.
Se echan a reír magistrados,
Secretarios y abogados.
Las gentes de bien ya rechinan
De la comedia que dictan
Los muy bien encorsetados
Oficiales de juzgados.
Antes también sobornados,
Algunos realquilados,
Y alguna jueza repinta
Bebedora de una pinta,
Con pisos bien amueblados,
Por estos maleantes tirados,
Y hoy por hoy, ya castrados.
Por haches o por bes malditas
Andan las cosas fresquitas
En Adas la señorita,
Más dulces que rosquillitas.
Vende la casa moinante,
Y lleva de acompañante,
En ese equipo galopante,
A Sisenando embargado
Hasta el último denario,
Y con aquel capo tunante,
Aspirino, ¡el comandante!
Quien tocando el tamboril
Os querrá llevar a Estoril.
Y de allí, y en zapatilla,
Con dos chorizos y morcilla,
Amén de una bacinilla,
Sobre el mar, a la otra orilla.
Por principio de extradición
Se os ha de perder la emoción.
Y os han de pillar, ¡comadrejas!
Aunque os pintéis las cejas
Y ampliéis las guedejas.
Aunque me ha dicho primero,
Un amigo retrechero
A quien tengo por certero,
Que quiere huir el lacazán
Para vivir en Fontán,
Y esconderse ese paspán
Del malvado gavilán.
Y sabemos ahora señores,
Cosas que no son rumores.
Que entrando abril en calores
El asunto pasa a mayores.
Pues Sisenando de Petín,
El pistolero malandrín
Se puso malo de fiebres
Y en cama está con dos liebres
Que le han puesto en la cabeza
Apretado calcetín
Para suavizar las sienes,
Los colondrios y las mientes
Y que mee en el bacín
Orando a san Valentín.
El otro, el miserable del Elcueros
Aunque no vista vaqueros,
A ese pasmao de morralla
Le ha reventado la raya
Del miserable trasero,
Clavando puntas en tablas,
En maderos y en viguetas.
Se mea por las braguetas
Como si tuviera tetas.
Levantando está la defensa
Defendiendo cual princesa
Indignada por la ofensa,
Un muro contenedor
De las iras del peor.
Y el peor es Sisenando
Su hoy más malo enemigo
Y antes su gran amigo,
Quien ahora en el ombligo
Le quiere meter un higo,
Envenenado y podrido.
Dale que dale a los clavos
Clava bien ese tinglado
Y defiende ese pecado
Que te ha de costar el nabo.
Y si no ya lo verás,
Ni el bálsamo de Fierabrás
Te ha de ayudar
Donde estás.
Y aunque decidas ayunar
De sopapos y algo más
Nunca podrás,
Ya verás,
Salvarte con esa dieta
De la fuerte comedieta
Aunque laves en pileta
El follón de papeleta
Que se marcha en bicicleta
Para dar en la cuneta
Como clavos en tableta,
Tornillos en la vigueta,
Y aunque toques pandereta
¡Clara la llevas puñeta!
Te han de dar en las narices
Dejándotelas como lombrices
Amoratadas y tristes,
Y rotas como cristales
Por hacer de concejales
Y caciques principales,
Gentes sin ética ni principios.
Carne de corruptos precipicios,
Y mentes saqueadoras
Casados con mujeres zorras,
Hipócritas y avinagradas,
Que miran con miradas torvas
Llenas de envidia y codicia
Lo que a otros da la vida
Por natural inteligencia,
Madre de toda la ciencia,
Y por el mucho trabajo,
No por andar de badajo.
Brujitas acongojadas
Mirando siempre hacia abajo,
Que cargan en las espaldas,
Fregona, mopa y vergajo.
De paño, no de otra cosa.
Que es estrecha la raposa.
Barriendo y regando la acera
Con esa larga manguera
Que a todos nos desespera,
¡Como una loca ramera!
O como la rata del cuento:
Laran larita barro mi casita,
Y riego también la acerita.
Y como harás por la noche,
¿Acaso te pirarás en el coche?
¡Anda! colócate bien ese broche
Y después, cométe este brioche.
Yo te hago este reproche,
Vete a rascar la barriga
Y evácuate una boñiga
Y ¡anda para casa cochina!
Vete a lavar en la tina
Y deja de fregar esa esquina
Tan sucia de la cocina.
Vete ya infeliz vecina
Y piérdete en tu sucia orina.
Ande, ande, ande,
la marimoreeena
ya viene Sol María
hecha una verbeeeena.
Ande, ande, ande
Viene del notario,
Con gran alegría
Para el velatorio.
Han matado a Elcueros
Sin hierba ni veneenos,
Le han pegado un tiro
En los propileos.
Todos a la trena
A cumplir condena
Mientras su marido
Sin dar un berrido
Se fue de este mundo
Como un vagabundo
Bajo el estallido
Del bruto vecino
Que acabó con él
De un buen ladrido
De pistolón esparcido.
Moraleja
No olviden jamás, señores,
Aunque haya otros rumores,
Que nunca los bandidos
Pueden resultar amigos,
Aunque sí, es cierto, señores,
Que han de ser esos hampones,
Para cometer infracciones,
¡Cómplices de esas acciones!
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 17-04-2008
ODA AL INFELIZ SISENANDO DE PETÍN; “EL PISTOLERO MALANDRÍN”.
Y de cómo en un ataque de furia incontenida y arrebatada, devino el delincuente, en amenazar, pistola en mano, al caballero Valentín de Fiunchedo; La Flor de Adas, El orgullo de Samoedo.
El pordiosero más ruin,
Sisenando de Petín.
Descendiente de una tribu
Inconfesable y sin fin.
Y aunque ejemplar es de nómadas
Después de mil canalladas,
Y trapacerías sonadas,
Instalado, está ya en Adas.
¡De súbito y con pistola, Aparece entre unas matas!
Y al igual que vieja loca,
En persecución de unas ratas.
Con cara de “moucho” ruin
Apunta, amenaza e insulta, al Donoso Valentín.
Limonero, espino albar, saúcos, aligustre, y a sus pies, ¡calabacín!
Camuflado entre esas sombras,
Sobre el barranco de Che Che
El malcarado villano, desaliñado,
Como un Nosferatu sin lustre,
Hace su aparición el cutre.
Padre de grey raposera,
Quizás bastardo hijo
De gitano desconocido,
Persona taimada y artera.
Esposo desconsolado,
De una gorda retrechera,
Griselda: “La Trapacera”.
Chupado de pecho, encorvado,
Bereber, y bien delgado.
Con pelo atusado por engrasado
Sobre aquel cráneo mojado,
De piojos bien plagado.
Ropa pobre de mercadillo,
En el cuello, un pañuelillo.
Se asemeja por su aspecto, el descarado, a gato malhumorado,
A un ciclóstomo cagado,
Mixino desorientado.
Un desagradable agnato
Lamprea a tiempo pasado.
O a un apestoso calcetín.
Es, sin duda ¡Sisenando de Petín!
¡Pistolero malandrín!
¡Como un salteador cualquiera!
¡Anda buscando quimera!
Apuntando con pistola,
Y con su cara de trola,
Al gallardo Valentín de Fiunchedo,
Un garrido caballero,
La flor de Adas,
¡El orgullo de Samoedo!
Más este, con un garbo lisonjero,
Muy osado y bien gentil,
Da la espalda a la pistola,
Y al malvado pistolero.
Y tal desprecio arrogante
Confunde a aquel maleante,
De rostro pardo ceniza
Con su gran nariz de alcuza,
Que por pañuelo hace uso,
Durante el invierno brumoso
Y en tal apéndice acuoso
De una extensa gamuza.
Viendo su orgullo el delincuente “raspiñeiro”,
Tan altamente agredido,
Casi le da un vahído.
Abochornado el tunante,
Ultrajado y ofendido,
Por el desprecio ofensivo
De aquel caballero altivo.
Viendo su honor por los suelos,
Arrebatado de incontenida rabia
Y entre los incipientes majuelos,
Y sobre aquella verde savia,
Va, y se orina en sus zuecos.
Tan grande fue la meada
Y tal hedor emanaba
Qué como si estuviese en Babia,
Y preso de una furiosa demencia,
¡Apunta el cobarde a sus bolas!
¡Pensando volárselas todas!
Más la pistola avergonzada
Se rinde ante tal monada.
Y aquel cañón se derrite
Flácido e insustancial,
A causa de aquel triste
Y patético ceremonial.
Cuando el hermoso doncel
Quien muy airoso se aleja
Dejando a la comadreja,
En su cubil, más sumisa que una oveja.
Y aquí, continuando la historia
De esta nefanda gloria
Del infeliz Sisenando,
Pleno de incontenible euforia,
Quien viniendo del Petín
En mísero carretín,
Y aunque a base de trampas,
Corrupción y maletín,
Se haya forjado el ruin
Un supuesto y espurio botín,
Guardado en su casa que es cubil,
Convertida en polvorín.
Guarida de zarina y Rasputín
Pero muchos ya lo sabemos,
Aunque no los que son memos,
Que no da el dinero casta,
A quien su naturaleza gasta,
En delitos por la “pasta”
Creyendo por todo aquello,
Y no reflexionando en ello,
Aquel emigrado en la Francia
En su palurda ignorancia,
No necesitar guardar distancia.
Que con oro en abundancia
Y con esa “pasta” gansa,
Sería muy fácil lidiar
Con más altos caballeros,
De dignidad ejemplar,
¡Que a coña lo van a tomar!
¡Y qué mil vueltas le han de dar!
La ignorancia más ramplona
Al asilvestrado encona.
Acabando estas historias,
De burlas y pedorretas
Que han de sufrir en sus jetas
Maleantes montaraces,
Desgraciados y tunantes.
Por ello la moraleja
Que de aquí ha de seguirse,
Es que se ande con cuidado
El contumaz desgraciado,
Pues, el ¡“pim, pam, pum,” fuego!,
Le ha salido al embustero
Al revés, ¡en su plumero!
El flácido cañoncito
Se ha metido despacito
En el plumero sumido,
Negro y entumecido.
Culo que huele a podrido,
De Sisenando el bandido.
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 08-06-2005
CARCOMA COMO POLILLA
Y CONSTRUCCIÓN EN LA VILLA. VA EN LA LISTA CERRADA LA CORRUPCIÓN CAMUFLADA
Políticos de pacotilla,
Alcaldes de medio pelo.
¡Viradores de tortilla!
¡Burladores de tropilla!
Lo mismo que perfora
La polilla destructora,
así como esa carcoma,
funden ellos sin consuelo
el público y rico suelo
que es del inocente pueblo.
¡Un duelo!
Y sin respeto ni razón
Construyen con fruición.
Y la recalificación,
Que es fraudulenta
Y no lenta,
Les da rentabilización,
Llevándose los dineros
De la espúrea comisión.
En barrancos y precipicios
Se construyen edificios,
Sin razón y sin principios.
Con agua de las riadas
Y con lluvias prolongadas,
Se desmoronarán las sierras,
Se vendrán abajo esas tierras
Y morirán como chinches
Las gentes en sus bochinches.
Perderán vida y patrimonio
Lanzando grandes berrinches
Y allá se fue aquel matrimonio
Que a él llamaban José Antonio.
Enterraditos quedaron
Sin entierro ni velorio.
¡Ay que pena, que pena!
¡se han muerto todos, que pena!
¡ay pena, penita pena
que me destroza la vena!
Por tierra fueron cubiertos,
En un minuto, y despiertos.
Apartamentos y pisos
Se desploman sin avisos.
Las calles bien obsoletas
De anchura de bicicletas.
La densidad demográfica
De coche y estilográfica
Discurre por esas vías
Aglomerada y sin tranvías.
La concejalía de urbanismo
Padece vértigo de abismo.
Corre, corre golondrino
Y emite bien tu trino,
¡trae la bolsa con buen tino!
¡y a celebrar con el vino!
¡Ja ja ja, a reírnos que es divino!
¡vamos a subir a un pino!
¡Como engordar el cochino,
es la comisión del vecino!
LA PISCINA:
El Coiro, Gervais
y Sol María
Repartamos esta tierra,
No necesitamos sierra.
Un pedacito no más
Solo me tienes que dar,
Para mi piscina instalar,
Y mi mujer poder nadar.
Pues la tengo que sobornar
Para mis pecados tapar.
¡Plash, plash, plash!
¡que bien sabe bracear!
¡Aquí no se puede mear!
Dice ella,
La más bella.
Sol María
La Aphrodita de la ría.
Una sirena en muladar
¡Solo es para nadar!
La confundió un desgraciado,
Aquella piscina a estrenar,
Con recipiente de orinar.
Se equivocó aquel invitado.
Ahora que ya somos ricos,
De comisiones a brincos
Nos vamos a dar dos bicos
dice El Coiro con respingos.
Bajo el agua transparente
De esta piscina excelente.
Que bien hicimos el nido
Al cambiarte de partido.
Traicionamos al PSOE,
Dando por culo al decente,
a compañeros míos,
que eran grupo bien ingente.
¡Jo, qué tíos!
¡Vaya! ¡Que desconcertantes líos!
Para partirme de risa
Con mi amiga Mª Luisa.
¡Mas, que importa vida mía
si ganamos la partida!
¡Que beneficios tan grandes
sacamos de estos tunantes!
De ese alcalde y de sus gentes.
Eso es lo que me importa,
Y es lo demás, ¡una torta!
De mísero delineante
En el ayuntamiento vecino,
y por traicionar a esa gente
Me han nombrado dibujante,
En este nuevo destino,
De palacios y castillos
Y alguna jaula de grillos
Y me han elevado, ¡a padrino!
Ay amor como te quiero,
Ahora que no nos ven
Disfrutemos en vaivén.
¡Hay! Se me fue,
no había puesto el retén.
¡estás tan guapa con ese sostén!
¡trae, préstame ese babero!
¡Se ha derramado el tintero! ¡desparramado como un florero!
¡Hay que gusto, fue aquí abajo,
tú te pusiste debajo!
¿Qué tenemos hoy, mi amor,
para comer en este estrado?
¿será acaso pescado?
¡No!, ya lo hemos de noche cenado
Pero para ponerme en estado
Paella he preparado,
Para celebrar de contado.
¡Que bien lo habías pensado!
¡Voy a ponerme morado!
Dame un poco pichoncito,
¡Hay que arroz, está durito!
¡está al dente carajito!
Toma una gamba cariño
¡De tu boca yo la pillo!
¡Anda ya, pásame el vino!
¡no, no! es mejor la coca-cola
que te ha de engordar la pirola
¡Hay! ¿Quieres hacerme un niño?
¡Por eso me haces un guiño!
O, ¿acaso se te metió en el ojo
El humo del cigarrillo?
Ya no estamos en edad,
Aunque ahora, la verdad,
Ha avanzado la ciencia,
En las cosas de empreñar,
Que es una barbaridad.
Anda, anda picaruela
Y ráscame la ciruela.
¡Que rica está la paella!
¡Me río yo de mi abuela!
¡Ay mi amor, tengo pies fríos!
¡Pues caliéntalos en los míos!
Tanto nadar y nadar
Te enfriaste sin parar.
Pero ahora vida mía
Te pienso yo calentar,
Con mi cuerpo de Tarzán,
Y a la tarde, y si es preciso,
Cuando te quites el viso,
Y tu cuerpo confortar
con abrigo de astracán,
negro como el gavilán.
¡Ala, corre, corre,
abandona el muladar,
corre al catre, ¡y a gozar!
Y sin parar de folgar.
¿en que quieres gastar mi chochito
este último milloncito?
Me ha caído sin contar,
Es que ya perdí la cuenta
De a cuantos debí estafar.
Ya está hecha la cadena.
Y ahora, y si doy la vuelta,
Repiques de pandereta.
¡Que buena la hice, que treta!
¡Ja, ja, como exprimimos la teta!
LA TRAICIÓN
Ramocín y María Santa
Rentabilizan con fruición
Sin importarles un cojón,
Como cofradía de Monipodio
Y pícaros en velatorio,
Cargos inmerecidos,
Solamente obtenidos
Mediante la desvergüenza
De haberse presentado
A unos públicos comicios
muchas veces amañados,
que casi nunca son claros.
Como en la cueva de Montesinos
donde todo era visión,
y eran puros desatinos,
también aquí estos señores,
se andan jurando amores
entre extraños y vecinos,
en tamaña confusión
Mentiras y corrupción
Es todo lo que sacamos
De estas gentes perversas,
Torpes, villanas y adversas,
Que se burlan y escarnecen
De la buena y noble gente,
Y luego desaparecen
Habiendo llenado las bolsas,
entre la agitada corriente.
Políticos de pacotilla,
Alcaldes de medio pelo,
Corruptos hasta la médula
que construyendo con rasilla,
arena, cemento, guasa y masilla
engordan, ellos y sus polillas,
sus cuentas gordas en bancos,
y en cajas, sus ahorrillos.
Al pueblo ya tienen harto
Aunque el echarlos no es fácil
Ya que se han puesto de parto.
Ha parido nuestro alcalde, tras las últimas municipales, y caído temporalmente de la poltrona,
Un monstruo feo a rabiar,
Un ser repulsivo, traidor y vulgar,
más horrendo que una mona,
pero,… ¡Oh maravilla! que ha repuesto al exalcalde
En su añorada poltrona.
Cataplasma es el doctor
Que ha parido ese señor.
Dio a luz ese pampero,
Ese exalcalde bananero,
Y por vía de la extracción,
Con euros a condición
A ese feto no parido,
hijo de la corrupción,
que por su apellido mariano
y por su rostro perverso,
es un judío converso,
¡Un traidor, un marrano!
Nos resultó un majadero,
Sin muebles en el cerebro
Este ya alcalde traicionero,
Al traer a este mundo
a ese bicho tan inmundo.
Aunque dice muy ufano
El del bastón de gobierno
¡Me importa a mí un cuerno,
el haber montado este infierno!
LISTAS CERRADAS
Engendran la corrupción
Camufladas en listas cerradas
Van las corrupciones dadas.
Ya se formó la cuadrilla,
la cuadrilla de tunantes,
¡Hostias, que pandilla!
Ladrones y maleantes,
Y en esa red clientelar,
resultado de aquellas listas cerrar,
Se fundamenta el muladar.
La oposición tampoco es buena,
Pues en tantos años no acierta,
¡Hay madre, que gran pena!
Nunca supo esta cuidar
A quien le suele ayudar.
Por lo tanto, y con acierto
Han de ir por el mismo cuento.
Y ¿Quién lo sabe?
¿Irán por el mismo cemento?
¡Será cuestión de temerlo!
Se forman facciones dentro
De cada grupo y concierto.
No hay respeto ni consenso
Y así viene el descenso.
Se enfrentan por mandar,
Aún dentro de su lagar.
¿Como se puede, entonces, arribar,
A buen puerto,
Si lo que hacen es faltar e insultar?
Como en campo de Agramante
Anda la bestia triunfante.
Desde las alturas,
Buena limpieza hay que dar
a todos los grupos que se piensan presentar, aunque la mierda es tal,
que para lavar ese mal,
los hayan de arrojar al mar.
Así se encuentra Adas,
a galope la construcción,
Levanta y levanta ladrillo,
Corre, corre que te pillo.
Revoque con masa y cepillo,
Tejas a mogollón,
Y el edificio bien enlucido
Destacando, y con buen brillo.
Bolsas de euros en un rincón,
comisiones que se han de llevar
políticos de pacotilla
y alcaldes de medio pelo
para engrosar su cartilla.
Especulación a mansalva
Que les hace criar calva.
Y tratamiento preferente
Ya obtiene alguna gente,
Unos cuantos constructores
Que bien se llenan los botes.
Ellos son, y alguno con bigotes,
Y otros, el de las largas narices,
Quienes arreglan los viernes
Los negocios y los bienes.
La cosa es entre alcaldes,
De urbanismo concejales,
Y todos esos rufianes.
Las listas libres y abiertas
Moderarían, sin duda
estas corrupciones ciertas.
Así, de aquella manera,
Se vería de primera
A la ciudadanía entera
Votar sin esa quimera.
El civismo y la confianza
Se darían una chanza.
La nueva luz de la esperanza
Apuntaría en la diana
directa como una lanza.
ALCALDE Y SOCIOS
La tropa canalla
Sofocada está por las heces,
E inundada de purines,
De políticos mastuerzos
Ese pueblo maravilloso,
Y a quien el político de pacotilla
Y alcalde de medio pelo,
Nos convirtió en bacinilla.
Rodeado está de villanos,
Su equipo es bojiganga
Escogido entre farsantes,
Y aún de entre aquellos,
los más lerdos e ignorantes.
Los más codiciosos patanes
Se distinguen en sus filas
Por su trato y ademanes
Con algún venidero,
Miserable y pistolero
Muerto de hambre y trilero
Se nos ha conchabado el putero.
Con un quinqui navajero,
Una escoria y vertedero.
Con larga nariz, como Pinocho,
Larganapia, ¡el embustero!
Estafador de agujero
Y algún hijo de cocaína y porrero.
Sigue, sigue, en esa tan buena compañía y condición,
Que ella te ha de llevar,
Y no ha mucho tardar,
Al altar de la emoción.
Febriles de abundantes euros, estos seres fraudulentos
Sedientos de poder y de gloria
Se hallan en estos momentos,
A causa de sus desenfrenos
ahogados en lamentos.
Arrojados, despreciados,
Desde el olimpo de Fraga
Hasta la más sucia braga.
LA PESADILLA
El tormento
Por el ayuntamiento de Adas
Bajan ya turbias las aguas.
Y a modo de Marbella chiquita,
Y aún no siendo tan bonita,
Ni tan suculenta la tajada,
Se ven venir a las leguas
Personas encarceladas.
Un frenesí que distingue,
Aunque todo aquello pingue,
A personas tan laboriosas
Que maquinan atropellos,
Y que por eso han de ser ellos
Los que paguen, si lo hicieron,
requiebros y devaneos
Con las estafas, prevaricación
Y cohechos.
Ya se acercan los corchetes,
de Santa Hermandad cuadrilletes,
a llevarse a estos pilletes.
Políticos de pacotilla,
Alcaldes de medio pelo.
Que han puesto siempre el velo
Para esconder como un pedo
Sus acciones de estraperlo.
Fabricantes de oposiciones,
Con gran descaro amañadas
Para dar puestos a cuñadas,
Amigas y enchufadas.
¡aparecen a puñadas!
Y para jóvenes, y aún menos,
De aquellos que son, los de ellos.
Concejales de urbanismo, Asesores con cinismo,
Granujas de colodrillo
Rásquense bien el bolsillo
Que ya viene la justicia
Arando con el rastrillo.
¡Todos condenados, y al castillo!
¡Haber mi nena!,
¿Donde escondemos la tela?
Dice el concejal de urbanismo,
Con su acusado cinismo,
A su guapa Marianela.
El último milloncejo,
Lo metemos…
¡en el nido del conejo!
Allí no han de mirar,
Ya que es muy particular.
Ya se corre por el pueblo,
Entre corrillos y chismes,
Que son unos bandoleros,
Descarados saqueadores,
Impenitentes troleros,
Avarientos corazones,
A quienes echan mil pestes
Las buenas y nobles gentes.
Croac, croac, canta la rana
En la ciénaga enana,
Llenándote la ventana
Con un canto de putana,
Como tu gestión, ¡marrana!
Políticos de pacotilla,
incómodos como ladilla.
¡Es que me ha votado el pueblo!
Dice el alcalde que es lerdo.
Y bien sabe el muy ladrón,
Que aunque es torpe,
Ignorante y mandilón,
Que la respuesta es bien otra,
Y no esa equivocación.
La lista cerrada ampara
la podrida corrupción,
y en ella va camuflada,
al pueblo la traición.
Quien, sin posible remisión,
ha de votar a bribones,
sinvergüenzas y lambones.
Y a quien no dejan más vía
Que esa confusión por guía.
Alcaldes de medio pelo,
Ya en manos del escalpelo
Que maneja con maestría
La corrupción del abuelo.
El monstruo favorecido,
Esa mafia de cotrosos,
Algunos de ellos foráneos,
Pero todos legañosos,
Y que habéis antaño creado,
Ya os domina, os amenaza,
Y os dará bien con la maza.
Hombre de paja ya eres,
Y sin ya nada dudarlo,
De la mafia que has preñado.
No os engañéis más tiempo,
Urracas de negra pluma,
Ladrones con traje nuevo,
¡Cerdos de negro pelo!
Ya que no corre buen viento.
El retablo de maese Pedro
Donde nada es verdadero
Ya que todo era remedo.
Vais a bailar la chacona
Con pandereta y coplilla.
Y nunca se ha visto en la villa,
Baile de una persona
Con su corte por corona
Con un aire, que ni en Sevilla.
De Catón el moralista
Han perdido ya la pista,
Y con lo que está a la vista,
¡A la cárcel el franquista,
el alcalde más arribista,
hijo necio de un cuentista
ladrón en empresa ebanista,
y padre de drogata extremista,
con todo aquel que es fascista,
y corrupto malabarista
teniendo entre el ámbito jurista
que pasar bajo una lista
la vergonzosa revista!
Que no os pierda más la codicia,
Rompe el saco la avaricia,
Por ello, y sin remedio,
Estáis perdidos de nuevo,
Y esta vez por mucho tiempo,
Si no emprendéis el vuelo.
Eduardo Fernández Rivas
31-03-2006
EPÍLOGO
R.I.P.
Se les ha muerto un concejal
¡Contratiempo en el corral!
¡Albricias ya hay otro en el portal!
¡Regodeo, me da un mareo!
Se les remueven las mientes
Rápidas como corrientes:
y…“Pito, pito, colorito…
¿Quien tiene más grande el pito?”
para llevarse el…premito,
y…¿será el de Manolito?
¡A esperar por el mortal!
No se sabe si entrará,
En ese berenjenal.
Un hip hop van a bailar
Que nos puede marear.
Pues, el que a la puerta ya está
y aunque ya fue concejal,
no lo tiene claro el chaval.
Además ese negocio
Es molesto como el bocio.
La verdad como en El Rabal
No está el terreno para nabal.
¿Dirá Manolito que sí?,
¿dirá Manolito que no?
Nadie dice la verdad,
o… ¿será que no interesa
ese hombre en esa artesa?
Su señora ya no vive,
Pendiente de si le admiten.
El deseo la conmueve,
Pero por cuenta del nueve
la muy lista, va y dice,
(Por miedo si él no asciende,
Y escondiendo lo que siente):
No quiero yo que allí entre.
Solo me dará problemas,
¡la sangre me la envenenas!
¡no me corre por la venas!
¡Prefiero que andes con nenas!
¿A quien quieres engañar
con esa manera de hablar,
y ese tipo de zalemas?
¡Anda ya con esos temas
déjate ya de pamemas,
y no cuentes falsas penas!
¡Mujer, que para bobo,
el anís de las cadenas!
¿Será el jefe marrullero
Que lo pensó en el entierro?
Alcalde ignorante y culero
Alumno del Gil “marbellero”
Quien no piensa colocar
En la salita de estar,
Y en un despacho sin par,
De este ayuntamiento de mar
A un Manolito a cantar.
Corregidor de La Perla, la bella,
Has de seguir tras la huella,
Si hay justicia en esta tierra,
Y si la verdad resuella,
Del alcalde de Marbella.
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 01-04-2006
ELCUEROS, SISENANDO Y EL ENCANTO CRE`PUSCULAR DE SOL MARÍA
Ya la piscina no es cuento,
No es ya disfrute de a ciento,
Elcueros y su dulce Sol María
Se encuentran, debido al miedo,
Ya los dos de cagarría.
Los tiene Sisenando amenazados.
Intereses enfrentados
Los mantiene escarallados.
Andan los dos descarriados,
El uno por no soltar
Los euros que mal ganó
Con ese cómplice que derrochó
Y a manos llenas le dio
Aunque ahora diga le prestó.
Y viéndose necesitado,
Y en la ruina encallado,
Reclama con malos modos
Como si estuvieran beodos
Los dineros mal ganados,
En corrupción generados
Y que ahora tiene enfrentados
A estos dos desgraciados
Por esos dineros robados
Producto de sobornados
Y de clientes atracados.
En contratas inmorales
Viciosas por anormales.
Engaños episcopales
De codiciosos iguales.
Saliendo de la Marina,
De la comandancia fina,
Elcueros casi se orina.
El miedo lo contamina.
La cagada sobrevino
Y por la pata ha corrido
Líquida como de vino.
Y el otro que le va a dar,
Una hostia en el molar.
Se pelean desfondados
Dos viejos desvergonzados,
Dos perdularios corruptos
En una pelea de brutos.
Con la pistola en el pecho
Elcueros se ve maltrecho,
Y Sisenando en su derecho
Amenaza al berberecho
Quien sintiendo ya un mareo
Se desmaya en devaneo.
Salen las gentes de la taberna
Como las de Platón en la Caverna
Ni está ya el horno para bollos
Ni la piscina para repollos.
Sisenando el asilvestrado,
Por el diablo engendrado,
el antiguo y más preciado
socio de Elcueros acabado,
miembro muy destacado,
del municipal encofrado,
negocio espurio y rapado
de un ayuntamiento cruzado,
sospechoso, desde el capo
de ese ayuntamiento
a corrupción entregado,
hasta el más humilde trapo
de corrupción galopante
que convirtió en gigante
a ese mísero visitante.
Ya cayó el miserable
ya la ruina lo invade.
Por ello, con la pistola
Amenazado lo tiene
Elcueros que lo entretiene.
¡Y no es ello una trola!
el cura con su corola
no lo salva ni con estola.
Con alarmas de todas clases,
Y los más sofisticados planes,
Por el miedo que le acojona
Protege la finca la leona,
La Sol María de Ancona,
Su piscina y su persona.
Han de bailar la chacona
Bajo una humilde lona
Cuando pierda por felona
Tal maestra de fregona
Y de la mopa reinona,
como su amado hombre
El marqués de la cochambre
El capital más abusado
Propio de un degenerado.
Cámaras y más carteles
Anuncian alarma en papeles
Miedosas personas peleles,
Lo mismo que en los cuarteles.
Ha de repicar la campana
Antes que suene la alarma
En la casita amarilla
Adquirida por vía de lo inmoral
Cuando ya ese general
Perezca como mortal
Por aquel disparo fatal.
Y el de la larga nariz,
El pistolero aprendiz
Morirá como perdiz
Desesperado entre rejas
Tirándose de las orejas.
Y su socio el corregidor
con largas y blancas guedejas
estará en su compañía
como dos locas y putas viejas,
tirándose a la cabeza las tejas
que se caen del alero:
¡él me la tiró primero!
como si fueran almejas
Ya no saben lo que hacer
Sisenando les hace temer,
Blandiendo la pistola en alto
Les amenaza en un canto
Digno del malvado Otranto.
Tratan en desespero
La ayuda del tendero,
La del vecino sereno
Y la del honrado de Fiunchedo
Pero este ya les dijo cuando su ayuda pidió, y ellos no respondieron:
¡Como me ves te verás!
Y entonces nunca jamás
Mi ayuda obtendrás
Las consecuencias sufrirás
Por traidor y mucho más.
Es todo lo que merecéis,
Y vuestra desgracia atraeréis
Por el mal comportamiento,
¡Por cómplices de un criminal!
Ahógate ahora mugriento
Entre la brisa y el viento,
violadores sin cuento,
todos ellos y al momento
y ahogaros con tormento
en vuestro propio orinal.
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 14-02-2008
VILLA DE ADAS
¡ÚLTIMAS NOTICIAS!
¡Últimas noticias en Adas!
Elcueros depauperado,
Canalla atemorizado,
Por cucaracha atormentado,
El malvado Sisenando.
Y el ex alcalde acojonado,
¡La cabeza del tinglado!,
Quien ya no pincha ni corta,
Y a causa de comisiones,
De estraperlos y pensiones,
Andan ya estos gorrones
Saltando por los balcones,
Huyendo unos de otros,
Enfrentando en pugilatos
A cucarachas con boniatos.
Pasando luego a mayores,
A jueces y abogados
Con juicios y alborotos,
Por ilegales contratos.
Y llenos de furia y arrojo
Y como tomate rojo,
En la calle y sin medida
Como quien toma una pinta,
Van y se arrancan los ojos
Andan en función tal, las cosas
Que vuelan cual mariposas
Sobre las humildes rosas.
Derraman lágrimas rojas
Sol María y Elcueros triste.
Anda Sisenando en amenaza
Pistola al cinto, y su faca,
Escondida en la carraca.
Dentro de la amplia faja.
Por el miedo atenazado
Anda Elcueros atormentado.
Cómplices que fueron de antaño
Hoy se odian sin apaño.
Ya la piscina no da,
Ni el amor que aparentaban
Mieles de circunstancia,
Si no más bien abundancia
De odios y contumacia.
Vender quiere ya su casa
De ladrillo y argamasa,
Elcueros muy coitadiño,
Y huir, y si es preciso,
Y por la necesaria prisa,
En calzoncillos o en bragas,
Y fugarse como rata
Saltando por la ventana,
De su casa, acorazada,
De alarmas de carcajada
Bien adornada y forrada.
Y con la picha bien baja,
Y con enorme canguelo
Por miedo de un sanguijuelo
Ambos juran, los falaces,
Ante los pasmados jueces,
Que son honrados y valientes,
De causas justas, y obedientes,
De las municipales leyes.
Se echan a reír magistrados,
Secretarios y abogados.
Las gentes de bien ya rechinan
De la comedia que dictan
Los muy bien encorsetados
Oficiales de juzgados.
Antes también sobornados,
Algunos realquilados,
Y alguna jueza repinta
Bebedora de una pinta,
Con pisos bien amueblados,
Por estos maleantes tirados,
Y hoy por hoy, ya castrados.
Por haches o por bes malditas
Andan las cosas fresquitas
En Adas la señorita,
Más dulces que rosquillitas.
Vende la casa moinante,
Y lleva de acompañante,
En ese equipo galopante,
A Sisenando embargado
Hasta el último denario,
Y con aquel capo tunante,
Aspirino, ¡el comandante!
Quien tocando el tamboril
Os querrá llevar a Estoril.
Y de allí, y en zapatilla,
Con dos chorizos y morcilla,
Amén de una bacinilla,
Sobre el mar, a la otra orilla.
Por principio de extradición
Se os ha de perder la emoción.
Y os han de pillar, ¡comadrejas!
Aunque os pintéis las cejas
Y ampliéis las guedejas.
Aunque me ha dicho primero,
Un amigo retrechero
A quien tengo por certero,
Que quiere huir el lacazán
Para vivir en Fontán,
Y esconderse ese paspán
Del malvado gavilán.
Y sabemos ahora señores,
Cosas que no son rumores.
Que entrando abril en calores
El asunto pasa a mayores.
Pues Sisenando de Petín,
El pistolero malandrín
Se puso malo de fiebres
Y en cama está con dos liebres
Que le han puesto en la cabeza
Apretado calcetín
Para suavizar las sienes,
Los colondrios y las mientes
Y que mee en el bacín
Orando a san Valentín.
El otro, el miserable del Elcueros
Aunque no vista vaqueros,
A ese pasmao de morralla
Le ha reventado la raya
Del miserable trasero,
Clavando puntas en tablas,
En maderos y en viguetas.
Se mea por las braguetas
Como si tuviera tetas.
Levantando está la defensa
Defendiendo cual princesa
Indignada por la ofensa,
Un muro contenedor
De las iras del peor.
Y el peor es Sisenando
Su hoy más malo enemigo
Y antes su gran amigo,
Quien ahora en el ombligo
Le quiere meter un higo,
Envenenado y podrido.
Dale que dale a los clavos
Clava bien ese tinglado
Y defiende ese pecado
Que te ha de costar el nabo.
Y si no ya lo verás,
Ni el bálsamo de Fierabrás
Te ha de ayudar
Donde estás.
Y aunque decidas ayunar
De sopapos y algo más
Nunca podrás,
Ya verás,
Salvarte con esa dieta
De la fuerte comedieta
Aunque laves en pileta
El follón de papeleta
Que se marcha en bicicleta
Para dar en la cuneta
Como clavos en tableta,
Tornillos en la vigueta,
Y aunque toques pandereta
¡Clara la llevas puñeta!
Te han de dar en las narices
Dejándotelas como lombrices
Amoratadas y tristes,
Y rotas como cristales
Por hacer de concejales
Y caciques principales,
Gentes sin ética ni principios.
Carne de corruptos precipicios,
Y mentes saqueadoras
Casados con mujeres zorras,
Hipócritas y avinagradas,
Que miran con miradas torvas
Llenas de envidia y codicia
Lo que a otros da la vida
Por natural inteligencia,
Madre de toda la ciencia,
Y por el mucho trabajo,
No por andar de badajo.
Brujitas acongojadas
Mirando siempre hacia abajo,
Que cargan en las espaldas,
Fregona, mopa y vergajo.
De paño, no de otra cosa.
Que es estrecha la raposa.
Barriendo y regando la acera
Con esa larga manguera
Que a todos nos desespera,
¡Como una loca ramera!
O como la rata del cuento:
Laran larita barro mi casita,
Y riego también la acerita.
Y como harás por la noche,
¿Acaso te pirarás en el coche?
¡Anda! colócate bien ese broche
Y después, cométe este brioche.
Yo te hago este reproche,
Vete a rascar la barriga
Y evácuate una boñiga
Y ¡anda para casa cochina!
Vete a lavar en la tina
Y deja de fregar esa esquina
Tan sucia de la cocina.
Vete ya infeliz vecina
Y piérdete en tu sucia orina.
Ande, ande, ande,
la marimoreeena
ya viene Sol María
hecha una verbeeeena.
Ande, ande, ande
Viene del notario,
Con gran alegría
Para el velatorio.
Han matado a Elcueros
Sin hierba ni veneenos,
Le han pegado un tiro
En los propileos.
Todos a la trena
A cumplir condena
Mientras su marido
Sin dar un berrido
Se fue de este mundo
Como un vagabundo
Bajo el estallido
Del bruto vecino
Que acabó con él
De un buen ladrido
De pistolón esparcido.
Moraleja
No olviden jamás, señores,
Aunque haya otros rumores,
Que nunca los bandidos
Pueden resultar amigos,
Aunque sí, es cierto, señores,
Que han de ser esos hampones,
Para cometer infracciones,
¡Cómplices de esas acciones!
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 17-04-2008
ODA AL INFELIZ SISENANDO DE PETÍN; “EL PISTOLERO MALANDRÍN”.
Y de cómo en un ataque de furia incontenida y arrebatada, devino el delincuente, en amenazar, pistola en mano, al caballero Valentín de Fiunchedo; La Flor de Adas, El orgullo de Samoedo.
El pordiosero más ruin,
Sisenando de Petín.
Descendiente de una tribu
Inconfesable y sin fin.
Y aunque ejemplar es de nómadas
Después de mil canalladas,
Y trapacerías sonadas,
Instalado, está ya en Adas.
¡De súbito y con pistola, Aparece entre unas matas!
Y al igual que vieja loca,
En persecución de unas ratas.
Con cara de “moucho” ruin
Apunta, amenaza e insulta, al Donoso Valentín.
Limonero, espino albar, saúcos, aligustre, y a sus pies, ¡calabacín!
Camuflado entre esas sombras,
Sobre el barranco de Che Che
El malcarado villano, desaliñado,
Como un Nosferatu sin lustre,
Hace su aparición el cutre.
Padre de grey raposera,
Quizás bastardo hijo
De gitano desconocido,
Persona taimada y artera.
Esposo desconsolado,
De una gorda retrechera,
Griselda: “La Trapacera”.
Chupado de pecho, encorvado,
Bereber, y bien delgado.
Con pelo atusado por engrasado
Sobre aquel cráneo mojado,
De piojos bien plagado.
Ropa pobre de mercadillo,
En el cuello, un pañuelillo.
Se asemeja por su aspecto, el descarado, a gato malhumorado,
A un ciclóstomo cagado,
Mixino desorientado.
Un desagradable agnato
Lamprea a tiempo pasado.
O a un apestoso calcetín.
Es, sin duda ¡Sisenando de Petín!
¡Pistolero malandrín!
¡Como un salteador cualquiera!
¡Anda buscando quimera!
Apuntando con pistola,
Y con su cara de trola,
Al gallardo Valentín de Fiunchedo,
Un garrido caballero,
La flor de Adas,
¡El orgullo de Samoedo!
Más este, con un garbo lisonjero,
Muy osado y bien gentil,
Da la espalda a la pistola,
Y al malvado pistolero.
Y tal desprecio arrogante
Confunde a aquel maleante,
De rostro pardo ceniza
Con su gran nariz de alcuza,
Que por pañuelo hace uso,
Durante el invierno brumoso
Y en tal apéndice acuoso
De una extensa gamuza.
Viendo su orgullo el delincuente “raspiñeiro”,
Tan altamente agredido,
Casi le da un vahído.
Abochornado el tunante,
Ultrajado y ofendido,
Por el desprecio ofensivo
De aquel caballero altivo.
Viendo su honor por los suelos,
Arrebatado de incontenida rabia
Y entre los incipientes majuelos,
Y sobre aquella verde savia,
Va, y se orina en sus zuecos.
Tan grande fue la meada
Y tal hedor emanaba
Qué como si estuviese en Babia,
Y preso de una furiosa demencia,
¡Apunta el cobarde a sus bolas!
¡Pensando volárselas todas!
Más la pistola avergonzada
Se rinde ante tal monada.
Y aquel cañón se derrite
Flácido e insustancial,
A causa de aquel triste
Y patético ceremonial.
Cuando el hermoso doncel
Quien muy airoso se aleja
Dejando a la comadreja,
En su cubil, más sumisa que una oveja.
Y aquí, continuando la historia
De esta nefanda gloria
Del infeliz Sisenando,
Pleno de incontenible euforia,
Quien viniendo del Petín
En mísero carretín,
Y aunque a base de trampas,
Corrupción y maletín,
Se haya forjado el ruin
Un supuesto y espurio botín,
Guardado en su casa que es cubil,
Convertida en polvorín.
Guarida de zarina y Rasputín
Pero muchos ya lo sabemos,
Aunque no los que son memos,
Que no da el dinero casta,
A quien su naturaleza gasta,
En delitos por la “pasta”
Creyendo por todo aquello,
Y no reflexionando en ello,
Aquel emigrado en la Francia
En su palurda ignorancia,
No necesitar guardar distancia.
Que con oro en abundancia
Y con esa “pasta” gansa,
Sería muy fácil lidiar
Con más altos caballeros,
De dignidad ejemplar,
¡Que a coña lo van a tomar!
¡Y qué mil vueltas le han de dar!
La ignorancia más ramplona
Al asilvestrado encona.
Acabando estas historias,
De burlas y pedorretas
Que han de sufrir en sus jetas
Maleantes montaraces,
Desgraciados y tunantes.
Por ello la moraleja
Que de aquí ha de seguirse,
Es que se ande con cuidado
El contumaz desgraciado,
Pues, el ¡“pim, pam, pum,” fuego!,
Le ha salido al embustero
Al revés, ¡en su plumero!
El flácido cañoncito
Se ha metido despacito
En el plumero sumido,
Negro y entumecido.
Culo que huele a podrido,
De Sisenando el bandido.
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 08-06-2005
lunes, 25 de febrero de 2008
ENIGMAS DEL ANTIGUO EGIPTO
ENIGMAS DEL ANTIGUO EGIPTO
HISTORIAS DE SEGUNDAS ESPOSAS Y CONCUBINAS DURANTE EL IMPERIO NUEVO
Reinaba en Egipto el faraón, Señor de las Dos Tierras, dueño del Alto y Bajo Egipto, Amenhotep III, Neb-Maat-Re, (Imperio Nuevo, dinastía XVIII; 1395-1358 a.d.C.). El país era más floreciente que nunca, la paz era completa en todo el reino, así como en los territorios y provincias anexionados, y también en aquellos, dependientes por voluntad de esos pueblos, de servir y ser amigos del gran rey de Egipto. Era todo un honor el contarse entre los principados y países que se pudiesen llamar amigos de Egipto. Las riquezas de todo tipo inundaban pueblos y ciudades. El sol brillaba como nunca y las crecidas del Nilo llegaban propicias y en su fecha, con un caudal y una regularidad, tranquilizadoras, símbolo de buenas cosechas y apropiadas para las grandes construcciones estatales. La felicidad y la alegría se desbordaban en la corte del monarca. La ciudad palacio de Malkatta, recientemente construida sobre la orilla occidental del gran río era una fiesta continua. La moda femenina en aquellos días había dado un vuelco. La hermosura de las jóvenes se había visto incrementada por los nuevos colores de labios, un color teja hacía furor, y los rabillos de ojos y cejas se habían tornado para las más atrevidas, en metálico malaquita. La finura y el plisado de las telas de lino, así como los cortes y anudados de los trajes y túnicas, tenían la elegancia, entre atrevida e ingenuamente desenfadada, de los ropajes propios de una reina púdica con los pliegues en reposo. El mínimo movimiento producido por la brisa más suave, dejaba entrever por momentos, todos los encantos al desnudo de las elegantes y refinadas mujeres de Tebas. El tipo de peluca se había complicado y embellecido de tal manera, tanto para ellas como para ellos, que los precios se habían disparado, pero nadie que pudiese permitírselo dejaba de adquirir una de ellas. Los pródigos dioses de Khemet sonreían desde sus moradas a todo el país.
El joven amo Pentuer veía con placer como su prole disfrutaba jugando en las aguas del pequeño estanque, cuya superficie estaba cubierta casi al completo por las redondas hojas de las plantas de nenúfar, así como de las hermosas flores de la acuática planta. El aroma impregnaba el ambiente del pequeño jardín que a la hora del ocaso parecía que fuese un pequeño trozo de los bienaventurados campos de Ialú. Un grupo de palmeras datileras ubicado en la zona más occidental de aquel parque privado, recordaban en las formas sugerentes de sus copas que reverberaban al potente contraluz de la tarde, la reunión bullanguera de unos cuantos pavos reales con sus espléndidas colas desplegadas a punto de iniciar el cortejo con sus parejas. Dos hermosos ejemplares de palmera dum desplegaban sus grandes frutos bajo las copas en el extremo meridional. Las plantas más variadas, tanto autóctonas como exóticas traídas de los jardines del templo, así como de los mismísimos jardines del palacio real de Malkatta, daban a ese parque todo el empaque y belleza, propios de una noble mansión. Altos muros enjalbegados y pintados protegían de las miradas de extraños la privacidad del conjunto.
Por la pérgola, situada cerca del portal de entrada a la finca, cuajada de jazmines en flor que caían desde del techo, así como de glicinias con tallos retorcidos y añosos, con la mayoría de sus flores ya mustias, y aunque algún azul racimo se mantuviera fresco, la estación de Peret tocando a su fin, evidenciaba el final del período de floración de la enredadera. Las daturas, sin embargo, comenzaban a florecer espléndidas y más hermosas y odoríferas que nunca.
Pentuer, desde la terraza del piso superior de la casa de dos plantas, y a la sombra de un artístico cobertizo de cañas, contemplaba sin ser visto, los juegos infantiles de sus tres hijas, habidas con la esposa principal, la dama Mutnedjemet. Se conocían desde niños, eran primos carnales hijos de dos hermanos. Pentuer decoraba la tumba del monarca excavada en el Valle de los Reyes. Su actividad profesional era el iluminar los muros de aquellas residencias de eternidad de figuras de dioses y diosas entablando conversaciones, saludos y ofrendas con el faraón reinante. Como artista había alcanzado gran fama debido a la precisión de su dibujo y a la armonía de sus composiciones, así como por la sobria alegría del colorido.
Era un hombre influyente. Su hermano Isesi rendía su actividad como sacerdote en el templo de Khonsú en Tebas oriental. El mismo cargo sacerdotal que había detentado el padre de ambos, hoy difunto. Isesi había mostrado desde niño una naturaleza inclinada hacia el misticismo, disfrutando de las visitas al templo, cuando en algunas ocasiones, su padre lo llevaba, complacido de las inclinaciones del pequeño. Isesi solía preguntar a su padre y a los demás sacerdotes acerca de las figuras humanas y animales, enormes, que se prodigaban por los fustes de las columnas, de las pilastras y de los altos muros. Solía preguntar que era aquello que hablaban en silencio entre ellos. Su padre y los compañeros le respondían diciéndole que aunque hablaran en silencio, este era aparente, ya que sus conversaciones estaban recogidas en los textos jeroglíficos que acompañaban las representaciones pictóricas en relieve, y también las esculturas exentas. Para el niño todo aquello representaba un fascinante mundo cargado de magia y de encanto. ¿Cómo podían hablar en silencio aquellas figuras?, cavilaba el infante en su mente llena de confusas imágenes y de ideas y conceptos todavía muy complicados para su infantil edad. De todas maneras, Isesi sentía mayor interés por aquellas misteriosas conversaciones escritas que por la belleza de las figuras en si mismas. Los años pasaban. ¡Por fin comprendió! Los textos hablaban el lenguaje de los dioses, no por la sola representación gráfica de los mismos, ¡No, ello no era suficiente! Comprendió, cuando le explicaron que las sagradas escrituras tenían todo su valor y efecto solo cuando el sacerdote adecuado formulaba las palabras mágicas, cargadas de un significado misterioso, al tiempo que derramaba sobre aquellos jeroglíficos escritos en las paredes, el agua lustral que los sacralizaba. Era entonces cuando esas palabras y frases escritas se cargaban de todo el poder propio de las divinidades que entre sí se comunicaban. El niño entonces cerraba los ojos y por la magia de su propia sensibilidad veía a los dioses y al faraón, el dios vivo, moverse, al tiempo que les escuchaba hablar entre ellos. Nunca vio en su mente, reírse a los dioses, a lo más, una sonrisa congelada se dibujaba a veces en sus bocas y rasgaba algo sus frías miradas.
Pentuer, cuando acompañaba a su padre al templo, disfrutaba más de la belleza de las figuras que del significado de los textos. Él solía comprender el diálogo mudo de las bellas representaciones de aquellos dioses de perfecta belleza, y de las diosas encantadoras que, al contrario de lo que pensaba Isesi, sí reían y tenían gestos amables, y aunque hieráticos como muñecos articulados, no dejaban de aparentar felicidad y un hechizo arrebatador, dentro de aquel mundo tan lejano y al mismo tiempo tan cercano, debido a las numerosas representaciones murales, como eran las inalcanzables y complejas moradas de las sublimes entidades divinas.
Las niñas jugaban con las aguas del estanque viendo nadar a los pececillos de colores, quienes atemorizados huían a esconderse bajo la vegetación de nenúfares y otras plantas acuáticas, así como dentro de los orificios practicados en las piedras depositadas en el fondo como refugio.
Las carcajadas de las chiquillas tenían hechizado al padre, al ver como disfrutaban en sus infantiles juegos, cuando de pronto vio desde su privilegiada atalaya, deslizarse, proveniente de la calle, desde la pérgola, por entre el ramaje de los jazmines y de las glicinias a un chiquillo algo menor que sus hijas, la menor de las cuales tendría unos ocho años. El pequeño no iba más allá de cinco.
Como un gracioso y cauteloso mono sabio se descolgaba por entre el ramaje espeso e intrincado de uno de los laterales de la pérgola. Las niñas ajenas a tal aparición continuaban con sus juegos y sus conversaciones. La mayor, de uno doce años, se aburría hablando de cosas de niñas cuando ella ya había sido prometida a un pariente próximo, aunque político. Ya que era el muchacho, hijo de la segunda esposa de un tío abuelo, y que esa esposa había aportado al matrimonio, pero hijo de otro marido anterior. Esa segunda esposa de aquel tío abuelo era bastante rica y había traído un buen patrimonio al nuevo marido. Al anterior lo había repudiado por adulterio demostrado. Y por ello recuperado todo su patrimonio personal íntegro, y también aquel que le pertenecía como bienes gananciales.
El niño se acercó sigilosamente a las tres hermanas, que estaban de espaldas, al tiempo que arrojaba por encima de sus cabezas una piedra al agua del estanque, chapuzando de sorpresa a las desprevenidas niñas. El susto fue de impacto. Una vez recuperadas corrían tras el travieso Setnajt, increpándole y agitando las manos como furias posesas. El gato que dormitaba y el pequeño tití que se rascaba nerviosamente, saltaron, maullando uno y gritando el otro, como almas que lleva el diablo. Las ocas que se espulgaban a la sombra de la casa coreaban con sus alarmantes gritos aquella escena hilarante.
El padre, Pentuer, desde la terraza se moría de risa con el accidente sufrido por sus hijas, y provocado por su adorado Setnajt. El hijo habido con su segunda esposa. De la concubina Tanit tenía un varón y una hembra de tres y un año de edad.
Pentuer se vanagloriaba de su numerosa prole y de sus mujeres. Es bien cierto que los hijos de la concubina no tendrían los mismos derechos legales que los otros, los de la primera o segunda esposa. Y también es cierto que la concubina al ser de extracción humilde y esclava, podía ser vendida o alquilada a otros amos, si bien Pentuer no tenía pensado hacer nada de eso, sino reconocer a los hijos habidos con ella y repartir con ellos a partes iguales la herencia con los demás hijos. Aunque Tanit nada había aportado al patrimonio familiar, solo su belleza y su trabajo, que debido a esa hermosura que la distinguía, el amo había hecho liviano, en lo posible. Sencillamente se dedicaba, a parte de satisfacer al señor, a tejer en el enorme telar que le había instalado en un cobertizo adosado a la parte de atrás de la vivienda y al cuidado de los ancianos de la casa.
De todas maneras, tanto Mutnedjemet como Sithathor, la primera y segunda esposa, que eran mujeres consideradas ricas por familia, no sentían aversión alguna por la hermosa concubina. Ellas eran por derecho la primera y segunda señoras de la casa. Aunque si bien es cierto, era Mutnedjemet la que por derecho propio detentaba el título indiscutible de “Señora de la Casa”, que la distinguía del resto de las esposas o concubinas que pudiese haber, tanto en esta como en otra familia cualquiera.
Tanto Mutnedjemet como Sithathor llevaban rigurosamente las cuentas del producto de sus propias tierras y de las cosechas, ayudando a su marido en el recuento de las suyas. Y aunque los graneros distribuidos por el patio trasero estaban rebosantes de grano ya que la cosecha, ese año, se había adelantado, comenzado casi un mes antes de lo habitual, también se disponían lugares dentro de los graneros, para depositar todo tipo de objetos destinados al trueque, ya fuesen de metal, cerámica, piedra, marfil, o cualquier otro tipo de material, y que formasen parte del rico tesoro de la casa.
Ahí, en esos espacios, dentro de los graneros estaban, en compartimentos diferenciados, los objetos de cada uno, tanto los de las esposas como los de Pentuer. Juntos, pero no revueltos. Eran el producto rentabilizado de las tierras y animales propios de las esposas.
La concubina Tanit también generaba con su trabajo en el telar sus propios beneficios. Las hermosas alfombras, tapices y cortinas que tejía con gran habilidad y destreza, solía llevarlas al tenderete que montaba cerca del templo de Amón en el Karnak con la subida de las aguas y aprovechando las grandes fiestas fluviales del dios Amón-Re.
Allí, durante tantos días de fiesta exponía sus primorosos trabajos, que ayudada por la contemplación de su belleza que resultaba un regalo para la mirada de los hombres, tanto jóvenes como viejos, vendía con muy poco esfuerzo. Al anochecer llegaba a casa con el producto de las ventas que iba arrinconando en un departamento exterior, pero bien guardado, de los graneros.
Sithathor, si bien nunca había sentido celos de Tanit, ya que ella había logrado sacar adelante al pequeño Setnajt, después de la muerte de otros tres hijos prácticamente al nacer, ahora que la pareja de la concubina se desarrollaba fuerte y sana, comenzaba a albergar algún sentimiento de rencor hacia ella. Además, había notado un cierto interés de esta por un joven trabajador de la casa vecina, un buen mozo, quien parecía asimismo que tampoco le era indiferente la joven y bella Tanit. Pero, de ninguna manera, habían dado, ni el uno ni la otra, motivo de habladurías. Nadie podía poner en duda la fidelidad y lealtad de Tanit hacia Pentuer. Sithathor lo sabía muy bien, pero muy escondido llevaba el deseo de que Pentuer repudiase a la joven hilandera. Pentuer, con sus veintinueve años era feliz con sus compañeras, aunque es bien cierto que Tanit nada aportaba de su trabajo a la hacienda familiar, solo cuidando a los mayores de la familia que eran varios, en sus molestas necesidades. Solo tejía cuando esas actividades le permitían algún tiempo libre, generalmente por la noche, si es que el señor no acudía a visitarla.
La señora de la casa y la segunda esposa estaban por encima de aquellas actividades, propias de esclavas o de mujeres pertenecientes a familias de condición humilde. Esos trabajos, Tanit, los desempleaba muy bien, con buen trato y cariño a los abuelos y a las ancianas de la familia, quienes agradecían el cuidado con que les trataba, e incluso los desvelos con que ella los solía atender.
II
El sacerdote Isesi solo había conseguido criar un par de hijas de su segunda esposa, Renenutet, hija de un sacerdote de rango menor, al servicio de un pequeño santuario de la diosa Bastet, “aquel que limpia los suelos de la casa divina”, de nombre Menkhauhor. Debido a ello, había ascendido de cargo, ya que su yerno, en reconocimiento por la fecundidad de su hija, y aunque eran de procedencia humilde, y sin posibles para entregar una dote al templo que sirviera para potenciar un ascenso, lo consiguió a través del nacimiento de aquellas dos niñas que su hija dio al gran sacerdote de Khonsú, Isesi.
Renenutet, después de haber sido repudiada la primera esposa de Isesi, no debido a infertilidad, sino a que sus alumbramientos resultaban siempre en fracaso. Las criaturas, o bien no alcanzaban el tiempo adecuado de embarazo, o bien nacían muertas, después de un embarazo, aparentemente normal, o morían al poco de nacer, Renenutet, por ello, se había convertido en la señora de la casa por derecho propio.
La repudiada Menkheret, mujer de casa pudiente, y de familia de magistrados, cargos sacerdotales dependientes del templo de Thot, no había perdonado tal humillación. No porque Isesi la repudiase, cosa habitual en tales circunstancias, sino por la desvergüenza y arrogancia desprendida de los comentarios de Renenutet, después que esta parió las dos gemelas sanas y regordetas, y encima logró sacarlas adelante sin esfuerzo alguno.
Cuando Menkheret salió de casa de su marido con todas sus pertenencias propias y lo correspondiente de gananciales, camino de la casa de su padre, quien ya había arreglado un nuevo matrimonio para su repudiada hija, nadie sabía, ni siquiera Menkheret, que la semilla de su marido comenzaba de nuevo a desarrollarse en su vientre.
Ella había comentado en varias ocasiones con Isesi, que posiblemente la muerte prematura de sus niños pudiera ser el resultado de haber utilizado hasta la saciedad los anticonceptivos que la ginecóloga Ashayt les había proporcionado antes de determinar casarse y fundar una familia. Isesi le decía que ello era una tontería, ya que la mayoría de los jóvenes utilizaban desde siempre esos medios para no tener prole, cuando solo pensaban, además, en lo placentero de la unión, y también para comprobar si la pareja era adecuada, para que luego no hubiera sorpresas.
A las pocas semanas del divorcio, ya arreglado el matrimonio con la nueva pareja, y celebrado el banquete en la propiedad familiar. Y una vez arreglados los documentos entre ellos, ya que ni religión ni estado tenían nada que ver en tales asuntos que se consideraban totalmente privados, la novia Menkheret, después de tomar unos dulces se sintió mareada y con necesidad imperiosa de vomitar. Las náuseas y arcadas ante la visión de algunas de las viandas de los platos, pusieron en alerta a la ginecóloga Ashayt y a las dos parteras invitadas a la fiesta de boda. Después de un sencillo reconocimiento ginecológico, el diagnóstico, sorprendente, sobre todo para la aturdida Menkheret, arrojaba el resultado inequívoco de embarazo. Menkheret, la repudiada, estaba de nuevo encinta de su anterior esposo. La noticia, después del primer momento de estupor devino en alegres carcajadas y en comentarios jocosos y picantes de todo tipo. Pero sobre todo, fue el nuevo marido quien saltaba de contento, y bromeaba diciendo que había adquirido, por el mismo precio de la vaca, a esta y al ternero. ¡Mayor felicidad y negocio no se podía esperar! Y si el resultado resultaba fructífero, y la criatura se lograba, loas para Hathor, las siete hadas benefactoras del nacimiento, y sobre todo ofrendar de inmediato al malformado genio Bes, protector de las embarazadas, quien con sus cabriolas y fealdad alejaría a los malos espíritus que podrían aparecer durante el alumbramiento y perjudicar al neonato.
La noticia en casa de Isesi tenía el sabor amargo de la raíz de la mandrágora, sobre todo para él, aunque la recién ascendida a señora de la casa, Renenutet, también se le revolvía la bilis en el estómago, pensando en que posiblemente hubiera cambios en su pareja que ya creía estable y sin sombras. Esto no la dejaba vivir en paz, aunque supo de la gran alegría de los recién casados, tanto del nuevo esposo de Menkheret como de ella misma. La burla a su anterior marido, pensaba Menkheret, siempre que la criatura se lograse, resultaría más ácida para Isesi, que el sabor del mango verde.
III
Setnajt corrió escaleras arriba, riendo como un diablillo, tratando de refugiarse ente las piernas de su padre, huyendo de las furibundas medio hermanas quienes aún no se habían recuperado del remojón, producido por el impacto de la piedra, recibido en sus rostros cuando jugaban sentadas sobre el brocal del estanque, embebidas, las dos más pequeñas, con los comentarios de la hermana mayor, Nefrure, en torno a las delicias de su pronto matrimonio, ya que su edad, doce años, era adecuada a esa nueva vida. Además los padres de una y del otro, viendo que los adolescentes se querían, pensaban no necesitar el dejarlos que conviviesen previamente, puesto que la atracción era mutua y satisfactoria. Como quiera que fuese, Pentuer, aparentando seriedad, y aunque protegió al niño de la furia de las jovencitas, le reconvino para que no volviese a las andadas, ya que habitualmente las atormentaba con sus travesuras de manera súbita. El niño juró riendo que no volvería hacerlo, pero ya su mente proyectaba, y su padre lo sabía, otra sarta de travesuras.
A las niñas, algo soberbias al saberse hijas de la esposa principal, y aunque querían al pequeño medio hermano, este, no olvidaban, era hijo de la segunda esposa Sithathor. Pero tampoco se les escapaba la preferencia que el padre sentía por aquel diablillo travieso, de ojos muy negros, y con una sonrisa tan amplia y descarada que en sus carcajadas cantarinas mostraba una dentadura, que aún de leche, anunciaba la blancura y perfección de la próxima dentición. Aquella risa desvergonzada y pícara hechizaba a su padre y a toda la familia.
Sithathor, la madre del pequeño Setnajt, aún teniendo unas relaciones más que cordiales con la señora de la casa, intuía que no le parecía muy bien a esta, el trato de preferencia que el esposo de ambas daba al retoño de la segunda esposa.
Desde luego nada hacía prever un desasosiego en una familia tan, aparentemente al menos, bien llevada. Pero la verdad es que entre unas cosas y otras, la procesión, iba por dentro de cada una de las mujeres. Se acrecentaba al ir cumpliendo años toda aquella prole, en que cada uno de sus miembros pretendía ir marcando su terreno según la importancia de parentesco o de oficialidad. Ninguna de aquellas mujeres e hijos pensaban en los sentimientos de Pentuer. Lo único que les importaba era colocar a cada uno de sus hijos en la mejor situación con vista a la herencia y a la supervisión del patrimonio familiar.
IV
Sithathor, a través de conversaciones mal intencionadas con Mutnedjemet, la señora de la casa, había conseguido que Pentuer decidiese prescindir de Tanit como concubina y emparejarla con uno de los esclavos de la casa que desarrollaba duros trabajos en las tierras más alejadas de la hacienda.
Entre las dos consiguieron inocular la duda y la sospecha en el corazón del liberal Pentuer. De todas maneras, el artista dejó bien claro, que los hijos de Tanit quedarían a cargo de su padre, y disfrutarían de su porción en la herencia y en la instrucción de su formación académica o de cualquier rama profesional, para la que los niños tuviesen más cualidades. Esta decisión de Pentuer, con la que no contaban, enervó a las señoronas, quienes a partir de ahora, sí, sintieron ya, una abierta aversión hacia la concubina. La guerra se agrió cuando Tanit se vería obligada a casarse con quien no quería, teniendo además un amante a quien adoraba, aquel buen mozo, trabajador libre de la hacienda vecina.
Las relaciones ente ellos habían llegado ya a ser públicas puesto que el señor Pentuer, había repudiado a Tanit. Por lo tanto esas relaciones ya no significaban adulterio alguno. La antigua concubina era libre, según la ley, de buscar relaciones de convivencia íntima o maridaje.
De todas maneras, las dos señoras no estaban dispuestas a que la antigua manceba pudiese casarse con alguien libre, que prestaba sus servicios en la hacienda vecina, como contable, y que además, no carecía de patrimonio propio y familiar, alcanzando de aquella manera un estatus social igual al de ellas, cuando siempre había sido eso, una barragana. ¿Cómo iban a relacionarse con ella en las fiestas y otros actos oficiales como si fuesen iguales? Eso no lo podrían consentir, por lo tanto habría que casarla con el esclavo de la familia. De esa manera sería muy difícil que ella pudiese alcanzar la libertad y la emancipación total.
Pero las linajudas señoras, en su soberbia, no contaban con las leyes que regían en el país. Tanit dio el paso y acudió a los tribunales. Después de analizar el caso y viendo el amor que la pareja se tenía, dictaminó el magistrado juez que en Egipto el amor era libre y que cada uno elegía su propia pareja sin que nadie pudiese inmiscuirse en cosas tan íntimas y privadas. Después de la reprimenda a las señoronas, e incluso al pobre Pentuer que nada, o casi nada había tenido que ver en aquel asunto, el juez de la plaza de la Verdad en Tebas occidental, en donde se llevó el caso, dictaminó, en sentencia inapelable, que Tanit y el mozo Kanefer, podrían hacer con su relación de pareja lo que les apeteciese, pero que nunca se podría obligar a la joven a casarse con quien ella no quisiera. Dijo que las leyes estaban por encima de los caprichos e intereses de nadie, por muy importantes que algunos se creyeran. Antes de dar carpetazo sentenció que los hijos de Pentuer habidos con Tanit quedaban, obligatoriamente por ley, bajo la responsabilidad y protección de su padre, a no ser que Tanit y su nuevo esposo decidieran llevárselos con ellos, y siempre y cuando las posibilidades económicas y sociales no fuesen inferiores a las de la familia de Pentuer. Si los niños iban con su madre al nuevo núcleo familiar, Pentuer tendría la libertad de seguirlos tratando y amando como antes del suceso. La familia, dijo el juez, nunca debiera romperse, sino afirmarse y complementarse en las nuevas relaciones. Sencillamente la familia se había incrementado.
De esta manera, termina el relato de Pentuer el artista, y sus mujeres. Las leyes, terminó diciendo el magistrado, cuando son justas y humanitarias, siempre han de prevalecer por encima de todo y de todos, sin importar cual sea su nivel social. Aquellas que no lo son, deben de ser protestadas por el pueblo que es el más sabio.
Después del caso perdido por aquellas caprichosas damas, la discordia creció en sus corazones entre ellas mismas, ya que desaparecida Tanit, entraban en conflicto los intereses por Setnajt, propios de su madre Sithathor, con los de las tres niñas de Mutnedjemet. La solución la dio Pentuer. El niño mostraba aptitudes artísticas como su padre, a nadie ofendió por ello que pasara a llevar la instrucción adecuada para ese arte. Las mujeres, aunque podrían encaminarse por esa actividad, no era lo frecuente, tenían otros oficios, y otras carreras, por lo tanto, por ese lado, todo arreglado. No discutieron más las señoronas. La lección del juez, y la determinación del irritado Pentuer, les sirvió para toda su vida.
V
Menkheret estaba realmente exultante con su embarazo, si bien, los abortos y muertes prematuras de sus bebés anteriores la preocupaban algo, aunque Ashayt, la ginecóloga, le daba confianza, ya que controlaba constantemente la evolución del proceso. Un día Menkheret sintiéndose algo mal, fiebre ligera y pesadez en el vientre, así como un olor nauseabundo, como a pescado podrido, mandó llamar inmediatamente a Ashayt.
Ashayt, muy preocupada, diagnosticó de inmediato una metritis. No dijo nada pero, y aunque no era corriente, debido a la inflamación del útero, y a los abortos anteriores de la embarazada, podía alertar sobre un cáncer. Sin pensárselo dos veces, preparó un tratamiento combinado, que pensaba, al menos, según su experiencia, y la de muchos médicos anteriores, podría resultar efectivo en unas cuantas sesiones continuadas. De ser el resultado positivo, desaparecería de inmediato la sospecha de tumor maligno. Preparó una buena cantidad de hierba llamada “parietaria” que recogió, como de costumbre, al pie de la pared sur de los muros de la pequeña necrópolis cercana. Un cementerio recogido y solitario, ubicado en la ladera de una pequeña colina que en talud descendía sobre el valle, en las estribaciones desérticas, pero a donde trepaban algunas de las plantas del valle, debido a la humedad retenida después de la retirada de la inundación, y utilizado por las familias vecinas. Allí, entre la escasa vegetación de raquíticas ortigas, coloquinto, ombligo de Venus, y en las oquedades lagartijeras, e intersticios de las erosionadas piedras, solía desarrollarse esta beneficiosa planta medicinal, propia para las enfermedades genitales femeninas, y que ella, por su oficio conocía muy bien. Luego, de allí se dirigió al campo, en el valle, y en los terrenos de cultivo ya cosechados buscó otra preciosa planta, cuyas sumidades floridas obrarían milagros en el tratamiento de la enfermedad de su amiga y paciente. Cuando encontró la hermosa milenrama, planta de múltiples propiedades y aplicaciones, unas con flores blancas y otras rosadas, recogió solo las necesarias y las llevó a su clínica.
Después de la revisión a sus plantas clasificadas en cajitas y anaqueles, colgó a secar, a la sombra y bien aireada, la milenrama que traía. Comprobó, que la recogida la pasada temporada, estaba perfectamente, y en condiciones óptimas de utilización, ya que su olor así lo confirmaba lo mismo que la textura que aún no se había tornado quebradiza. No había perdido nada de sus propiedades medicinales.
Se encaminó hacia la casa de Menkheret a quien encontró muy preocupada y pálida. Preparó una infusión con la parietaria, en la dosificación adecuada, y cuando esta estaba tibia ordenó baños vaginales, durante unos diez minutos, tres veces al día, luego, con las sumidades floridas de la milenrama seca, encendió un fuego sin llama, del que solo salía un humo blanquecino y denso de olor agradable. Hizo ponerse en cuclillas a la dama de la casa, y al tiempo que salmodiaba mágicas fórmulas y oraciones ininteligibles, aquel sahumerio envolvía y penetraba en el útero enfermo de Menkheret.
Durante varios días estuvo Ashayt preocupada por su amiga, visitándola, una vez que terminaba su horario de consulta y después de ejercer la obligatoria medicina gratuita a todos los pobres de su jurisdicción sanitaria. Por las tardes se encaminaba hacia la casa de Menkheret para comprobar el resultado de aquel tratamiento. Aunque esa tarde había recibido varias visitas de jóvenes parejas, que como era habitual, venían a solicitar el tratamiento anticonceptivo más adecuado, ya que de momento no pensaban tener hijos. Más tarde ya se vería, ¡en fin! , lo de siempre. A la muchacha de la última pareja que trató, le recomendó como más idóneo para su sistema, que se colocara un tapón en la vagina hecho a base de un majado compuesto por resina de acacia, coloquinto, miel y dátiles (papiro Ebers, receta 783).(La goma de acacia, se ha comprobado, que fermentada, mata los espermatozoides)
A las cuatro semanas de tratamiento en la enfermedad de Menkheret, se confirmó que el resultado era positivo, aunque para ratificarse más en ello, y no dejar posibilidad a una recaída, le recomendó que continuase con él algunos días más.
La sospecha de un posible cáncer de útero se esfumó. Por suerte, la joven señora, quedó totalmente limpia de impurezas en su intimidad más profunda. Ashayt, sin duda, era una buena especialista en las enfermedades propias de la mujer.
Cuando la enfermedad fue destronada del cuerpo de Menkheret, tanto ella como su nuevo marido, deseaban saber si sería varón o hembra lo que se estaba gestando en el vientre de la señora. Aunque es verdad que no sentían preferencia alguna por el sexo de lo que viniese. Sencillamente por curiosidad, y por otra parte, si resultaba ser un niño, Menkheret daría por satisfecha su venganza contra Isesi, quien teniendo solo dos niñas, las gemelas, habría maldecido aquel día en que la repudió.
La fiel y leal Ashayt había preparado dos saquitos de lino, conteniendo uno, granos de cebada y el otro de trigo, mezclando en ambos algunos dátiles y arena. Llevó esa mercancía a casa de los esposos y les indicó que cada día, ambos saquitos deberían ser regados con la orina de Menkheret. Si el trigo germinaba primero, entonces lo que nacería sería una niña, si por el contrario, lo que primero germinaría fuese la cebada, entonces habría de ser un niño lo que Menkheret trajese a este mundo. Y si ninguno de los dos germinaba, entonces no nacería nada productivo.
Después de varios días de ansiedad y espera, la cebada germinó primero. Había pues que prepararse para el alumbramiento próximo de un varón. Y aunque algunas veces, muy pocas, el experimento fallase, no era cuestión de pensarlo así. La ilusión de la espera y de la venganza cumplida, se aproximaban.
Menkheret dio a luz un hermoso pequeño, que, ¡misterios de la vida!, tenía el pelo rojizo, y con el pasar de los días, los ojos, se confirmó, eran de un intenso color azul. Cuando Isesi supo la noticia, una especie de ansiedad y comezón le reconcomían el espíritu y el cuerpo. Su desasosiego lo mantenía en una especie de frenesí que le impedía realizar sus obligaciones en el templo, con la disciplina y atención necesarias. Se vio obligado a tomarse unas semanas de baja.
Nadie vino a mostrarle a su hijo, ni tampoco fue invitado a visitarle, cosa que deseaba ardientemente. No pudo acudir a la ley y reclamarlo como suyo, y aunque lo era, y todos lo sabían, legalmente no podía demostrarlo. La criatura había nacido, justo después del tiempo perfecto de un embarazo, que coincidía, además, con los meses de casados de la nueva pareja.
Un antepasado de Isesi, según el árbol genealógico de la familia, oriundo de alguna zona del norte de Siria, ya cercana a Hatti, el país de los hititas, tenía estas características, que no volvieron a reproducirse en sus descendientes hasta el nacimiento de su hijo con Menkheret. Se dice que aquel antepasado, pertenecía a la etnia de los Hicksos invasores, pero que fue uno de aquellos conversos que prefirieron colaborar con los nativos, durante las guerras de liberación, y quedarse en Egipto, país del que ya se sentía hijo, identificándose con esa tierra que era la única que como patria reconocía. Era ya inmigrante e invasor de segunda generación.
VI
EPÍLOGO
Después de todo este colorista lienzo, que hemos creado, con el único fin de reflexionar y conocer, aunque sea someramente, algunos de los aspectos sociales, legales y familiares del Antiguo Egipto, diremos que el harén, por llamarlo con el nombre más acostumbrado, nada tiene que ver con los conocidos harenes islámicos en donde las mujeres están encerradas en una especie de cárcel de oropel esperando impacientes la visita del semental sultán o maharajá hindú. De ninguna manera es así. La poligamia en aquella remota época era necesaria por varias razones; la primera, debida a que la numerosa mortandad infantil era lo habitual, y la segunda, que muchas mujeres también morían durante el parto. Pero siempre las mujeres en el Egipto clásico, y hasta al menos, la emisión del llamado decreto contra la mujer, durante el reinado de Ptolomeo IV Philopátor (221-204 a.d.C.) las mujeres, aun después de casadas gozaban de todas sus libertades y derechos en igualdad con el varón.
Incluso las personas sin hijos y solteras, eran respetadas lo mismo que las fecundas y casadas, y nunca, al menos socialmente, se les privó de su dignidad con burlas o chascarrillos. Las leyes las amparaban, y ello, de manera indiscutible, se mimetizaba en el comportamiento social. Ptah-hotep sugiere que muchas de esas personas que son célibes ya en la madurez y no quieren hijos, podrían ser grandes sacerdotes si se dedican al servicio de los templos, ya que su tiempo será precioso si lo disponen al completo para la experiencia maravillosa de las profundidades teológicas y para el estudio de las insondables verdades del más allá.
El sabio Ptah-hotep, en sus conocidas máximas, y entre otras cosas, decía: “No critiques al que no tiene hijos, y no te jactes de tenerlos tú; hay muchos padres que viven en la tristeza por el comportamiento de sus hijos, y muchas madres que hubieran deseado no haberlos parido, mientras que otras sin hijos, viven mucho más serenas y felices”
En el ámbito de las adopciones, parece que también, aquel Egipto disponía de leyes muy bien formuladas. Aparte de la adopción habitual de hijos e hijas jóvenes, cosa que era corriente, sin apenas dificultades y primando siempre los intereses del adoptado, está el caso, para nosotros curioso, de la dama Nanefer, quien casada con un palafrenero, Nebnefer, vivía desahogadamente y con un patrimonio nada despreciable. La pareja no tenía descendencia, y su marido, viendo que de alguna manera sus parientes, si ella quedaba viuda, podrían ponerle dificultades en la herencia, entonces decide adoptar a su propia esposa como hija, para que de esta manera pudiese ser la única legataria de la herencia. Así fue, quedó viuda y nadie pudo causarle problemas con aquel patrimonio y los privilegios que se devengasen del cargo que había tenido su marido ya difunto, y a quien sobrevivió dieciocho años, no casándose nunca más, ni teniendo hijos, y ayudando generosamente a los parientes de su esposo, quien en vida, y por amor, se había convertido en marido y padre.
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 23-10-2006
HISTORIAS DE SEGUNDAS ESPOSAS Y CONCUBINAS DURANTE EL IMPERIO NUEVO
Reinaba en Egipto el faraón, Señor de las Dos Tierras, dueño del Alto y Bajo Egipto, Amenhotep III, Neb-Maat-Re, (Imperio Nuevo, dinastía XVIII; 1395-1358 a.d.C.). El país era más floreciente que nunca, la paz era completa en todo el reino, así como en los territorios y provincias anexionados, y también en aquellos, dependientes por voluntad de esos pueblos, de servir y ser amigos del gran rey de Egipto. Era todo un honor el contarse entre los principados y países que se pudiesen llamar amigos de Egipto. Las riquezas de todo tipo inundaban pueblos y ciudades. El sol brillaba como nunca y las crecidas del Nilo llegaban propicias y en su fecha, con un caudal y una regularidad, tranquilizadoras, símbolo de buenas cosechas y apropiadas para las grandes construcciones estatales. La felicidad y la alegría se desbordaban en la corte del monarca. La ciudad palacio de Malkatta, recientemente construida sobre la orilla occidental del gran río era una fiesta continua. La moda femenina en aquellos días había dado un vuelco. La hermosura de las jóvenes se había visto incrementada por los nuevos colores de labios, un color teja hacía furor, y los rabillos de ojos y cejas se habían tornado para las más atrevidas, en metálico malaquita. La finura y el plisado de las telas de lino, así como los cortes y anudados de los trajes y túnicas, tenían la elegancia, entre atrevida e ingenuamente desenfadada, de los ropajes propios de una reina púdica con los pliegues en reposo. El mínimo movimiento producido por la brisa más suave, dejaba entrever por momentos, todos los encantos al desnudo de las elegantes y refinadas mujeres de Tebas. El tipo de peluca se había complicado y embellecido de tal manera, tanto para ellas como para ellos, que los precios se habían disparado, pero nadie que pudiese permitírselo dejaba de adquirir una de ellas. Los pródigos dioses de Khemet sonreían desde sus moradas a todo el país.
El joven amo Pentuer veía con placer como su prole disfrutaba jugando en las aguas del pequeño estanque, cuya superficie estaba cubierta casi al completo por las redondas hojas de las plantas de nenúfar, así como de las hermosas flores de la acuática planta. El aroma impregnaba el ambiente del pequeño jardín que a la hora del ocaso parecía que fuese un pequeño trozo de los bienaventurados campos de Ialú. Un grupo de palmeras datileras ubicado en la zona más occidental de aquel parque privado, recordaban en las formas sugerentes de sus copas que reverberaban al potente contraluz de la tarde, la reunión bullanguera de unos cuantos pavos reales con sus espléndidas colas desplegadas a punto de iniciar el cortejo con sus parejas. Dos hermosos ejemplares de palmera dum desplegaban sus grandes frutos bajo las copas en el extremo meridional. Las plantas más variadas, tanto autóctonas como exóticas traídas de los jardines del templo, así como de los mismísimos jardines del palacio real de Malkatta, daban a ese parque todo el empaque y belleza, propios de una noble mansión. Altos muros enjalbegados y pintados protegían de las miradas de extraños la privacidad del conjunto.
Por la pérgola, situada cerca del portal de entrada a la finca, cuajada de jazmines en flor que caían desde del techo, así como de glicinias con tallos retorcidos y añosos, con la mayoría de sus flores ya mustias, y aunque algún azul racimo se mantuviera fresco, la estación de Peret tocando a su fin, evidenciaba el final del período de floración de la enredadera. Las daturas, sin embargo, comenzaban a florecer espléndidas y más hermosas y odoríferas que nunca.
Pentuer, desde la terraza del piso superior de la casa de dos plantas, y a la sombra de un artístico cobertizo de cañas, contemplaba sin ser visto, los juegos infantiles de sus tres hijas, habidas con la esposa principal, la dama Mutnedjemet. Se conocían desde niños, eran primos carnales hijos de dos hermanos. Pentuer decoraba la tumba del monarca excavada en el Valle de los Reyes. Su actividad profesional era el iluminar los muros de aquellas residencias de eternidad de figuras de dioses y diosas entablando conversaciones, saludos y ofrendas con el faraón reinante. Como artista había alcanzado gran fama debido a la precisión de su dibujo y a la armonía de sus composiciones, así como por la sobria alegría del colorido.
Era un hombre influyente. Su hermano Isesi rendía su actividad como sacerdote en el templo de Khonsú en Tebas oriental. El mismo cargo sacerdotal que había detentado el padre de ambos, hoy difunto. Isesi había mostrado desde niño una naturaleza inclinada hacia el misticismo, disfrutando de las visitas al templo, cuando en algunas ocasiones, su padre lo llevaba, complacido de las inclinaciones del pequeño. Isesi solía preguntar a su padre y a los demás sacerdotes acerca de las figuras humanas y animales, enormes, que se prodigaban por los fustes de las columnas, de las pilastras y de los altos muros. Solía preguntar que era aquello que hablaban en silencio entre ellos. Su padre y los compañeros le respondían diciéndole que aunque hablaran en silencio, este era aparente, ya que sus conversaciones estaban recogidas en los textos jeroglíficos que acompañaban las representaciones pictóricas en relieve, y también las esculturas exentas. Para el niño todo aquello representaba un fascinante mundo cargado de magia y de encanto. ¿Cómo podían hablar en silencio aquellas figuras?, cavilaba el infante en su mente llena de confusas imágenes y de ideas y conceptos todavía muy complicados para su infantil edad. De todas maneras, Isesi sentía mayor interés por aquellas misteriosas conversaciones escritas que por la belleza de las figuras en si mismas. Los años pasaban. ¡Por fin comprendió! Los textos hablaban el lenguaje de los dioses, no por la sola representación gráfica de los mismos, ¡No, ello no era suficiente! Comprendió, cuando le explicaron que las sagradas escrituras tenían todo su valor y efecto solo cuando el sacerdote adecuado formulaba las palabras mágicas, cargadas de un significado misterioso, al tiempo que derramaba sobre aquellos jeroglíficos escritos en las paredes, el agua lustral que los sacralizaba. Era entonces cuando esas palabras y frases escritas se cargaban de todo el poder propio de las divinidades que entre sí se comunicaban. El niño entonces cerraba los ojos y por la magia de su propia sensibilidad veía a los dioses y al faraón, el dios vivo, moverse, al tiempo que les escuchaba hablar entre ellos. Nunca vio en su mente, reírse a los dioses, a lo más, una sonrisa congelada se dibujaba a veces en sus bocas y rasgaba algo sus frías miradas.
Pentuer, cuando acompañaba a su padre al templo, disfrutaba más de la belleza de las figuras que del significado de los textos. Él solía comprender el diálogo mudo de las bellas representaciones de aquellos dioses de perfecta belleza, y de las diosas encantadoras que, al contrario de lo que pensaba Isesi, sí reían y tenían gestos amables, y aunque hieráticos como muñecos articulados, no dejaban de aparentar felicidad y un hechizo arrebatador, dentro de aquel mundo tan lejano y al mismo tiempo tan cercano, debido a las numerosas representaciones murales, como eran las inalcanzables y complejas moradas de las sublimes entidades divinas.
Las niñas jugaban con las aguas del estanque viendo nadar a los pececillos de colores, quienes atemorizados huían a esconderse bajo la vegetación de nenúfares y otras plantas acuáticas, así como dentro de los orificios practicados en las piedras depositadas en el fondo como refugio.
Las carcajadas de las chiquillas tenían hechizado al padre, al ver como disfrutaban en sus infantiles juegos, cuando de pronto vio desde su privilegiada atalaya, deslizarse, proveniente de la calle, desde la pérgola, por entre el ramaje de los jazmines y de las glicinias a un chiquillo algo menor que sus hijas, la menor de las cuales tendría unos ocho años. El pequeño no iba más allá de cinco.
Como un gracioso y cauteloso mono sabio se descolgaba por entre el ramaje espeso e intrincado de uno de los laterales de la pérgola. Las niñas ajenas a tal aparición continuaban con sus juegos y sus conversaciones. La mayor, de uno doce años, se aburría hablando de cosas de niñas cuando ella ya había sido prometida a un pariente próximo, aunque político. Ya que era el muchacho, hijo de la segunda esposa de un tío abuelo, y que esa esposa había aportado al matrimonio, pero hijo de otro marido anterior. Esa segunda esposa de aquel tío abuelo era bastante rica y había traído un buen patrimonio al nuevo marido. Al anterior lo había repudiado por adulterio demostrado. Y por ello recuperado todo su patrimonio personal íntegro, y también aquel que le pertenecía como bienes gananciales.
El niño se acercó sigilosamente a las tres hermanas, que estaban de espaldas, al tiempo que arrojaba por encima de sus cabezas una piedra al agua del estanque, chapuzando de sorpresa a las desprevenidas niñas. El susto fue de impacto. Una vez recuperadas corrían tras el travieso Setnajt, increpándole y agitando las manos como furias posesas. El gato que dormitaba y el pequeño tití que se rascaba nerviosamente, saltaron, maullando uno y gritando el otro, como almas que lleva el diablo. Las ocas que se espulgaban a la sombra de la casa coreaban con sus alarmantes gritos aquella escena hilarante.
El padre, Pentuer, desde la terraza se moría de risa con el accidente sufrido por sus hijas, y provocado por su adorado Setnajt. El hijo habido con su segunda esposa. De la concubina Tanit tenía un varón y una hembra de tres y un año de edad.
Pentuer se vanagloriaba de su numerosa prole y de sus mujeres. Es bien cierto que los hijos de la concubina no tendrían los mismos derechos legales que los otros, los de la primera o segunda esposa. Y también es cierto que la concubina al ser de extracción humilde y esclava, podía ser vendida o alquilada a otros amos, si bien Pentuer no tenía pensado hacer nada de eso, sino reconocer a los hijos habidos con ella y repartir con ellos a partes iguales la herencia con los demás hijos. Aunque Tanit nada había aportado al patrimonio familiar, solo su belleza y su trabajo, que debido a esa hermosura que la distinguía, el amo había hecho liviano, en lo posible. Sencillamente se dedicaba, a parte de satisfacer al señor, a tejer en el enorme telar que le había instalado en un cobertizo adosado a la parte de atrás de la vivienda y al cuidado de los ancianos de la casa.
De todas maneras, tanto Mutnedjemet como Sithathor, la primera y segunda esposa, que eran mujeres consideradas ricas por familia, no sentían aversión alguna por la hermosa concubina. Ellas eran por derecho la primera y segunda señoras de la casa. Aunque si bien es cierto, era Mutnedjemet la que por derecho propio detentaba el título indiscutible de “Señora de la Casa”, que la distinguía del resto de las esposas o concubinas que pudiese haber, tanto en esta como en otra familia cualquiera.
Tanto Mutnedjemet como Sithathor llevaban rigurosamente las cuentas del producto de sus propias tierras y de las cosechas, ayudando a su marido en el recuento de las suyas. Y aunque los graneros distribuidos por el patio trasero estaban rebosantes de grano ya que la cosecha, ese año, se había adelantado, comenzado casi un mes antes de lo habitual, también se disponían lugares dentro de los graneros, para depositar todo tipo de objetos destinados al trueque, ya fuesen de metal, cerámica, piedra, marfil, o cualquier otro tipo de material, y que formasen parte del rico tesoro de la casa.
Ahí, en esos espacios, dentro de los graneros estaban, en compartimentos diferenciados, los objetos de cada uno, tanto los de las esposas como los de Pentuer. Juntos, pero no revueltos. Eran el producto rentabilizado de las tierras y animales propios de las esposas.
La concubina Tanit también generaba con su trabajo en el telar sus propios beneficios. Las hermosas alfombras, tapices y cortinas que tejía con gran habilidad y destreza, solía llevarlas al tenderete que montaba cerca del templo de Amón en el Karnak con la subida de las aguas y aprovechando las grandes fiestas fluviales del dios Amón-Re.
Allí, durante tantos días de fiesta exponía sus primorosos trabajos, que ayudada por la contemplación de su belleza que resultaba un regalo para la mirada de los hombres, tanto jóvenes como viejos, vendía con muy poco esfuerzo. Al anochecer llegaba a casa con el producto de las ventas que iba arrinconando en un departamento exterior, pero bien guardado, de los graneros.
Sithathor, si bien nunca había sentido celos de Tanit, ya que ella había logrado sacar adelante al pequeño Setnajt, después de la muerte de otros tres hijos prácticamente al nacer, ahora que la pareja de la concubina se desarrollaba fuerte y sana, comenzaba a albergar algún sentimiento de rencor hacia ella. Además, había notado un cierto interés de esta por un joven trabajador de la casa vecina, un buen mozo, quien parecía asimismo que tampoco le era indiferente la joven y bella Tanit. Pero, de ninguna manera, habían dado, ni el uno ni la otra, motivo de habladurías. Nadie podía poner en duda la fidelidad y lealtad de Tanit hacia Pentuer. Sithathor lo sabía muy bien, pero muy escondido llevaba el deseo de que Pentuer repudiase a la joven hilandera. Pentuer, con sus veintinueve años era feliz con sus compañeras, aunque es bien cierto que Tanit nada aportaba de su trabajo a la hacienda familiar, solo cuidando a los mayores de la familia que eran varios, en sus molestas necesidades. Solo tejía cuando esas actividades le permitían algún tiempo libre, generalmente por la noche, si es que el señor no acudía a visitarla.
La señora de la casa y la segunda esposa estaban por encima de aquellas actividades, propias de esclavas o de mujeres pertenecientes a familias de condición humilde. Esos trabajos, Tanit, los desempleaba muy bien, con buen trato y cariño a los abuelos y a las ancianas de la familia, quienes agradecían el cuidado con que les trataba, e incluso los desvelos con que ella los solía atender.
II
El sacerdote Isesi solo había conseguido criar un par de hijas de su segunda esposa, Renenutet, hija de un sacerdote de rango menor, al servicio de un pequeño santuario de la diosa Bastet, “aquel que limpia los suelos de la casa divina”, de nombre Menkhauhor. Debido a ello, había ascendido de cargo, ya que su yerno, en reconocimiento por la fecundidad de su hija, y aunque eran de procedencia humilde, y sin posibles para entregar una dote al templo que sirviera para potenciar un ascenso, lo consiguió a través del nacimiento de aquellas dos niñas que su hija dio al gran sacerdote de Khonsú, Isesi.
Renenutet, después de haber sido repudiada la primera esposa de Isesi, no debido a infertilidad, sino a que sus alumbramientos resultaban siempre en fracaso. Las criaturas, o bien no alcanzaban el tiempo adecuado de embarazo, o bien nacían muertas, después de un embarazo, aparentemente normal, o morían al poco de nacer, Renenutet, por ello, se había convertido en la señora de la casa por derecho propio.
La repudiada Menkheret, mujer de casa pudiente, y de familia de magistrados, cargos sacerdotales dependientes del templo de Thot, no había perdonado tal humillación. No porque Isesi la repudiase, cosa habitual en tales circunstancias, sino por la desvergüenza y arrogancia desprendida de los comentarios de Renenutet, después que esta parió las dos gemelas sanas y regordetas, y encima logró sacarlas adelante sin esfuerzo alguno.
Cuando Menkheret salió de casa de su marido con todas sus pertenencias propias y lo correspondiente de gananciales, camino de la casa de su padre, quien ya había arreglado un nuevo matrimonio para su repudiada hija, nadie sabía, ni siquiera Menkheret, que la semilla de su marido comenzaba de nuevo a desarrollarse en su vientre.
Ella había comentado en varias ocasiones con Isesi, que posiblemente la muerte prematura de sus niños pudiera ser el resultado de haber utilizado hasta la saciedad los anticonceptivos que la ginecóloga Ashayt les había proporcionado antes de determinar casarse y fundar una familia. Isesi le decía que ello era una tontería, ya que la mayoría de los jóvenes utilizaban desde siempre esos medios para no tener prole, cuando solo pensaban, además, en lo placentero de la unión, y también para comprobar si la pareja era adecuada, para que luego no hubiera sorpresas.
A las pocas semanas del divorcio, ya arreglado el matrimonio con la nueva pareja, y celebrado el banquete en la propiedad familiar. Y una vez arreglados los documentos entre ellos, ya que ni religión ni estado tenían nada que ver en tales asuntos que se consideraban totalmente privados, la novia Menkheret, después de tomar unos dulces se sintió mareada y con necesidad imperiosa de vomitar. Las náuseas y arcadas ante la visión de algunas de las viandas de los platos, pusieron en alerta a la ginecóloga Ashayt y a las dos parteras invitadas a la fiesta de boda. Después de un sencillo reconocimiento ginecológico, el diagnóstico, sorprendente, sobre todo para la aturdida Menkheret, arrojaba el resultado inequívoco de embarazo. Menkheret, la repudiada, estaba de nuevo encinta de su anterior esposo. La noticia, después del primer momento de estupor devino en alegres carcajadas y en comentarios jocosos y picantes de todo tipo. Pero sobre todo, fue el nuevo marido quien saltaba de contento, y bromeaba diciendo que había adquirido, por el mismo precio de la vaca, a esta y al ternero. ¡Mayor felicidad y negocio no se podía esperar! Y si el resultado resultaba fructífero, y la criatura se lograba, loas para Hathor, las siete hadas benefactoras del nacimiento, y sobre todo ofrendar de inmediato al malformado genio Bes, protector de las embarazadas, quien con sus cabriolas y fealdad alejaría a los malos espíritus que podrían aparecer durante el alumbramiento y perjudicar al neonato.
La noticia en casa de Isesi tenía el sabor amargo de la raíz de la mandrágora, sobre todo para él, aunque la recién ascendida a señora de la casa, Renenutet, también se le revolvía la bilis en el estómago, pensando en que posiblemente hubiera cambios en su pareja que ya creía estable y sin sombras. Esto no la dejaba vivir en paz, aunque supo de la gran alegría de los recién casados, tanto del nuevo esposo de Menkheret como de ella misma. La burla a su anterior marido, pensaba Menkheret, siempre que la criatura se lograse, resultaría más ácida para Isesi, que el sabor del mango verde.
III
Setnajt corrió escaleras arriba, riendo como un diablillo, tratando de refugiarse ente las piernas de su padre, huyendo de las furibundas medio hermanas quienes aún no se habían recuperado del remojón, producido por el impacto de la piedra, recibido en sus rostros cuando jugaban sentadas sobre el brocal del estanque, embebidas, las dos más pequeñas, con los comentarios de la hermana mayor, Nefrure, en torno a las delicias de su pronto matrimonio, ya que su edad, doce años, era adecuada a esa nueva vida. Además los padres de una y del otro, viendo que los adolescentes se querían, pensaban no necesitar el dejarlos que conviviesen previamente, puesto que la atracción era mutua y satisfactoria. Como quiera que fuese, Pentuer, aparentando seriedad, y aunque protegió al niño de la furia de las jovencitas, le reconvino para que no volviese a las andadas, ya que habitualmente las atormentaba con sus travesuras de manera súbita. El niño juró riendo que no volvería hacerlo, pero ya su mente proyectaba, y su padre lo sabía, otra sarta de travesuras.
A las niñas, algo soberbias al saberse hijas de la esposa principal, y aunque querían al pequeño medio hermano, este, no olvidaban, era hijo de la segunda esposa Sithathor. Pero tampoco se les escapaba la preferencia que el padre sentía por aquel diablillo travieso, de ojos muy negros, y con una sonrisa tan amplia y descarada que en sus carcajadas cantarinas mostraba una dentadura, que aún de leche, anunciaba la blancura y perfección de la próxima dentición. Aquella risa desvergonzada y pícara hechizaba a su padre y a toda la familia.
Sithathor, la madre del pequeño Setnajt, aún teniendo unas relaciones más que cordiales con la señora de la casa, intuía que no le parecía muy bien a esta, el trato de preferencia que el esposo de ambas daba al retoño de la segunda esposa.
Desde luego nada hacía prever un desasosiego en una familia tan, aparentemente al menos, bien llevada. Pero la verdad es que entre unas cosas y otras, la procesión, iba por dentro de cada una de las mujeres. Se acrecentaba al ir cumpliendo años toda aquella prole, en que cada uno de sus miembros pretendía ir marcando su terreno según la importancia de parentesco o de oficialidad. Ninguna de aquellas mujeres e hijos pensaban en los sentimientos de Pentuer. Lo único que les importaba era colocar a cada uno de sus hijos en la mejor situación con vista a la herencia y a la supervisión del patrimonio familiar.
IV
Sithathor, a través de conversaciones mal intencionadas con Mutnedjemet, la señora de la casa, había conseguido que Pentuer decidiese prescindir de Tanit como concubina y emparejarla con uno de los esclavos de la casa que desarrollaba duros trabajos en las tierras más alejadas de la hacienda.
Entre las dos consiguieron inocular la duda y la sospecha en el corazón del liberal Pentuer. De todas maneras, el artista dejó bien claro, que los hijos de Tanit quedarían a cargo de su padre, y disfrutarían de su porción en la herencia y en la instrucción de su formación académica o de cualquier rama profesional, para la que los niños tuviesen más cualidades. Esta decisión de Pentuer, con la que no contaban, enervó a las señoronas, quienes a partir de ahora, sí, sintieron ya, una abierta aversión hacia la concubina. La guerra se agrió cuando Tanit se vería obligada a casarse con quien no quería, teniendo además un amante a quien adoraba, aquel buen mozo, trabajador libre de la hacienda vecina.
Las relaciones ente ellos habían llegado ya a ser públicas puesto que el señor Pentuer, había repudiado a Tanit. Por lo tanto esas relaciones ya no significaban adulterio alguno. La antigua concubina era libre, según la ley, de buscar relaciones de convivencia íntima o maridaje.
De todas maneras, las dos señoras no estaban dispuestas a que la antigua manceba pudiese casarse con alguien libre, que prestaba sus servicios en la hacienda vecina, como contable, y que además, no carecía de patrimonio propio y familiar, alcanzando de aquella manera un estatus social igual al de ellas, cuando siempre había sido eso, una barragana. ¿Cómo iban a relacionarse con ella en las fiestas y otros actos oficiales como si fuesen iguales? Eso no lo podrían consentir, por lo tanto habría que casarla con el esclavo de la familia. De esa manera sería muy difícil que ella pudiese alcanzar la libertad y la emancipación total.
Pero las linajudas señoras, en su soberbia, no contaban con las leyes que regían en el país. Tanit dio el paso y acudió a los tribunales. Después de analizar el caso y viendo el amor que la pareja se tenía, dictaminó el magistrado juez que en Egipto el amor era libre y que cada uno elegía su propia pareja sin que nadie pudiese inmiscuirse en cosas tan íntimas y privadas. Después de la reprimenda a las señoronas, e incluso al pobre Pentuer que nada, o casi nada había tenido que ver en aquel asunto, el juez de la plaza de la Verdad en Tebas occidental, en donde se llevó el caso, dictaminó, en sentencia inapelable, que Tanit y el mozo Kanefer, podrían hacer con su relación de pareja lo que les apeteciese, pero que nunca se podría obligar a la joven a casarse con quien ella no quisiera. Dijo que las leyes estaban por encima de los caprichos e intereses de nadie, por muy importantes que algunos se creyeran. Antes de dar carpetazo sentenció que los hijos de Pentuer habidos con Tanit quedaban, obligatoriamente por ley, bajo la responsabilidad y protección de su padre, a no ser que Tanit y su nuevo esposo decidieran llevárselos con ellos, y siempre y cuando las posibilidades económicas y sociales no fuesen inferiores a las de la familia de Pentuer. Si los niños iban con su madre al nuevo núcleo familiar, Pentuer tendría la libertad de seguirlos tratando y amando como antes del suceso. La familia, dijo el juez, nunca debiera romperse, sino afirmarse y complementarse en las nuevas relaciones. Sencillamente la familia se había incrementado.
De esta manera, termina el relato de Pentuer el artista, y sus mujeres. Las leyes, terminó diciendo el magistrado, cuando son justas y humanitarias, siempre han de prevalecer por encima de todo y de todos, sin importar cual sea su nivel social. Aquellas que no lo son, deben de ser protestadas por el pueblo que es el más sabio.
Después del caso perdido por aquellas caprichosas damas, la discordia creció en sus corazones entre ellas mismas, ya que desaparecida Tanit, entraban en conflicto los intereses por Setnajt, propios de su madre Sithathor, con los de las tres niñas de Mutnedjemet. La solución la dio Pentuer. El niño mostraba aptitudes artísticas como su padre, a nadie ofendió por ello que pasara a llevar la instrucción adecuada para ese arte. Las mujeres, aunque podrían encaminarse por esa actividad, no era lo frecuente, tenían otros oficios, y otras carreras, por lo tanto, por ese lado, todo arreglado. No discutieron más las señoronas. La lección del juez, y la determinación del irritado Pentuer, les sirvió para toda su vida.
V
Menkheret estaba realmente exultante con su embarazo, si bien, los abortos y muertes prematuras de sus bebés anteriores la preocupaban algo, aunque Ashayt, la ginecóloga, le daba confianza, ya que controlaba constantemente la evolución del proceso. Un día Menkheret sintiéndose algo mal, fiebre ligera y pesadez en el vientre, así como un olor nauseabundo, como a pescado podrido, mandó llamar inmediatamente a Ashayt.
Ashayt, muy preocupada, diagnosticó de inmediato una metritis. No dijo nada pero, y aunque no era corriente, debido a la inflamación del útero, y a los abortos anteriores de la embarazada, podía alertar sobre un cáncer. Sin pensárselo dos veces, preparó un tratamiento combinado, que pensaba, al menos, según su experiencia, y la de muchos médicos anteriores, podría resultar efectivo en unas cuantas sesiones continuadas. De ser el resultado positivo, desaparecería de inmediato la sospecha de tumor maligno. Preparó una buena cantidad de hierba llamada “parietaria” que recogió, como de costumbre, al pie de la pared sur de los muros de la pequeña necrópolis cercana. Un cementerio recogido y solitario, ubicado en la ladera de una pequeña colina que en talud descendía sobre el valle, en las estribaciones desérticas, pero a donde trepaban algunas de las plantas del valle, debido a la humedad retenida después de la retirada de la inundación, y utilizado por las familias vecinas. Allí, entre la escasa vegetación de raquíticas ortigas, coloquinto, ombligo de Venus, y en las oquedades lagartijeras, e intersticios de las erosionadas piedras, solía desarrollarse esta beneficiosa planta medicinal, propia para las enfermedades genitales femeninas, y que ella, por su oficio conocía muy bien. Luego, de allí se dirigió al campo, en el valle, y en los terrenos de cultivo ya cosechados buscó otra preciosa planta, cuyas sumidades floridas obrarían milagros en el tratamiento de la enfermedad de su amiga y paciente. Cuando encontró la hermosa milenrama, planta de múltiples propiedades y aplicaciones, unas con flores blancas y otras rosadas, recogió solo las necesarias y las llevó a su clínica.
Después de la revisión a sus plantas clasificadas en cajitas y anaqueles, colgó a secar, a la sombra y bien aireada, la milenrama que traía. Comprobó, que la recogida la pasada temporada, estaba perfectamente, y en condiciones óptimas de utilización, ya que su olor así lo confirmaba lo mismo que la textura que aún no se había tornado quebradiza. No había perdido nada de sus propiedades medicinales.
Se encaminó hacia la casa de Menkheret a quien encontró muy preocupada y pálida. Preparó una infusión con la parietaria, en la dosificación adecuada, y cuando esta estaba tibia ordenó baños vaginales, durante unos diez minutos, tres veces al día, luego, con las sumidades floridas de la milenrama seca, encendió un fuego sin llama, del que solo salía un humo blanquecino y denso de olor agradable. Hizo ponerse en cuclillas a la dama de la casa, y al tiempo que salmodiaba mágicas fórmulas y oraciones ininteligibles, aquel sahumerio envolvía y penetraba en el útero enfermo de Menkheret.
Durante varios días estuvo Ashayt preocupada por su amiga, visitándola, una vez que terminaba su horario de consulta y después de ejercer la obligatoria medicina gratuita a todos los pobres de su jurisdicción sanitaria. Por las tardes se encaminaba hacia la casa de Menkheret para comprobar el resultado de aquel tratamiento. Aunque esa tarde había recibido varias visitas de jóvenes parejas, que como era habitual, venían a solicitar el tratamiento anticonceptivo más adecuado, ya que de momento no pensaban tener hijos. Más tarde ya se vería, ¡en fin! , lo de siempre. A la muchacha de la última pareja que trató, le recomendó como más idóneo para su sistema, que se colocara un tapón en la vagina hecho a base de un majado compuesto por resina de acacia, coloquinto, miel y dátiles (papiro Ebers, receta 783).(La goma de acacia, se ha comprobado, que fermentada, mata los espermatozoides)
A las cuatro semanas de tratamiento en la enfermedad de Menkheret, se confirmó que el resultado era positivo, aunque para ratificarse más en ello, y no dejar posibilidad a una recaída, le recomendó que continuase con él algunos días más.
La sospecha de un posible cáncer de útero se esfumó. Por suerte, la joven señora, quedó totalmente limpia de impurezas en su intimidad más profunda. Ashayt, sin duda, era una buena especialista en las enfermedades propias de la mujer.
Cuando la enfermedad fue destronada del cuerpo de Menkheret, tanto ella como su nuevo marido, deseaban saber si sería varón o hembra lo que se estaba gestando en el vientre de la señora. Aunque es verdad que no sentían preferencia alguna por el sexo de lo que viniese. Sencillamente por curiosidad, y por otra parte, si resultaba ser un niño, Menkheret daría por satisfecha su venganza contra Isesi, quien teniendo solo dos niñas, las gemelas, habría maldecido aquel día en que la repudió.
La fiel y leal Ashayt había preparado dos saquitos de lino, conteniendo uno, granos de cebada y el otro de trigo, mezclando en ambos algunos dátiles y arena. Llevó esa mercancía a casa de los esposos y les indicó que cada día, ambos saquitos deberían ser regados con la orina de Menkheret. Si el trigo germinaba primero, entonces lo que nacería sería una niña, si por el contrario, lo que primero germinaría fuese la cebada, entonces habría de ser un niño lo que Menkheret trajese a este mundo. Y si ninguno de los dos germinaba, entonces no nacería nada productivo.
Después de varios días de ansiedad y espera, la cebada germinó primero. Había pues que prepararse para el alumbramiento próximo de un varón. Y aunque algunas veces, muy pocas, el experimento fallase, no era cuestión de pensarlo así. La ilusión de la espera y de la venganza cumplida, se aproximaban.
Menkheret dio a luz un hermoso pequeño, que, ¡misterios de la vida!, tenía el pelo rojizo, y con el pasar de los días, los ojos, se confirmó, eran de un intenso color azul. Cuando Isesi supo la noticia, una especie de ansiedad y comezón le reconcomían el espíritu y el cuerpo. Su desasosiego lo mantenía en una especie de frenesí que le impedía realizar sus obligaciones en el templo, con la disciplina y atención necesarias. Se vio obligado a tomarse unas semanas de baja.
Nadie vino a mostrarle a su hijo, ni tampoco fue invitado a visitarle, cosa que deseaba ardientemente. No pudo acudir a la ley y reclamarlo como suyo, y aunque lo era, y todos lo sabían, legalmente no podía demostrarlo. La criatura había nacido, justo después del tiempo perfecto de un embarazo, que coincidía, además, con los meses de casados de la nueva pareja.
Un antepasado de Isesi, según el árbol genealógico de la familia, oriundo de alguna zona del norte de Siria, ya cercana a Hatti, el país de los hititas, tenía estas características, que no volvieron a reproducirse en sus descendientes hasta el nacimiento de su hijo con Menkheret. Se dice que aquel antepasado, pertenecía a la etnia de los Hicksos invasores, pero que fue uno de aquellos conversos que prefirieron colaborar con los nativos, durante las guerras de liberación, y quedarse en Egipto, país del que ya se sentía hijo, identificándose con esa tierra que era la única que como patria reconocía. Era ya inmigrante e invasor de segunda generación.
VI
EPÍLOGO
Después de todo este colorista lienzo, que hemos creado, con el único fin de reflexionar y conocer, aunque sea someramente, algunos de los aspectos sociales, legales y familiares del Antiguo Egipto, diremos que el harén, por llamarlo con el nombre más acostumbrado, nada tiene que ver con los conocidos harenes islámicos en donde las mujeres están encerradas en una especie de cárcel de oropel esperando impacientes la visita del semental sultán o maharajá hindú. De ninguna manera es así. La poligamia en aquella remota época era necesaria por varias razones; la primera, debida a que la numerosa mortandad infantil era lo habitual, y la segunda, que muchas mujeres también morían durante el parto. Pero siempre las mujeres en el Egipto clásico, y hasta al menos, la emisión del llamado decreto contra la mujer, durante el reinado de Ptolomeo IV Philopátor (221-204 a.d.C.) las mujeres, aun después de casadas gozaban de todas sus libertades y derechos en igualdad con el varón.
Incluso las personas sin hijos y solteras, eran respetadas lo mismo que las fecundas y casadas, y nunca, al menos socialmente, se les privó de su dignidad con burlas o chascarrillos. Las leyes las amparaban, y ello, de manera indiscutible, se mimetizaba en el comportamiento social. Ptah-hotep sugiere que muchas de esas personas que son célibes ya en la madurez y no quieren hijos, podrían ser grandes sacerdotes si se dedican al servicio de los templos, ya que su tiempo será precioso si lo disponen al completo para la experiencia maravillosa de las profundidades teológicas y para el estudio de las insondables verdades del más allá.
El sabio Ptah-hotep, en sus conocidas máximas, y entre otras cosas, decía: “No critiques al que no tiene hijos, y no te jactes de tenerlos tú; hay muchos padres que viven en la tristeza por el comportamiento de sus hijos, y muchas madres que hubieran deseado no haberlos parido, mientras que otras sin hijos, viven mucho más serenas y felices”
En el ámbito de las adopciones, parece que también, aquel Egipto disponía de leyes muy bien formuladas. Aparte de la adopción habitual de hijos e hijas jóvenes, cosa que era corriente, sin apenas dificultades y primando siempre los intereses del adoptado, está el caso, para nosotros curioso, de la dama Nanefer, quien casada con un palafrenero, Nebnefer, vivía desahogadamente y con un patrimonio nada despreciable. La pareja no tenía descendencia, y su marido, viendo que de alguna manera sus parientes, si ella quedaba viuda, podrían ponerle dificultades en la herencia, entonces decide adoptar a su propia esposa como hija, para que de esta manera pudiese ser la única legataria de la herencia. Así fue, quedó viuda y nadie pudo causarle problemas con aquel patrimonio y los privilegios que se devengasen del cargo que había tenido su marido ya difunto, y a quien sobrevivió dieciocho años, no casándose nunca más, ni teniendo hijos, y ayudando generosamente a los parientes de su esposo, quien en vida, y por amor, se había convertido en marido y padre.
Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 23-10-2006
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