miércoles, 26 de octubre de 2016

La ciencia mató a dios

Ciencia y dios
En un tramo indeterminado de la evolución del ser humano, y tras superar una animalización irracional, al contemplar, sufrir, o disfrutar los diferentes fenómenos celestes o terráqueos y sin tener conocimientos de su origen, atribuyen a diferentes fuerzas desconocidas, ocultas e invisibles, el ejercicio de tales acontecimientos. Es el inicio de la creación de todo tipo de divinidades, en principio abstractas, pero que luego irán tomando nombre, formas precisas, y atribuciones determinadas. No hay templos, se veneran en lugares  naturales de cierto misterio, como pueden ser ríos, lagunas, o bosques muy singulares. En Egipto y otras civilizaciones contemporáneas al descubrirse la tecnología adecuada para tallar la piedra comienzan a construirse las moradas divinas con ese material que consideraban tan eterno como las divinidades a las que cobijarían, y tras un largo periodo precedente de templos vegetales.
Grecia y más tarde Roma, tras las novedades tecnológicas, científicas, y filosóficas, irán abandonado aquella idea de los dioses desconocidos y temibles. Se irá demostrando que nada de esos fenómenos es oculto, ni en origen responden al capricho de divinidad alguna. Son producto de la misma naturaleza, viva y en evolución constante. Demócrito y su atomismo, y Heráclito utilizando el inteligente y efectivo oxímoron, entre otros. Energía pura que se mueve en todas direcciones. Se comprueba que muchos de esos fenómenos se repiten cada año durante el mismo periodo. Los dioses van quedando como algo residual. Únicamente como iconos y símbolos de protección de las artes y las ciencias. Un catolicismo constantiniano inserto en el poder imperial y globalizador, la ignorancia, y la codicia, retoma tras el inmenso conocimiento que le proporcionan los textos perseguidos, edicto de Teodosio (391 AD),  extraídos de los templos paganos y bibliotecas, y secuestrados, retoma decíamos, aquel conocimiento religioso, ya entonces superado y trasnochado. Ven en ese catolicismo de lavado cristiano un negocio infinito y multiforme, que tras irlo fragmentando adecuadamente lo aplicarán de manera cruel durante los últimos casi dos mil años como una regresión irracional y perversa, cuando ya la ciencia, y desde hacía muchos siglos, había matado a dios.
Eduardo Fernández Rivas
Lugar de Fiunchedo-Sada; 26-10-2016

   

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