lunes, 21 de enero de 2013

LA CRISIS Y NUESTRA ESPERANZA

LA CRISIS Y NUESTRA ESPERANZA No me refiero a la virtud teologal cristiana, ni al concepto de esperanza, la única que permaneció en la caja de Pandora tras la funesta curiosidad de la mujer primigenia según el mito griego. No, de ninguna manera. Me estoy refiriendo a la picaruela y castiza Esperanza Aguirre, emperatriz indiscutible de los madriles. Ella, tan jacarandosa que entra y sale de ministerios a presidenta, de presidenta a funcionaria, de funcionaria a caza talentos. Y como con tanta gracia dice, mientras el país se muere de hambre, y sin importarle un comino: -Fijaros si la empresa es de caza talentos que se han fijado en mi, Jajá jajá ja- Ella, siempre risueña y repleta de donaire ni siquiera se entera del dolor y sufrimiento que la mayoría del territorio patrio está sufriendo. ¡Ala¡ Yo no tengo paro, entro y salgo de trabajos y cargos varios y bien remunerados. Ni me entero de esas pequeñeces mortales porque soy divina. Por lo tanto estoy muy por encima de esas vulgares pasiones y necesidades humanas. Ella habla llena de gracia y nos corrige. Nos sentencia dulcemente cuando nos mira con esos graciosos ojillos de zarigüeya tan aviesos como gentiles. Esta mujer, a tenor de lo que dice, y sobre todo como lo dice, debe, en mi opinión estar de alguna manera en otra dimensión a la que únicamente los espíritus puros pueden acceder. ¿No será, me pregunto, que haya sufrido una transustanciación accidental, y que sin darse cuenta de ello se perciba ella misma, en un estado de ingravidez mental, elevada a los espacios celestiales como en una asunción metafísica originada en la rivera del Manzanares y frente a la ermita del Santo Antonio? Tocada por el santo, siendo la elegida de entre la fauna. Es posible que en una de esas misas durante las palabras de consagración, y estando ella presente, sufriese, por efecto de una sibilante ráfaga de viento que desplazase la intención del sacerdote, sufriese, decíamos, en su ánima los efectos de aquel acto sublime, y que el vino siguiera siendo vino y el pan una humilde oblea de cereal. Su comportamiento y gestos le hacen acreedora de tal situación de misticismo tan alegre como irreal. Bendita nuestra sonriente Esperanza Aguirre, nueva madre superiora y redentora de los pecadores y pecadoras de este atribulado y conventual país. Le llueven los contratos y los infinitos sueldos. No es algo normal. ¡Concluimos que debe ser divina! O ¿Quién sabe? producto también de demoníaco conjuro hermetista. Eduardo Fernández Rivas
AQUELARRE: RIVAS 1971 Lugar de Fiunchedo; 16-01-2013

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