viernes, 25 de enero de 2008

DEBATES NA TABERNA DO CROIO 3; HOMOSEXUALIDAD

HOMOSEXUALIDAD: LA TRAGEDIA CREADA


Y ahora, amigos míos, después del tema tratado anteriormente, sobre el Pazo de Meirás, debatiremos hoy, algo, que de manera indiscutible, y como ya habíamos acordado, está en el punto de mira de nuestro interés. Aquel asunto tan penoso, dentro del agravio comparativo más cruel y segregador, y que colea desde hace demasiados años en nuestra hispánica sociedad. La homosexualidad. La saña de los gobiernos franquistas, en connivencia con la iglesia católica más sádica e inhumana, se han cebado desde siempre, con una de las naturales, y tan dignas como cualquier otra, de las vías del amor. Este, de la homosexualidad, amigos, será el tema a tratar en el trabajo de hoy.
¿Cuántos padres han sufrido la inmensa desdicha, al descubrir en alguno de sus hijos varones o hembras, las heterodoxas, aunque incipientes, inclinaciones sexuales y amorosas del impúber? Muchos padres, y sobre todo las madres, criadoras y educadoras de la prole, sobre todo en la infancia, se han sentido innecesariamente desgarradas por algo, que únicamente, es de cuestión educacional bastarda, y de creencias espurias y erróneas. ¿Cuanto han sufrido esos jóvenes de ambos sexos, para llevar una convivencia “de regular apariencia”, dentro de la familia y del grupo, de manera camuflada, y plagada de soledades tristes, cargadas de amargas lágrimas dentro del silencio más brutal y atormentado? Si nos consideramos humanos, no podemos permitir que estos terribles despropósitos continúen.
La homosexualidad, algo tan natural y legítimo como la vida misma, ha sido, y es, brutalmente trastocada y condenada, por sistemas políticos y religiosos, de una crueldad y patanismo montaraces e incomprensibles. ¿Cómo un credo que pretende ensalzar el amor, puede ser tan dañino y condenar a los infiernos, para toda la eternidad, y sin paliativos, a tantos millones de sus fieles, sometiéndolos a una tortura tal, a causa de una naturaleza que ellos no han buscado ni elaborado, y que desde ese creacionismo católico, sería únicamente obra de su particular dios? ¿Acaso pretenden, en su obcecada intransigencia, enmendarle la plana a ese su dios?
Desde aquí, exigimos por humanidad, la indiferencia más clamorosa hacia las voces trogloditas de las sotanas.
Resulta innegable que la sociedad actual, a la luz de los conocimientos que ha dado la enseñanza, más o menos en libertad, pero indudablemente más permisiva y racional que la de aquel, aún cercano y torturador nacional catolicismo, de mi infancia y juventud, debe recapacitar, y reponer la legitimidad (la legalidad ya está conseguida) de un importante sector social, que vive esa naturaleza como una tragedia familiar y social de enormes proporciones. Tristemente heredera esa sociedad, de aquel rancio régimen que persiguió y castigó hasta la humillación más desvergonzada, y en el ultraje más ignominioso, a esas personas, y convirtió en tragedia, siempre tensa y callada, la convivencia familiar y las relaciones sociales, dentro de esas circunstancias. Sí la educación fuese acorde con la realidad y leyes naturales, nunca ocurrirían esas cosas que las desnaturalizan, desestabilizando a personas, familias y sociedades, generando problemas graves, allí, donde en realidad no existen. Solo tragedias basadas en algo ficticio, virtual, creadas por sistemas político religiosos torpes, depravados, maniqueos, interesados y crueles.
La Antigüedad clásica; pensemos en Egipto o en Grecia, esas cosas eran parte de la normalidad propia de la vida de cada individuo, al menos entre las clases más acomodadas y cultas, donde la influencia de los sacerdotes más cafres, ignorantes y pueblerinos, no penetraba. Nadie se metía a criticar, y poner en tela de juicio, la libertad de vivir como uno o una quisiera, su vida erótica y sentimental. Esas eran cosas propias, privadas e íntimas de cada persona. En aquellas culturas nunca se consideró que el amar fuese un delito o un pecado, independientemente de quien fuese el objeto de ese amor. ¡Estaría bueno, que entre adultos, se tenga que dar explicaciones de a quien se ama y como se ama! Ni tan siquiera, en aquellos tiempos, se había acuñado término alguno que diferenciara el hecho sexual. Eros no solo era la divinidad primigenia, aquella por la que se genera la vida, sino también, la divinidad propia del placer más íntimo sin necesidad de descendencia.
De todas maneras, si los homosexuales, en cualquier disciplina o actividad profesional no difieren para nada del resto de los mortales, en el campo de la creatividad, y en todos sus ámbitos, de sobras lo sabemos, las gentes con esa naturaleza, nos han proporcionado siempre, hechos y obras artísticas, musicales y literarias realmente extraordinarios.
Dejemos de ser chabacanos, bromear, insultar, y de mirar mal a nuestros hijos e hijas, lo mismo que a los del vecino, hermanos y hermanas, gays o lesbianas. Para empezar, erradicando esos términos, y permitiendo la incorporación de esas dignas naturalezas, al discurrir normal de las sociedades, tal como siempre lo había sido, y condenemos el comportamiento sectario y cruel, alentado por un régimen autoritario y perverso, asociado a un credo religioso, plagado, por demás, de pervertidos pedófilos y fariseos irredentos, que desgraciadamente, desde su prolongada y privilegiada posición de poder, modificaron conciencias, llevándolas al error más profundo y despreciable. Demos a los padres la satisfacción y la alegría de pensar que no existe tragedia, que tienen en esos seres, unos hijos y unas hijas tan maravillosos como los otros, y a la búsqueda de su felicidad y plenitud, con los mismos derechos y deberes que los demás.
Hay quienes, en un intento recalcitrante de buscar motivos de crítica y desprecio, dicen que las manifestaciones gay y lésbica, resultan de una vulgaridad histriónica exagerada e improcedente. Y yo digo; que es precisamente ese sector, de carácter abierto y alegre, que no vacío ni superficial, tan lleno de color y de talento, el más capacitado, debido a su singularidad, para llevar a cabo ese tipo de reivindicaciones. Y digo también, que gente amante del respetable, necesario, y creativo mundo de la farándula, existe en todos los campos, tanto en el homosexual como en el heterosexual. Y en ambos existen asimismo, gentes de lo más serio, circunspecto, y discreto; ejecutivos, políticos, médicos, abogados, jueces, militares, electricistas, bomboneros y fontaneros, maestras, presidentas, vicepresidentas, abogadas, empresarias, mucamas, madres y padres, etc.
Debemos ver, en mi opinión al menos, en esas manifestaciones, tanto multitudinarias como individuales, a talentos de diferentes tipos y niveles. Aprovechable siempre, ese riquísimo y beneficioso caudal, para destinarlo al imaginativo y creador ámbito teatral o de cualquier tipo de performance. (Un gran y renovador cineasta español actual, brillante y de repercusión internacional, podría ser, entre otros y otras, el paradigma de lo que digo). No debemos utilizar esas manifestaciones, manipulándolas descaradamente, para tratar de destruir, sin justificación alguna, a un sector social tan válido como cualquier otro, y machacado, innecesariamente, desde hace siglos.
Insistamos en la reeducación, necesaria para esos ogros e hipócritas, que constituyen la barbarie más analfabeta e incivilizada. Padres y sectores sociales, tristemente rancios, y apegados a tradiciones y creencias dañinas, equivocadas e inanes. Da pena y miedo cuando esos padres hablan acerca de estas cosas, y aún de muchas otras, debido a esa ceguera y cerrazón que les impulsa, como divinidades maléficas e inflexibles, a despreciar, y en muchos casos, a expulsar de esa calor del hogar, a hijos e hijas, carne de su carne, que como nadie necesitan de ese primer, más grande e insustituible cariño, que debe ser el amor paterno filial. Ternura y amor profundos por el que de verdad el universo existe y se mantiene. Por el que todas las criaturas, de la especie o género que sean, tienen derecho a buscar su felicidad, siempre sin daño a terceros, allí donde se encuentre. Y sin que ningún sistema político o religioso, o los dos aliados, tengan que interferir, en aquello que es privado e íntimo, y por lo cual, y ya para terminar, a nadie deben darse explicaciones o justificaciones.
Y aquí, amigos, dejaremos este tema, para tratar del próximo debate, y que aún debemos escoger, entre tantos que la rica y diversa sociedad nos ofrece. Y que publicaremos, si gozamos, como hasta ahora, de la generosidad y paciencia de nuestros lectores y editores.


Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 27-09-2007

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